Cuando pensamos en la declaración del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas o IRPF, lo más frecuente es que nos venga a la cabeza la gran duda (y el gran miedo) con respecto a este tributo: ¿me tocará a devolver o a pagar?
Y es que, aunque en muchos casos la presentación de este impuesto anual suele arrojar un resultado en tablas (y, por tanto, no es necesario pagar nada, ni nos será devuelta cantidad alguna), a medida que se complica nuestra declaración es posible que las probabilidades de tener que pagar a Hacienda aumenten. Un caso frecuente es la existencia de más de un ingreso o pagador. ¿Cómo afecta tener más de un pagador en la renta?
El IRPF es el principal tributo en cuanto a recaudación en nuestro país, seguido por el IVA. De él dependen gran parte de los ingresos del Estado en lo que a tributos se refiere. Además, es uno de los impuestos más conocidos por todos, dado que pocas personas se libran de presentar su declaración cada año.
Una de la principales características de este impuesto es su progresividad: el motivo es la búsqueda de una redistribución de la renta, gravando en mayor medida a las rentas más altas y menos a las más reducidas, en un intento por alcanzar una mayor homogeneidad y una reducción del impacto de las diferencias estructurales que existen en nuestra sociedad.
Sin embargo, una de las consecuencias de esta progresividad es que podremos llevarnos un pequeño susto si nuestros ingresos aumentan y alcanzamos un nuevo tramo: existen distintas horquillas de ingresos a las que se aplican distintos porcentajes que van a parar a Hacienda, de forma que a medida que aumentan los ingresos, iremos 'completando' tramos con ellos.
Estos son los tramos del IRPF vigentes en 2021:
Es importante tener en cuenta que el hecho de ’saltar’ de tramo por haber obtenido más ingresos en un ejercicio determinado no significa que el nuevo porcentaje (más elevado) se vaya a aplicar a la totalidad de tus ingresos. Al contrario, la suma comprendida en un tramo determinado tributará por el porcentaje que le corresponda, y la suma restante (dentro del siguiente tramo), lo hará por el nuevo porcentaje (más elevado que el anterior), y así sucesivamente.
En este sentido, lo habitual es que tu empresa te retenga una suma correspondiente a IRPF cada mes basándote en los ingresos que vas a percibir de ella durante un año concreto. Si tu sueldo es tu única fuente de ingresos y trabajas durante todo el año para el mismo empleador, lo normal será que tu declaración de la renta quede en tablas. Sin embargo, si has trabajado solo parte del año en esa empresa, has tenido varios empleadores o recibes ingresos fuera de tu nómina, deberás revisar tu situación para no llevarte un susto cuando llegue tu cita anual con Hacienda.
Una forma de controlar la situación es calcular tus ingresos aproximados para ese año teniendo en cuenta a todos tus pagadores y simular cuánto te corresponde pagar, algo que puedes hacer con ayuda de un asesor fiscal. Si las retenciones que se te están realizando no bastan para cubrir esta suma, siempre puedes pedir a tu empleador que aumente tu retención, o bien ir guardando un dinero para hacer frente a este gasto cuanto toque presentar la declaración.
En cualquier caso, no hay culpables: ni tu empleador te está reteniendo mal (lo hará en función de lo que vayas a percibir anualmente de su parte), ni Hacienda te está aplicando un porcentaje exorbitado con respecto a tu ejercicio anterior. Eso sí, la acumulación de una retención por debajo de la adecuada durante todo un año puede provocar una cifra final importante que puede darnos esta impresión.
Por último, no hay que olvidar que existen otras rentas que se tienen en cuenta a la hora de calcular el IRPF más allá de las procedentes del trabajo, tales como las obtenidas de un alquiler o una compraventa de vivienda, los beneficios por la venta de acciones, una pensión pública, cualquier inversión, un premio, el dinero fruto de una indemnización...
Lo mejor es ir sobre seguro y planificar si nos saldrá a devolver o a pagar antes de que finalice el ejercicio para poder tomar decisiones al respecto. Por ejemplo, depositar dinero en un plan de pensiones, para aprovechar su desgravación. Todos estos pasos pueden darse con la ayuda de un asesor fiscal que nos ayude a ahorrar dinero.