¿Cuántas veces hemos oído eso de "¡Apaga la luz!"? ¿Cuántas veces lo decimos al día? En todo grupo de convivencia surgen dos equipos: el de quienes encienden todo tipo de lámparas sin remordimiento alguno y el de quienes persiguen el encendido non-stop.
La lógica dice que con el altísimo coste de la energía apagar la luz cuando no es necesario es lo aconsejable. Sin embargo, en esto, como diría Bob Dylan, los tiempos están cambiando. Según el tipo de bombilla que usemos puede ser necesario o irrelevante andar encendiendo y apagando la luz. Conocer el consumo de cada tipo no es ninguna tontería porque, además de ahorrar, también podremos ahorrarnos unas cuantas discusiones domésticas. El ingeniero industrial Abraham Serrano explica las diferencias de consumo entre las distintas clases de bombillas.
"Las bombillas incandescentes funcionan con un filamento que, al paso de la corriente, se calienta y emite luz y calor", señala el experto. En la emisión de calor está su principal fallo, pese a que tengan otras ventajas. "Son las más baratas del mercado, aunque ya no se fabrican por una normativa de 2012. Todavía se siguen vendiendo porque queda stock, pero no son las más aconsejables: tienen un alto consumo energético porque el 95% de la energía de la bombilla se pierde en calor y solo un 5% se emplea en energía lumínica", asegura. Para el experto, este tipo de bombillas a largo plazo no interesan porque su vida útil es muy baja, solo de unas 1.000 horas.
Las bombillas halógenas funcionan de una manera muy similar a la incandescencia: "Tienen un filamento que con el paso de la corriente eléctrica se ilumina y produce calor. Este filamento está compuesto de wolframio y un gas inerte (yodo o bromo)". Su principal ventaja es que son muy rápidas. "Se encienden al instante, alcanzan su temperatura de color en cuanto las encendemos. Tienen una vida útil de entre 2.000 y 3.000 horas", explica este ingeniero industrial.
El consumo de las halógenas es un 40% inferior al de las bombillas incandescentes, pero tiene un problema: "Emiten mucho calor; por tanto, pierden energía".
"A diferencia de la incandescencia o de las halógenas, en las bombillas fluorescentes la corriente eléctrica pasa a través de un gas hacia el interior de un tubo", explica Serrano. Si lo que buscamos es luz instantánea, no es nuestra opción: "Tardan en arrancar y en alcanzar su funcionamiento pleno de color y luminosidad. Su periodo de vida útil es de unas 15.000 horas".
En cambio, si lo que buscamos es ahorro, pueden ser una buena idea: "El gasto energético de estas bombillas es un 80% menor que las incandescentes", asegura el experto.
Su funcionamiento, a través de diodos y drivers, hace que sean muy rápidas. "Al encendarlas, de manera inmediata, alcanzan su temperatura, color y rendimiento. Son las de mayor vida útil del mercado, pueden llegar a las 50.000 horas. También son las más caras, pero, a la larga, compensarían el gasto", explica Serrano.
Su bajo consumo es su mejor baza: "Son las de menor consumo energético. No emiten calor, así que las pérdidas son muy pequeñas y toda la energía que desprenden es energía lumínica".
Según el experto, lo recomendable es utilizar bombillas LED en todas las estancias de la casa, con distintos matices. Si queremos optimizar el consumo, habría que instalar las bombillas más adecuadas a las distintas habitaciones. "En la cocina, por ejemplo, al ser un espacio de trabajo, mejor usar LED con luz fría, con una temperatura de color de unos 5.000 o 6.000 kelvin. En el salón, un LED cálido, aunque en alguna zona puede interesar destacar algún mueble u objeto decorativo. En ese caso, podríamos poner algún halógeno. En baños, interesaría un LED de luz fría dirigida. Y en dormitorios, LED en tonos cálidos. En todo caso, es importante escoger para cada estancia el formato adecuado: aplique, LED empotrado o lámpara colgante, entre otros".
¿Y en los espacios menos nobles de la vivienda como garages o trasteros? En estas zonas, un fluorescente da el servicio perfecto porque son áreas donde no se pasa mucho tiempo y no se plantea la cuestión de tener que apagar o encender con frecuencia.
Atendiendo a datos de consumo, la batalla de las luces acaba en empate. Aunque hay dos tipos de bombilla (fluorescentes y LED) a los que no afecta tanto el encendido y apagado continuo, encender la luz y olvidarse de ella siempre va a impactar negativamente en nuestra factura. ¿De qué manera podemos reducirla? El ingeniero Abraham Serrano comparte los tips de ahorro más efectivos:
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