En tiempos en que la tecnología avanza tan deprisa resulta complicado seguirle la pista a todas las innovaciones que se producen bajo su paraguas. El blockchain es sin duda una de las más destacadas y revolucionarias, pero también una de las más complejas y menos comprendidas. ¿Qué es, cómo funciona y para qué sirve la tecnología blockchain?
La lógica de la tecnología blockchain se encuentra en algo tan universal y previo a la era de Internet como es la necesidad de verificar la identidad de algo y, para ello, tradicionalmente existen terceros o medios que sirven como prueba oficial de su ‘veracidad’, ya sea como personas, como operaciones, como datos... Un ejemplo es nuestro DNI, o una firma electrónica. Cuanto más impersonal se vuelve la tecnología, más sistemas de verificación se generan porque más difícil se vuelve la identificación de la veracidad de cualquier operación o movimiento. A la vez, la red lo vuelve todo más vulnerable: las suplantaciones existen y proliferan en el entorno digital.
Es en este contexto en el que surge la tecnología blockchain como alternativa al uso de intermediarios en ese proceso de verificación. Y es que aquellas empresas o entidades que se encargan de este proceso indudablemente manejan nuestros datos y pueden comprometer nuestra privacidad, o incluso cederlos a terceros cuando lo permite la ley. Para evitarlo y saltarse a esos intermediarios, la solución que plantea el blockchain es que todos seamos partícipes de la verificación de la información que circula.
Básicamente, se trata de crear una gran base de datos que se distribuye entre varios participantes, a los que se denomina nodos, que se conectan a una red descentralizada (sin ordenador principal). Todos ellos utilizan el mismo lenguaje o protocolo, y en esta base de datos constan todas las transacciones realizadas en el ámbito de esa red. El mensaje transmitido se denomina token (en inglés, símbolo o ficha), va encriptado y representa la información que contiene la red.
En cuanto al contenido del mensaje, puede ser cualquier cosa (legal): dinero, un bien, un alquiler, una compra... Gracias a la encriptación, el contenido no es revelado. Lo tokens se agrupan en bloques que se van uniendo en forma de cadena. (de ahí la idea de ‘cadena de bloques’. El resultado es una cadena de bloques de transferencias de todo tipo, encriptadas, que puede utilizarse de múltiples maneras. Existen distintos tipos de redes blockchain y, aunque la primera de ellas se inventó para la famosa moneda digital ‘bitcoin’, a día de hoy el abanico de posibilidades es mucho mayor.
Desde el punto de vista financiero, una criptomoneda funcionaría de forma que todas las transacciones realizadas se registrarían en una cadena de bloques, de forma que cada nodo tendría una copia de ellas y actuaría como verificador. No es necesario, por tanto, un banco central que verifique las operaciones. Eso sí, en las redes de blockchain existen figuras verificadoras: los ‘mineros'. Éstos reciben avisos de transacciones y las reúnen en bloques, que son verificados antes de cerrarse, y que no podrán alterarse sin modificar el bloque completo (garantizados así su no alteración).
Esta misma lógica puede aplicarse a cualquier sector y a cualquier operación que precise verificación. Por tanto, son muchos los que prevén en su uso una de las herramientas clave de cara al futuro. Otros, sin embargo, la relegan al cajón de tecnologías demasiado complejas como para convertirse en opción generalizada. Y es que comprender su significado y, por tanto, fiarse de su funcionamiento, es un requisito imprescindible para que el blockchain consiga calar a nivel global. Se habla, incluso, de una ‘burbuja’ tecnológica a su costa, aunque habrá que esperar para ver qué recorrido tiene la cadena de bloques como concepto revolucionario.