Solo en España existen más de 200 grupos religiosos o sectas bajo la apariencia de comunidades de autoayuda, de filosofía de vida o de prácticas relacionadas con la religión. No existen datos oficiales, puesto que estos grupos son muy oscuros y saben cómo hacerse pasar por otro tipo de organizaciones para seguir en activo, pero expertos como Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana del Estudio de las Sectas, calcula que habrá unas 400.000 personas adheridas a algún tipo de grupo que podría ser calificado como secta.
A través del testimonio de Marc podemos conocer cómo es la vida dentro de una secta fundamentalista (es decir, que promueven la interpretación literal de los textos sagrados de la corriente religiosa o ideológica a la que pertenecen) en España, y las consecuencias de haber vivido durante más de 10 años alejado de la sociedad y sometido por un líder espiritual que abusaba de los miembros de la comunidad. PlayGround ha recogido su caso real:
"Mi padre decidió ingresar [en la secta] después de la muerte de mi madre" cuenta Marc, "yo apenas tenía cinco años y mi hermana cuatro. No fue hasta más tarde cuando fui consciente de que aquello nos arruinaría la vida a los tres". El relato de este chico sobrecoge por algunas de las cosas que cuenta, que todos, incluido su padre, veían como algo normal: "Sufrí un ataque epiléptico, y en vez de llevarme al médico, el líder de la secta dijo que aquello era una obra del diablo, y que lo que debíamos hacer para curarme era sacrificarme más por la comunidad. Unos días más tarde, y presionado por la secta, mi padre entregó a mi hermana al líder cuando ella solo tenía 10 años".
Hace poco conocíamos el testimonio de Omar dentro de los Testigos de Jehová, un grupo religioso que no está considerado una secta, pero que, según contó para Yasss, también ejercía presión sobre sus decisiones personales. Por ejemplo, cuando Omar decidió que quería ir a la universidad su comunidad le dijo que "mientras estás en la universidad no estás sirviendo a Jehová. El tiempo que estás en la universidad no lo pasas predicando o con otros testigos".
Si en algo coinciden Omar y Marc es en las secuelas psicológicas que te quedan tras haber crecido en un grupo religioso que ejerce una gran presión social sobre ti. "Al cumplir los 18 años reuní el valor para escapar de allí. No conseguí convencer ni a mi padre ni a mi hermana para que vinieran conmigo. Y aunque estos últimos años he intentado contactar con ellos de muchas formas, no lo he conseguido", relata Marc. "Después de tres años de terapia he conseguido tener una vida normal, aunque aún siento la culpa de haber dejado allí a mi familia y solo espero que algún día pueda recuperarlos".
Omar también necesitó ayuda psicológica después de desentenderse de los Testigos de Jehová: "Dejar la religión cuando forma parte fundamental de tu vida es como derribar todo aquello que eres. Hace unos años me diagnosticaron ansiedad y depresión, pero no ha sido hasta hace poco que ha salido el tema con mi psicóloga".
Muchas de las personas que consiguen salir de las sectas presentan problemas psicológicos, como personalidad dependiente, sentimiento de culpa, estados de hipervigilancia y hasta tendencias a la automutilación.