En los tiempos que corren para los bolsillos de los españoles, debido entre otros a los precios descontrolados de los carburantes, son muchos los conductores que apuran el depósito antes de repostar. Un vehículo cuenta con una autonomía de entre 60 y 120 kilómetros una vez entra en reserva, dependiendo claro está del modelo.
Esto significa que en la mayoría de ocasiones hay tiempo y combustible de sobra para poder llegar hasta una gasolinera cercana, pero un despiste o un error de cálculo nos puede dejar tirados en la carretera. Y lo lamentaremos no sólo por la incomodidad que nos acarrea, si no porque puede suponernos una serie de sanciones económicas que superen los 3.000 euros.
El artículo 90 del código de circulación de la Dirección General de Tráfico (DGT) establece que "la parada o el estacionamiento de un vehículo en vías interurbanas deberá efectuarse siempre fuera de la calzada, en el lado derecho de ésta y dejando libre la parte transitable del arcén". En caso contrario, excepto si se trata de una avería o un accidente, la multa es de 200 euros.
Con esa misma cantidad (200 euros) seremos castigados si por ejemplo nos ponemos a empujar el coche. Según el artículo 3, "se deberá conducir con la diligencia y precaución necesarias para evitar todo daño, propio o ajeno, cuidando de no poner en peligro, tanto al mismo conductor como a los demás ocupantes del vehículo y al resto de los usuarios de la vía".
Es muy importante también tener en cuenta que, una vez detenido el automóvil, hay que hacer una correcta señalización. Los triángulos de emergencia para los demás conductores y ponernos el chaleco reflectante para ser visto por el resto de vehículos son obligatorios. Si no, conlleva una sanción de 80 euros.
La multa más elevada, entre 2.000 y 3.000 euros, llega si tenemos que acudir a la gasolinera más cercana para adquirir el combustible. Existen recipientes homologados para transportar material peligroso, el llevarlo en una garrafa y no en el específico para ello es el motivo de la sanción. Dichos recipientes no son caros y los venden en las propias gasolineras, por lo que no merece la pena arriesgarse.
El inconveniente de quedarse sin combustible puede ser peor aún en el caso de los coches diésel. Los vehículos de gasolina se pondrán en marcha en cuanto el depósito reciba el líquido suficiente, pero en el caso de los diésel puede que sea necesario purgar el circuito, por lo que no habrá más remedio que acudir a un taller y afrontar un desembolso extra.