Los jóvenes españoles de 18 a 24 años ven en los juegos de azar y las apuestas una forma más de ocio y entretenimiento para divertirse en grupo, según la investigación cualitativa 'Jóvenes, fuegos de azar y apuestas' realizada por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad. No solo eso. En este contexto, el estudio de la Fad apunta que los jóvenes ven el juego como un tipo de ocio extendido, que no genera extrañeza. Además, lo consideran un gasto como cualquier otro, apuntan la posibilidad de hacer amigos, y marcan como objetivo la diversión puntual. Los datos también demuestran que la ludopatía también ha aumentado entre los menores.
El estudio, presentado este jueves en la sede de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, parte de los resultados de la encuesta ESTUDES en los Cortes de 2016 y 2018, que muestran un incremento del número de jóvenes que han jugado de forma presencial y 'online'.
Las cifras indican que el porcentaje de chicos que ha jugado de forma presencial en los últimos 12 meses ha pasado del 21,6% de 2016 al 30,7% en 2018 (casi 4 puntos más). En el caso de las chicas, el crecimiento ha sido de 10 puntos, al pasar del 5,4% al 15,3% en dos años.
Respecto al canal de juego 'online', la encuesta del Plan Nacional sobre Drogas indica que el porcentaje de chicos que han jugado con dinero ha crecido del 10,2% al 17,4 % en dos años, frente al de chicas que se ha incrementado del 2,5 % al 3,6%.
Los jóvenes asumen el juego de forma grupal, de forma que "el grupo nunca pierde". Ya en una segunda etapa, algunos personas comienzan a jugar de forma individual. Cuando empiezan a jugar, según recoge el informe, lo hacen sin dinero físico, es decir, con cuotas o bonos de dinero no canjeable; por la ilusión de ganar y no por la parte económica; y por demostrar sus habilidades ante el resto.
Se convierte en uno de los planes comunes entre los jóvenes. Aunque los menores no tienen acceso a las casas de juego, la realidad es que no les resulta difícil entrar.
En el caso de Iván, apunta que se pasaba desde primera hora de la mañana hasta la última del día jugando e incluso llegó a robarle dinero a sus padres. Ahora lleva tres años sin jugar pero todavía evita pasar cerca de las casas de apuestas.