Cómo gestionar el consumo de porno en adolescentes: "Prohibir no es una opción, pero no se puede normalizar"
"Hay que romper con su aceptación como si fuera simplemente algo recreativo, divertido o placentero", explica el psicólogo Alejandro Villena
"Es la única cinematografía en la que para representar violencia hay que hacer violencia", subraya el sociólogo LLuis Ballester
Comunicación, motivación y espíritu crítico: que sepan que "cuando se consume pornografía violenta o con menores, se está contribuyendo a su producción", aseguran los expertos
La pornografía, en el punto de mira. Su consumo es señalado como una de las principales causas de las agresiones sexuales en grupo, cada vez más numerosas. Prohibir el porno a los jóvenes “no es una opción, es imposible”, explica Lluis Ballester, sociólogo y coautor del estudio ‘Pornografía y educación afectivo-sexual’. Ya lo intentaron en el Reino Unido y tuvieron que retirar la ley porque fue contraproducente, argumenta el experto.
“Es un reto de país”, indica Ballester, sobre todo si se miran los datos. Siete de cada 10 adolescentes ven pornografía de forma frecuente. Un hábito que inician a los 12 años. Adolescentes que están construyendo su deseo sexual sobre unos “cimientos irreales, violentos y desiguales”, creyendo que el “consentimiento, el deseo y las preferencias” del otro no tienen por qué ser tenidas en cuenta, asegura Catalina Perazzo, directora de Políticas de Infancia y Sensibilización de Save the Children.
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Falta educación, sobran pantallas
Falta educación afectivo-sexual en las escuelas y sobran posibilidades de acceder al porno, apunta la experta. Solo hace falta hacer la prueba de poner la palabra "tetas" en cualquier buscador de internet, señala Lluis Ballester, investigador de la UIB (Universitat de les Illes Balears). Da igual que quien esté buscando sea un adulto o un niño de 9 años. La primera pantalla de búsquedas está llena de páginas pornográficas. ¿Qué se puede hacer, cómo lograr que los jóvenes no consuman porno? Existen, según explica Ballester a NIUS, distintas estrategias. Una de ellas es la de las cinco pes:
- Prevención, que incluye un trabajo educativo que "no se está haciendo suficientemente bien", asegura.
- Protección, protegiendo los casos en los que ya hay una conducta adictiva o más problemática.
- Persecución, rastreando algunas actividades de las empresas que distribuyen pornografía captando a chavales muy jóvenes y generando conductas adictivas, restringiendo ciertos accesos y evitando que la industria pague por lugares de privilegio y haga publicidad para captar a adolescentes.
- Participación, escuchando a los jóvenes a todos los niveles y hablando con ellos.
- Promoción, promoviendo otro tipo de relaciones, ocio, de actividades con los amigos, deportes, excursiones a la naturaleza, eventos culturales…
Una promoción y una prevención en la que padres, madres y el conjunto de la sociedad deberían estar implicados. Esto tendría que ser un reto colectivo y no se está planteando así, asegura Lluis Ballester.
Conocer las consecuencias para evitar su consumo
Lo fundamental, dice Alejandro Villena Moya, psicólogo clínico especializado en la Sexualidad Humana y el tratamiento de sus patologías, es una buena información: que conozcan las consecuencias del consumo de pornografía, lo que implica el acceso. Hay que romper con esta normalización o aceptación como si fuera simplemente algo recreativo, divertido o placentero, y alertar de las consecuencias y del impacto que tiene en la visión del adolescente sobre hombres y mujeres, el machismo, la desigualdad, los estereotipos de género, la narrativa y el guion que incorporan sobre la sexualidad; la adicción que puede generar, el impacto neurobiológico que tiene, cómo les afecta a todo el sistema de recompensa y que cada vez necesiten más…
Además de la información, explica Alejandro Villena, asesor clínico de la Asociación Dale Una Vuelta, es importante que haya una educación sexual, que en casa se pueda hablar con naturalidad y libertad de la pornografía. Los estudios indican que cerca del 80% no ha hablado nunca con sus padres de este tema. Una educación sexual que incluya también dimensiones de respeto, de empatía, cariño…, que se ligue la sexualidad al afecto de alguna manera a la otra persona, no solo a su instrumentalización.
Un buen uso de las pantallas, autocontrol y espíritu crítico
Otro aspecto a tener en cuenta, según el experto, es el buen manejo de la tecnología en casa. “Si damos móviles de forma muy temprana, no hay ningún tipo de control y tienen un acceso ilimitado, pues eso va a favorecerlo”, argumenta. “No se deben banalizar las pantallas” y durante el confinamiento se ha hecho un uso desmesurado, coincide Lluis Ballester. Debe haber una autonomía progresiva. El adolescente debe ir ganándose esa confianza para demostrar que es capaz de desarrollar un uso adecuado de esa tecnología.
Se debe entrenar también a los jóvenes en el autocontrol, que tengan ciertos límites a la hora de hacer cosas, que sean capaces de no tenerlo todo rápido y ya. Y no hay que olvidar, recuerda el doctor Villena, la gestión emocional: "cuanto mejor gestione mis emociones, menos voy a recurrir a la pornografía para regularlas".
El porno "deseduca" en una sexualidad saludable
En esta línea, los expertos consideran importante que los adolescentes desarrollen un pensamiento crítico para saber, entre otras cosas, los intereses de la industria pornográfica, y que lo que van a ver no se ajusta a la realidad. Se ha dejado la educación sexual de los adolescentes en manos de la pornografía, que "justo lo que hace es deseducar", subraya Ballester. En sexualidad "se puede hacer lo que se quiera", pero, según el investigador de la UIB hay tres criterios esenciales:
- El vínculo seguro.
- El consentimiento.
- El placer compartido
El porno deseduca en los tres, insiste el sociólogo, "es una relación descontextualizada, es cualquier mujer con cualquier hombre, nunca hablan de lo que les apetece hacer, si una mujer se queja de dolor, el hombre lo sigue haciendo porque considera que está ahí para darle placer y el placer dominante es el placer del hombre en la gran mayoría de los vídeos".
El proceso de habituación y la contribución a la pornografía violenta
Además, añade Lluis Ballester, hay un proceso de habituación, con la paradoja de que "cuanto más ven, más necesitan para encontrar el placer". Se dan casos en los que buscan pornografía violenta o sexo con niñas a ver si la excitación sube. "Hay que saber que si buscas ese tipo de contenidos, el algoritmo de internet entiende que interesa y estás contribuyendo a su producción". "El porno es la única cinematografía en la que para representar violencia hay que hacer violencia", destaca el investigador. “En el porno, cuando cinco chicos violan a una chica de 13 años y terminan eyaculando en su boca es real, eso pasa, por lo que cuando tú buscas eso y tú lo consumes, estás contribuyendo a su producción.
"Si se habla con los chicos y les explicas que contribuyen a la violencia sexual, que cuanto más consuman, menos placer tendrán, lo entienden". Les ayuda a tener conciencia crítica y reducir el riesgo. “El porno sin capacidad crítica puede hacer daño”, explica Lluis Ballester.
Si ya hay adicción, recurrir a un profesional
Una buena comunicación, motivación y espíritu crítico son fundamentales para prevenir el consumo. Una vez que el problema ya está ahí y es acuciante, lo más recomendable es pedir ayuda a un profesional. “Cuando ya hay problemas de adicción, con agresiones y abandono del hogar, es mejor asistir a un especialista para saber cómo encarar el problema”, asegura el sociólogo.
Un problema que puede "complicarse" con la llegada de la primavera. Los adolescentes tiene más tiempo libre y “dedican más tiempo a maquinar cosas en grupo, entre esas cosas, buscan experiencias excitantes como replicar algo que han aprendido viendo pornografía”, explica el psicólogo y sexólogo Raúl Padilla. Imitan lo que ven en vídeos pornográficos, creyendo que la violación y el abuso son normales. Por eso es tan importante, concluye Padilla, concienciar a las familias de cómo evitar que sus hijos tengan acceso a la pornografía.