Cuando pensamos en una ruptura, lo primero que se nos viene a la cabeza es una pareja que ha decidido poner punto y final a su relación romántica. Sin embargo, no sólo sufrimos rupturas en el amor, también pueden suceder en el ámbito de la amistad y son tan o más dolorosas.
El apoyo social que proviene de nuestro grupo de amigos tiene efectos muy poderosos sobre nuestra salud: mitiga el estrés, nos protege frente a la ansiedad y la depresión, potencia nuestra salud física y favorece el bienestar psicológico. Teniendo esto en cuenta, perder a un amigo es una situación muy estresante y gestionar todas las emociones que experimentamos en ese momento suele ser complicado. Rabia, impotencia, tristeza, orgullo… Es normal sentir un huracán de sentimientos y pensamientos, sobre todo cuando hablamos de esas amistades mucho más estables que algunas relaciones de pareja.
Según la teoría triangular de las relaciones de Robert Sternberg, un psicólogo estadounidense, cualquier relación se basa en tres aspectos, la intimidad, la pasión y el compromiso.
En función de cómo se combinen cada uno de ellos, nos encontraremos siete tipos de relaciones.
Como acabamos de ver, hay dos tipos de relaciones que podríamos considerar amistad, el cariño y el amor sociable, y la principal diferencia con las relaciones de pareja es la ausencia de pasión.
Algunas amistades mueren porque las partes se distancian, algo que sucede sobre todo en la universidad. Cada vez tienen más peso las diferencias y cuesta encontrar tiempo para esa persona. Hacéis nuevos amigos, tenéis intereses distintos y los exámenes y trabajos os quitan parte de vuestro tiempo libre. Al final la amistad se acaba enfriando y aunque os guardáis mucho cariño, ya nada es como antes.
En otros casos, descuidamos nuestras amistades de forma unidireccional. Es decir, una de las partes siempre saca tiempo para quedar y pone de su parte, pero la otra no. Este pasotismo acaba pasando factura y la relación se tensa hasta romperse.
Sin embargo, las rupturas más dolorosas son aquellas en las que hay una traición de por medio. Cuando un amigo nos decepciona, es muy complicado restablecer la confianza ya que los pilares básicos como el respeto, la lealtad y la sinceridad se han roto. Estas rupturas van acompañadas de mucho resentimiento, un sentimiento entendible pero que a largo plazo nos acaba pasando factura a nosotros mismos. Como dice en refrán, el rencor es un veneno que te tomas tú esperando que intoxique a otra persona.
Depende del motivo. Si la razón por la que os habéis distanciado es que habéis escogido caminos diferentes, la ruptura no suele generar mucho dolor. Más bien se experimenta una sensación de melancolía que con el tiempo acaba esfumándose.
En cambio, si crees que has dado más por tu amigo que él por ti o hay traiciones de por medio, afrontar la pérdida es complicado. En estos casos tienes dos opciones, poner punto y final o intentar salvar la amistad.
Tomes la decisión que tomes, hay una cosa que está clara: en una relación, da igual si es de pareja o simplemente amistosa, los esfuerzos y el compromiso deben ser bidireccionales. Ambos tenéis que trabajar para hacer que funcione. No vale con que uno siempre proponga planes, esté disponible o se preocupe por el otro.
Si decides intentar salvar la relación, asegúrate de que los dos ponéis de vuestra parte para lograrlo. Para ello es importante que seáis sinceros, que confiéis el uno en el otro y que no os echéis en cara errores del pasado. Si pese a vuestros esfuerzos todo sigue igual, corta por lo sano. A veces lo mejor es distanciarse sin más y en otras ocasiones una conversación de despedida puede ser muy liberadora, sobre todo si quieres evitar que tu amigo le de vueltas al motivo por el que la relación de enfrió.
A lo largo de nuestra vida dejamos atrás muchas parejas y muchos amigos y de cada relación nos llevamos algo nuevo, a veces positivo y a veces no. La amistad nos enseña a gestionar las decepciones, a confiar en otra persona y a ser más autosuficientes. Durante este proceso no podemos evitar que nos hagan daño, pero sí gestionarlo de la mejor forma posible. El dolor es pasajero, pero el aprendizaje que adquirimos dura eternamente.