En el campo todos cuentan las semanas que lleva sin llover. Unos para dar por perdidas las cosechas de cereal que se plantaron en invierno y que no han soportado la falta de agua. Otros, para terminar de decidir qué hacen con las plantas que tienen preparadas para sembrar y que temen que se queden en nada si los próximos meses siguen siendo tan secos como marzo y lo que llevamos de abril.
“Es todo incertidumbre. Hace dos meses y medio, cuando se hizo el pedido de semillas, no sabíamos cuál iba a ser la situación del agua, pero muchos ya imaginábamos que iba a haber poca y hemos plantado menos sandías y casi nada de melón. Yo he plantado un 15% menos, pero algunos compañeros han decidido directamente no plantar nada, no gastar agua y tratar de recuperarse para empezar con la campaña de invierno", señala Plácido Martínez, responsable de la Coordinadora de Organizaciones Agrarias y Ganaderas (COAG) en Lorca (Murcia).
Este agricultor, que como todos en la zona depende principalmente del agua del trasvase Tajo Segura, asegura que el mantenimiento del caudal hasta junio supone un incentivo para que muchos hayan tratado de mantener las cosechas ya plantadas.
“Es un problema muy gordo, sobre todo para los que estamos en cooperativas y tenemos unos contratos que tenemos que cumplir con la distribución. No sabemos cómo lo podremos hacer, pero si perdemos los clientes, tanto de España como de Europa, nos sobra todo lo que hemos plantado. Hay cadenas de distribución que nos están pidiendo más producto y yo ni siquiera sé si voy a poder plantarlo. Es una impotencia total, así que estamos esperando a ver qué pasa, a ver si llueve”.
La situación, además, se complica porque en apenas tres semanas llega el momento de que estos agricultores del sureste de España encarguen lo que plantarán en agosto, de cara a la temporada de invierno. “El 10 de mayo tengo que hacer el pedido para el semillero de alcachofa, brócoli y coliflor, y con esta sequía no tengo nada claro qué hacer. No sabemos ni si arriesgarnos a pedir planta, no sabemos lo que vamos a plantar. Tendremos que ver primero cómo escapamos este verano con la sandía, porque si encima de los costes, no da dinero, habrá que reducir las próximas siembras”, explica.
Y es que, señala, la falta de agua provocará que las cosechas sean más pequeñas, mientras que el precio de estos productos dependerán sobre todo de otro aspecto también relacionado con lo meteorológico. "Sabemos que los precios de la sandía dependen, sobre todo, del calor que haga. Si hace fresco en julio, y en Europa a veces sucede, no hay consumo. Y si baja la demanda, bajan los precios. Hasta ahora los de algunas hortalizas sí han estado altos porque ha habido menos producción".
Por el lado de los costes, lamenta, las caídas han sido pequeñas y no permitirán que el consumidor note grandes rebajas. “Tenemos tierras que estamos pagando, alquileres de fincas y naves, y no estamos produciendo lo esperado. Habrán bajado algo algunos costes respecto al año pasado, pero regar nos cuesta cada vez más caro, los productos fitosanitarios están subiendo, los fertilizantes han caído un poco, pero siguen estando al doble de lo normal. Y la producción será menor porque con el tiempo tan seco y cálido los tallos son más finos, la mata es pequeña y no puede tener frutos grandes”.
Si los productores de regadío hacen todavía números para tratar de proteger sus negocios de la falta de lluvia, los de secano, en buena parte de España, ya se han despedido de las cosechas de este año. “Llevo 60.000 euros de pérdidas entre la inversión en simiente y en abono y lo que supuso la siembra”, explica José Carlos Velasco, un agricultor del sur de Madrid, que tiene claro que no recogerá nada del trigo y la cebada plantadas en sus casi 200 hectáreas.
“Lo plantamos en invierno, con las últimas lluvias. Estábamos tan contentos, pero ya no llovió más. Se debería recolectar a finales de junio, pero no hay nada en el campo, está completamente perdido. Este año me ha pillado con bastante sembrado y encima no ha sido un año normal, porque hemos pagado el abono cuatro veces más caro de lo habitual por el encarecimiento del gas y la semilla del cereal también estaba carísima cuando sembramos”, lamenta.
Sin embargo, a pesar de este descenso de la producción de cereal que está afectando a buena parte de la zona sureste de España, es posible que los consumidores no terminen sufriendo un aumento de los precios como los registrados el pasado año cuando se interrumpió el comercio por la guerra de Ucrania.
“La pérdida de estas cosechas puede tener cierto impacto de cara a la alimentación animal, pero en la alimentación final no deberían subir mucho los precios, porque el mercado del cereal es global, no local. Se fijan los precios atendiendo a lo que sucede en todo el mundo y este año se prevé que Rusia tenga una gran cosecha y Ucrania tiene mucho cereal guardado. Eso puede hacer descender los precios”, explica Andrés Góngora, responsable del sector hortofrutícola de COAG.
La reducción de las cosechas por la sequía y las últimas heladas registradas a principios de abril van a dar lugar también a un descenso de la alimentación disponible para el ganado, lo que provocará un nuevo encarecimiento de los costes de producción de este sector.
"Es el primero que ya se está viendo afectado, porque está habiendo problemas para encontrar forraje. La alfalfa se está pagando a cuatro veces su precio normal, la avena está subiendo, y los ganaderos que siembran su propio pasto se han quedo sin producción, sobre todo en el sur de España”, describe Góngora, que no atisba rebajas en los costes de producción de la ganadería teniendo en cuenta que la alimentación supone más de la mitad de estos.
La voz de alarma la ha dado ya Unión de Uniones de Agricultores y Ganaderos, que este martes alertaba de la "difícil" situación de los ganaderos de vacuno de leche. La organización aseguraba que el pasado año desaparecieron 789 explotaciones lácteas y advertía que en 2023 la situación no está mejorando. "Son muchos los ganaderos que en esta situación han decidido sacrificar sus animales para carne y abandonar la producción de leche", subrayaban. Según los datos del Ministerio de Agricultura, en marzo se contaba con 25.642 vacas menos respecto al mismo mes del año pasado.
El Gobierno, que este miércoles reunirá a la mesa de la sequía para “hacer un diagnóstico de la situación actual y de las medidas que puedan adoptarse”, ya reconoce que este factor puede impactar en la evolución de los precios de los alimentos. Y es que ya el año pasado, la falta de lluvia en el campo fue, junto con la crisis energética y los efectos de la guerra, un aspecto clave en el fuerte incremento de la inflación de los alimentos, que alcanzó los niveles más altos registrados.
Aun así, el ministro de Agricultura aseguraba este martes, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, que el descenso de una décima el pasado mes de marzo del IPC de estos productos (hasta situarse en el 16,5%) es una muestra de la contención que se está produciendo en las subidas. “Contención en un contexto muy difícil, tanto en lo relativo a la sequía como a la guerra de Ucrania, que está provocando una situación de los mercados internacionales tremendamente complicada”, aseguraba.
Pese a todo, se Luis Planas se mostró partidario de persistir en la reducción del IVA de los productos básicos y aseguró que la generalización de ofertas para reducir los precios marca una tendencia positiva. “Mantenemos la visión de que los precios de la alimentación van a disminuir de forma progresiva y en un periodo próximo”.