Mientras el gas sigue instalado en máximos históricos, el petróleo parece que se ha tomado una tregua. No está del todo claro cuánto tiempo durará y los expertos están divididos. La referencia en Europa, el barril Brent, bajó de los 94 dólares este jueves. Retrocede a los niveles en los que cotizaba días antes de la invasión rusa de Ucrania hace medio año. En el último mes acumula un descenso del 20%.
Sin embargo, el gas se ha encarecido un adicional 36% en las últimas cuatro semanas. Permanece anclado en zona de máximos históricos alrededor de los 200 euros el MWh. Parece que la cotización de ambos combustibles se ha desacoplado. De mantenerse la tendencia, se podrían esperar mejores noticias en el lado de los carburantes pero no tanto en la electricidad y la actividad industrial.
El traslado del precio del crudo a los carburantes no es tan rápido cuando se trata de caídas. Aun así, los combustibles acumulan seis semanas consecutivas de retrocesos. Un modesto respiro del 10% en el caso de España, de acuerdo con los datos que publica el Boletín Petrolero de la UE. Tanto diésel como gasolina vuelven a niveles del mes de mayo. Siguen siendo precios elevados, alrededor de los 1,9 euros de media el litro (son 1,7 euros aplicada la bonificación del Gobierno).
Antes de que Rusia invadiera Ucrania, los surtidores en las estaciones de servicio de nuestro país marcaban niveles de 1,5 euros el litro para el diésel y de 1,6 euros el litro para la gasolina 95.
Vistos todos los problemas que está poniendo Rusia para reanudar el bombeo de gas a Europa a través del principal gasoducto, es bastante probable que el precio de este combustible siga tensionado. De hecho, los mercados apuestan claramente por este escenario a día de hoy. Sin embargo, en el caso del crudo hay bastante división respecto a qué puede ocurrir en el medio plazo.
La Agencia Internacional de la Energía (IEA) constataba hace unas semanas una caída de la demanda de petróleo en los países de la OCDE. "El aumento del coste del combustible y el deterioro del entorno económico están comenzando lentamente a moderar el crecimiento de la demanda de petróleo en la OCDE", aseguraba la IEA.
Por otro lado, Rusia ha recuperado su nivel de exportaciones de crudo casi como antes de invadir Ucrania, confirmaba en su último boletín el Banco Central Europeo (BCE). El recorte inicial en sus ventas internacionales generó un efecto de alarma y disparó las cotizaciones. Está por ver qué impacto tendrá el inicio de la aplicación de sanciones de la Unión Europea al petróleo ruso a finales de este año y cómo reaccionará Moscú. Según un cálculo JP Morgan citado en el diario 'Financial Times', si Rusia decide cortar totalmente sus exportaciones de crudo, los precios del barril podrían dispararse a los 380 dólares, "más del doble del récord alcanzado en la crisis de 2008".
Como ocurre con el gas, en el oro negro también hay mucha geopolítica. Estados Unidos presiona a sus socios en el G7 para poner un límite al precio que puede ingresar Rusia por las ventas de su crudo. Una manera de evitar seguir llenando los bolsillos de Vladímir Putin para continuar con la guerra. No está claro si la medida puede remar en esa dirección o generar un efecto totalmente contrario: que Rusia corte el grifo del petróleo y genere una nueva escalada de precios.
La administración de Joe Biden está presionando en las últimas semanas todo lo que puede para que los actores del mercado consigan reducir el precio del crudo y eso se traslade a las gasolinas. El presidente quiere sumar puntos de cara al electorado y las próximas elecciones legislativas de otoño en el país.
El mes pasado Biden visitó Arabia Saudí en línea con este objetivo. El mayor productor de petróleo del mundo consiguió convencer esta semana a sus socios del cártel de la OPEP para aumentar el bombeo en 100.000 barriles diarios a partir de septiembre. Es más bien un incremento simbólico porque la cantidad equivale al 0,1% del consumo de crudo diario del mundo.
Los datos indican desde hace meses que hay poco margen para aumentar mucho más la producción de crudo en el mundo. La falta de inversiones de los últimos años se está dejando notar. Además, la propia transición energética en los países avanzados ha contribuido a alejar el dinero de las petroleras de los pozos. Las grandes compañías han presentado planes para volverse verdes en los próximos años. Seguir buscando petróleo en nuevos lugares no entra dentro de los planes.
Cualquier elemento que afecte a la oferta o a la demanda puede desencadenar una subida de precios. Y la incógnita no es solo qué hará Rusia. Un análisis de Bloomberg apuntaba en otra dirección: ante la escasez de gas de cara al otoño, las empresas alemanas se están cambiando al petróleo para alimentar sus máquinas. No está claro cuántas han tomado esta decisión pero si son muchas, habrá que ver si el mercado puede encajar un aumento de la demanda de crudo sin disparar mucho los precios.