A cada afección, su suplemento. La pregunta es quién no se suplementa hoy en día. El deseo de ganar calidad a los años, de verse bien o de prevenir enfermedades hace que los suplementos alimenticios vivan un auténtico boom que también tiene un reflejo en los precios de venta al público. No es raro que determinados colágenos en polvo cuesten casi 90 euros o precios muy superiores si los combinamos con distintos productos.
Mientras que la demanda de este tipo de suplementos es muy alta, el poder adquisitivo de quienes los compran es mucho más heterogéneo. No todo el mundo disfruta de una economía que puede costeárselos; de ahí que surjan superofertas, especialmente en plataformas como Amazon o Ali Baba, con un precio sensiblemente inferior al de los canales habituales de distribución. La pregunta de fondo es si estamos comprando lo que queremos, algo muy relevante cuando la salud está de fondo. Antes de eso, hay otra cuestión que precede a la anterior: ¿necesitamos en realidad suplementos nutricionales?
Como explica en Uppers el experto en antienvejecimiento Vicente Mera, suplementarse es necesario para muchas personas. Quien ingiere una dieta perfecta en calidad y cantidad, sin procesados, con productos orgánicos y una manera de cocción adecuada no tendría por qué. "¿Pero quién se alimenta así?", se pregunta este médico quizá pensando en lo que cuesta 1 litro de Aceite de Oliva Virgen Extra, el de mayores beneficios para la salud.
La farmaceútica Asun Arias, experta en bioquímica y micronutrición, alude a algo parecido. La dieta habitual de un país desarrollado no es suficiente para mantener los niveles adecuados de nutrientes. "La agricultura intensiva ha hecho, por ejemplo, que en la tierra no haya magnesio, un micronutriente esencial para la salud. El magnesio está involucrado en 325 reacciones del organismo", asegura esta experta en el podcast de Telva 'La belleza es nuestra'. Por tanto, ¿podemos vivir con una carencia crónica de magnesio?
La pregunta es pertinente y podría hacerse referida a muchos otros micronutrientes. La realidad, según explica Asun Arias, es que los alimentos de hoy ya no sirven para alimentar nuestra mitocondria (el núcleo de las células) de manera suficiente y que el estrés impacta en nuestra calidad de sueño, básico para el proceso de regeneración del organismo, y la absorción de los nutrientes desde el intestino. La razón es que una microbiota intestinal alterada no va a poder metabolizar bien los nutrientes de unos alimentos probablemente menos alimenticios que hace unos años.
La suplementación surge así como una alternativa razonable, con muchos matices. Si hay niveles carenciales, identificables en un simple análisis de sangre, el profesional médico pautará una dieta adecuada y su suplementación. Si no hay déficit, pero queremos mejorar, también es necesario un test de niveles y un experto, ya sea médico especializado o farmacéutico con formación en bioquímica, quien aconseje las mejores opciones. En el primer caso, se trata de sobrevivir a un déficit carencial; en el segundo, como explica Asun Arias, "supervivir", sacar partido a nuestras posibilidades.
Es en este punto donde los consumidores empezamos a comparar suplementos, precios y ofertas. Cualquier persona medianamente informada sabe de las bonanzas de la vitamina C, el colágeno, el magnesio, la vitamina D o el omega 3. "Eso no quiere decir que tomemos absolutamente de todo de cualquier forma", advierte la farmacéutica Asun Arias.
Para saber qué estamos comprando y qué potenciales beneficios vamos a obtener, es importante confiar en el laboratorio que está detrás. Pese a que canales de distribución como Amazon pide a los vendedores desde hace unos meses un certificado de conformidad para la venta de complementos alimenticios en la Unión Europea, no es raro que haya incidencias en la venta de este tipo de productos.
El terreno para la picaresca está abonado porque los suplementos nutricionales tienen la consideración de alimentos, no de medicamentos. Esto hace que no se necesite receta para adquirirlos y que la oferta que llega al consumidor final sea enorme y a través de muchos canales, fundamentalmente herbolarios, supermercados, parafarmacias, farmacias y plataformas online. En la Unión Europea, los complementos alimenticios están regulados por la Directiva Marco 2002/46/CE. Establece las definiciones, los principios básicos sobre complementos alimenticios y la seguridad de los productos. En concreto, detalla los nutrientes (vitaminas y minerales) autorizados en los complementos alimenticios vendidos en el territorio europeo.
Además, los complementos alimenticios también se ven afectados por el Reglamento (CE) 1924/2006 sobre reivindicaciones nutricionales y de salud, así como por el Reglamento INCO (UE 1169/2011), que establece los principios y requisitos generales para todo lo relacionado con el etiquetado de los alimentos. Pese a la regulación, a la que en España se une la de AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición), no hay criterios demasiado estrictos. Lo que se busca es la seguridad, que no sean perjudiciales para el organismo, no la eficacia. Por otra parte, basta con acreditar en el etiquetado que el producto contiene determinado nutriente, sin tener que informr del resto de componentes. Desde ese punto de vista, podemos gastar dinero en suplementos que no son malos para la salud, pero que no hacen lo que dicen. O no por ese precio.
Llegamos así a la primera pregunta, aunque reformulada de otra manera: ¿podemos confiar en esos suplementos nutricionales que nos seducen en forma de ofertón? "Depende de lo que lleven dentro, de si hay un solo principio activo o varios", señala Asun Arias, aunque su opinión final es más contundente: "No pueden ser ni muy caros ni muy baratos. Pero si son muy baratos, sencillamente, no es posible", advierte.
Según los expertos, hay tres señales de que el producto que queremos comprar merece nuestra confianza:
La mayoría de la población tenemos déficits de uno o varios de estos mirconutrientes: calcio, hierro, yodo, magnesio, zinc, fósforo, selenio, ácido fólico, vitamina B12, vitamina C, vitamina A, vitamina D y vitamina E. Un suplemento no va a arreglar de golpe estas carencias -de hecho, hay que esperar un mínimo de tres meses para ver resultados-, pero lo que sí puede ocurrir es que no nos ayuden a recuperar los niveles necesarios para estar bien. ¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre un suplemento de mayor o menor calidad?
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