Abres el móvil, te metes en Instagram y hay decenas de stories y directos de gente haciendo deporte, preparando pan, estudiando más que nunca o reorganizando los cajones de la cocina, y mientras tanto a ti no te apetece ni levantarte de la cama. ¿Te sientes más apagado de lo normal? Si la respuesta es sí, tal vez la apatía tenga algo que ver.
La apatía es un estado psicológico que todos hemos atravesado más de una vez, sobre todo durante momentos estresantes. Cuando estamos apáticos, la motivación brilla por su ausencia. No nos apetece hacer absolutamente nada, y esa sensación de agotamiento psicológico puede incluso provocarnos cansancio físico, haciendo que algo tan sencillo como bajar la basura o ir a comprar el pan nos cuesta trabajo.
Aunque la apatía es un síntoma de algunos trastornos psicológicos como la depresión, por si sola no es algo patológico. A veces es normal sentirnos desmotivados, y el hecho de estar aislados en nuestras casas es un motivo más que razonable para sentirnos apáticos.
En este sentido, el confinamiento está teniendo sus consecuencias para parte de la población y está afectando sobre todo a los más que jóvenes (de entre 18 y 39 años) que son los más susceptibles a sentirse solos, tener depresión o ansiedad ante el coronavirus en comparación con las personas mayores de 60 años según demuestra un estudio de la Universidad Complutense de Madrid y Grupo 5 sobre el impacto psicológico y la resistencia de la población española ante el COVID-19.
En este sentido, de los más de 3.400 encuestados (de todas las edades), el 60% han indicado que han sentido poco interés o placer en hacer cosas y se han sentido varios días decaídos, deprimidos o sin esperanzas y el 15% ha tenido esa sensación más de la mitad de los días. Además, el 70% de las personas reconoce haberse sentido, durante algunos días, nerviosas, angustiadas o tensas y más de la mitad; un 55%, han sentido que no eran capaces de dejar de preocuparse o de controlar la preocupación.
Por edades, los más jóvenes (de entre 18 y 39 años) son los que presentan más ansiedad, depresión y síntomas somáticos, así como un mayor sentimiento de soledad y falta de compañía.
Mónica es una de las muchas personas que ha sufrido apatía durante el confinamiento: "Tengo la suerte de que después de la cuarentena voy a seguir trabajando, y al principio me tomé esto como unas vacaciones, pero he acabado cansada de no hacer nada". Tiene 23 años y está pasando la cuarentena con sus dos compañeras de piso.
"Como no tengo que trabajar, pues no hago nada. Veo a mis compañeras de piso haciendo rutinas de ejercicio o aprovechando para hacer cursos, y a mí lo único que me apetece es tirarme en el sofá con las persianas bajadas y dormir”, añade Mónica preocupada por la sensación de agotamiento mental y físico.
"Por si fuera poco, estoy echándome más siestas que nunca. Como no me apetece hacer nada, me tiro en la cama con el portátil viendo series y al final me quedo dormida. Es como si estuviese tirando a la basura estas semanas", confiesa.
Cuando experimentamos apatía, lo mejor que podemos hacer es normalizar nuestras emociones o, en otras palabras, tomarnos algo de tiempo para estar mal. La sociedad nos impulsa a ser productivos, a no parar de hacer cosas y a estar felices constantemente, pero esto no es sano. Si necesitas tirarte en el sofá una tarde entera porque el cuerpo te pide descanso, no pasa nada. Sin embargo, una cosa es darnos un par de días de tregua, y otra muy distinta pasarnos un mes entero sin hacer nada. Cuando la apatía se prolonga es necesario ponerle remedio.
Está bien viciarte y ver una serie de vez en cuando, pero pasarte día tras día haciendo lo mismo no es muy recomendable. Cuando nuestra rutina es siempre igual, acabamos perdiendo la percepción del paso del tiempo.
Hay decenas de actividades de ocio, escoge la que mejor se adapte a tus gustos. No hace falta que te fuerces a dibujar si se te da fatal y acabas más agobiado que antes, pero intenta añadir alguna tarea que te active: descárgate un juego en el ordenador, guarda la ropa de invierno y ordena el armario, ponte una mascarilla en el pelo y exfóliate el cuerpo o escribe un ratito.
"A mí lo que más me funciona es cocinar con mi madre", comparte Juan David. Tiene 24 años y está viviendo el confinamiento con su familia en Huelva. "Soy bastante malo cocinando, así que cocinar me sirve para no estar todo el día sin hacer nada, para mejorar mis habilidades culinarias, y para quitarle un poco de trabajo a mi madre".
¡Ojo! No hagas muchas cosas solo un día de la semana para quedarte el resto en el sofá sin hacer nada. Intenta organizar tu semana añadiendo diariamente un rato de ocio.
"Cuanto peor como, más cansada estoy", confiesa Irati, de 21 años. "Me compré unos suplementos vitamínicos, pero mi padre que es médico me dijo que mejor comiese más frutas y verduras, y tiene toda la razón. Cuando como bollería o cosas muy grasas estoy echa polvo, pero si como cosas más sanas en plan platos caseros con verduras y sin azúcar o harina refinada, estoy súper activa".
Una de las causas de la apatía es el consumo de azúcares y harinas refinadas. Cuando los consumimos, nuestro páncreas empieza a trabajar para contrarrestar los altos niveles de azúcar en sangre. Este tipo de alimentos no nos aporta prácticamente nutrientes, así que al poco tiempo estamos hambrientos y cansados.
Además, los ultraprocesados acostumbran a nuestro cuerpo a unos niveles anormalmente altos, y como no estamos totalmente llenos, tendremos más ganas de picar guarrerías entre horas.
No te autocastigues si de vez en cuando comes algo que no es muy saludable, pero intenta que no sea la base de tu alimentación.
Tal vez has oído alguna vez que el ejercicio físico libera endorfinas, sustancias relacionadas con el placer y el bienestar. Esto tiene nombre, euforia del corredor, y no hace falta ser un deportista de élite o hacer todos los días rutinas de una hora para experimentarla.
Mauro siempre había odiado el ejercicio hasta que encontró uno que no hacía por estar sano, sino porque de verdad le gustaba. "Yo era el que en clase de gimnasia se quedaba sentado en el banquillo porque odiaba correr, el fútbol o cualquier actividad que implicase sudar", comenta entre risas. "Esta cuarentena empecé a hacer vídeos de TikTok con mi hermana pequeña. Era un poco por hacer el tonto, pero al final le cogí el gusanillo a eso de bailar. A lo mejor para muchos no es un deporte, pero yo acabo sudando y me ayuda a estar un poco más activo".
Como veis, no son necesarias las sentadillas o saltar a la comba. Algo tan divertido como practicar una coreografía puede ayudarte a liberar endorfinas y, sobre todo, romper el bucle de la apatía.