Las soluciones al problema del gas ruso en Europa pasan, en gran medida, por España. Alemania parece haber llegado a esa conclusión cuando, por primera vez en la historia, ha decidido impulsar la construcción de un gasoducto que una nuestro país con Francia a través de los Pirineos. El chorro barato y directo desde Rusia que durante años alimentó a la industria alemana hizo que Berlín nunca se interesara por este proyecto. La economía alemana consume una cantidad ingente de gas, multiplica por tres el consumo español en un año.
La invasión de Ucrania ha generado toda una serie de movimientos tectónicos en la estrategia energética de muchos países. Alemania quiere cortar con su adicción al gas ruso y vuelve su mirada hacia el sur: África podría ganar protagonismo en el suministro y España está conectada con este continente. Problema: la península ibérica es una isla energética.
Nuestra mínima conexión con Francia --capacidad para vender y compras gas y electricidad-- ha sido vista como un problema, básicamente, nuestro. Ya no; ahora afecta a toda la Unión Europea. El canciller alemán, Olaf Scholz, lamentaba esta semana que no se hubiera prestado atención a esta debilidad: en esta crisis energética se echa en falta “de forma dramática”, decía, que España no tenga capacidad para enviar más gas al resto de la UE.
Nuestro Gobierno celebra que el proyecto Midcat --tiene nombre porque ya se intentó construir en el pasado-- haya dejado de ser una cuestión bilateral entre España y Francia. "España está en una buena disposición para convertirnos en un centro logístico que pueda suministrar gas al resto de Europa", ha dicho este viernes la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño. Para ello tenemos que reforzar los gaseoductos, las interconexiones eléctricas tanto con Francia como con Italia." Cuestionada sobre cómo se podría financiar ese gaseoducto, Calviño ha indicado que "está claro que se trata de unas infraestructuras que benefician al conjunto de la Unión Europea, por tanto tienen que contar con financiación de la UE".
"El gasoducto a través de Pirineos estaría operativo en ocho meses en el lado sur de la frontera", aseguraba también este viernes la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Transición Ecológica. "Pero no tiene sentido que corramos mucho si luego en el lado francés no hay capacidad para recibir ese volumen de gas". Otras fuentes del sector aseguraban hacen tan solo unos meses que se tardarían hasta tres años en construir la tubería.
España ha pedido a Alemania que participe en el grupo de alto nivel "para estudiar cómo hacer más efectivas estas conexiones", explicaba Ribera. Nuestro país solo está interesado en este gasoducto si se cumplen varias condiciones:
El interés alemán por el proyecto Midcat supone una buena garantía para los dos primeros requisitos. El tercero, además de una cuestión técnica, forma parte de la propia estrategia europea para librarse del chantaje de Putin: toda infraestructura que se construya ahora se tiene que hacer mirando hacia un futuro dominado por las energías verdes.
¿De qué potencia hablamos?
La tubería de 226 kilómetros que uniría la localidad catalana de Hostalric con la francesa Barbaira no es la única que ha resucitado con la invasión de Ucrania. La búsqueda europea por diversificar el suministro de gas también podría afectar a los planes en África. El que más puntos va ganando es el gasoducto transahariano.
Este proyecto transportaría gas natural de Nigeria (uno de los países con mayores reservas de gas) a Argelia atravesando Níger. Los tres países firmaron el mes pasado un acuerdo para volver a analizar las posibilidades de esta tubería de 4.128 kilómetros. Tendría alrededor de la mitad de la capacidad del Nord Stream: 30 bcm al año.
Hay otros países africanos con potencial: Mozambique y Mauritania, sobre todo. Allí empresas como Eni, Total y BP tienen proyectos relacionados con el gas natural.
Así como el plan de ahorro energético se ha convertido en un auténtico embrollo político entre PSOE y PP, en el caso del gasoducto están de acuerdo. El pleno del Congreso avaló en mayo con los votos de ambos partido, y a propuesta del PP, que se simplificaran los trámites necesarios para el Midcat y se considerara un proyecto de interés común.
El que se dividió en este caso fue el propio Gobierno: Podemos rechazó la idea junto con EH-Bildu, la CUP, Más País-Equo, el BNG y Compromís.
La última vez que se planteó en serio el Midcat coincidió con otro movimiento ruso: la anexión de Crimea en el año 2014. Entonces ya se propuso esta infraestructura para reducir la dependencia de Moscú. Pero en 2018 los reguladores franceses y españoles llegaron a la conclusión de que era mejor pararlo. El gas no parecía una inversión con futuro ante la apuesta por las renovables, Francia quería que España pagara toda las infraestructura, había oposición local en las comarcas afectadas... En definitiva, eran otros tiempos. La visión geopolítica de Alemania prevaleció entonces: el gobierno de Angela Merkel nunca imaginó que Rusia pudiera utilizar el gas como arma contra sus clientes europeos.