Las rupturas con amigos existen y duelen tanto como las de pareja
A veces las amistades se acaban porque las personas toman caminos distintos, pero también podemos sentirnos traicionados y decepcionados por un amigo
En Yasss te explicamos cómo afrontar este otro tipo de rupturas
Cuando pensamos en una ruptura, lo primero que se nos viene a la cabeza es una pareja que ha decidido poner punto y final a su relación romántica. Sin embargo, no sólo sufrimos rupturas en el amor, también pueden suceder en el ámbito de la amistad y son tan o más dolorosas.
El apoyo social que proviene de nuestro grupo de amigos tiene efectos muy poderosos sobre nuestra salud: mitiga el estrés, nos protege frente a la ansiedad y la depresión, potencia nuestra salud física y favorece el bienestar psicológico. Teniendo esto en cuenta, perder a un amigo es una situación muy estresante y gestionar todas las emociones que experimentamos en ese momento suele ser complicado. Rabia, impotencia, tristeza, orgullo… Es normal sentir un huracán de sentimientos y pensamientos, sobre todo cuando hablamos de esas amistades mucho más estables que algunas relaciones de pareja.
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Las diferencias entre el amor y la amistad
Según la teoría triangular de las relaciones de Robert Sternberg, un psicólogo estadounidense, cualquier relación se basa en tres aspectos, la intimidad, la pasión y el compromiso.
- Intimidad: conexión física y mental que sentimos con determinadas personas. Se trata de un vínculo que nos motiva a compartir nuestro tiempo, nuestras alegrías y nuestra vida con alguien por el simple hecho de sentirnos cerca suyo.
- Pasión: excitación psicológica, sexual y física que experimentamos sobre todo al comienzo de una relación de pareja.
- Compromiso: sensación de lealtad, seguridad y honestidad que nos impulsa a mantener una relación a lo largo del tiempo incluso cuando surgen problemas.
En función de cómo se combinen cada uno de ellos, nos encontraremos siete tipos de relaciones.
- Cariño: surge en amistades de corta duración en las que todavía no hay compromiso y, por supuesto, tampoco pasión. Simplemente una sensación de intimidad muy intensa. Por ejemplo, cuando conoces a alguien en la universidad y sientes que habéis conectado mucho en poco tiempo.
- Encaprichamiento: es lo que experimentamos cuando sólo hay pasión, sin intimidad ni compromiso. En otras palabras, el “amor a primera vista” que sientes por ese chico guapo de la discoteca.
- Amor vacío: se produce en aquellas relaciones con compromiso, pero sin pasión ni intimidad. Es habitual en relaciones de pareja muy largas que ya no sienten lo mismo que al principio.
- Amor romántico: son parejas en las que predomina la pasión y la intimidad, pero todavía no ha surgido el compromiso.
- Amor sociable: se produce en aquellas relaciones con intimidad y compromiso, pero sin pasión.
- Amor fatuo: este tipo de vínculo se produce en parejas muy impulsivas que se comprometen porque hay mucha pasión, pero todavía no ha dado tiempo a que se desarrolle la intimidad.
- Amor consumado: según Sternberg, es el amor perfecto cuando hablamos de relaciones de pareja y surge al combinar la intimidad, la pasión y el compromiso.
Como acabamos de ver, hay dos tipos de relaciones que podríamos considerar amistad, el cariño y el amor sociable, y la principal diferencia con las relaciones de pareja es la ausencia de pasión.
Los principales motivos por los que una amistad acaba
Algunas amistades mueren porque las partes se distancian, algo que sucede sobre todo en la universidad. Cada vez tienen más peso las diferencias y cuesta encontrar tiempo para esa persona. Hacéis nuevos amigos, tenéis intereses distintos y los exámenes y trabajos os quitan parte de vuestro tiempo libre. Al final la amistad se acaba enfriando y aunque os guardáis mucho cariño, ya nada es como antes.
En otros casos, descuidamos nuestras amistades de forma unidireccional. Es decir, una de las partes siempre saca tiempo para quedar y pone de su parte, pero la otra no. Este pasotismo acaba pasando factura y la relación se tensa hasta romperse.
Sin embargo, las rupturas más dolorosas son aquellas en las que hay una traición de por medio. Cuando un amigo nos decepciona, es muy complicado restablecer la confianza ya que los pilares básicos como el respeto, la lealtad y la sinceridad se han roto. Estas rupturas van acompañadas de mucho resentimiento, un sentimiento entendible pero que a largo plazo nos acaba pasando factura a nosotros mismos. Como dice en refrán, el rencor es un veneno que te tomas tú esperando que intoxique a otra persona.
Cómo afrontar la ruptura con un amigo
Depende del motivo. Si la razón por la que os habéis distanciado es que habéis escogido caminos diferentes, la ruptura no suele generar mucho dolor. Más bien se experimenta una sensación de melancolía que con el tiempo acaba esfumándose.
En cambio, si crees que has dado más por tu amigo que él por ti o hay traiciones de por medio, afrontar la pérdida es complicado. En estos casos tienes dos opciones, poner punto y final o intentar salvar la amistad.
Tomes la decisión que tomes, hay una cosa que está clara: en una relación, da igual si es de pareja o simplemente amistosa, los esfuerzos y el compromiso deben ser bidireccionales. Ambos tenéis que trabajar para hacer que funcione. No vale con que uno siempre proponga planes, esté disponible o se preocupe por el otro.
Si decides intentar salvar la relación, asegúrate de que los dos ponéis de vuestra parte para lograrlo. Para ello es importante que seáis sinceros, que confiéis el uno en el otro y que no os echéis en cara errores del pasado. Si pese a vuestros esfuerzos todo sigue igual, corta por lo sano. A veces lo mejor es distanciarse sin más y en otras ocasiones una conversación de despedida puede ser muy liberadora, sobre todo si quieres evitar que tu amigo le de vueltas al motivo por el que la relación de enfrió.
A lo largo de nuestra vida dejamos atrás muchas parejas y muchos amigos y de cada relación nos llevamos algo nuevo, a veces positivo y a veces no. La amistad nos enseña a gestionar las decepciones, a confiar en otra persona y a ser más autosuficientes. Durante este proceso no podemos evitar que nos hagan daño, pero sí gestionarlo de la mejor forma posible. El dolor es pasajero, pero el aprendizaje que adquirimos dura eternamente.