Los primeros años de universidad y en especial las becas Erasmus tienen una cara oculta de la que nadie habla: ese sentimiento de desconexión con nuestros amigos de toda la vida al volver a casa.
Cada uno ha seguido caminos diferentes y es habitual sentir que aquella amistad irrompible que compartíais se ha desvanecido un poco. No es malo cambiar, lo difícil es adaptarse a esta nueva situación sin que afecte a nuestra vida social. Esto es lo que le sucede a Cristina, una chica de 21 años que acaba de volver de su Erasmus en Reino Unido. Al estrés por el cambio de país se ha sumado la sensación de que sus amigos ya no son cómo eran antes y que todo ha cambiado para peor. Hoy analizaremos su caso y el de mucha más gente.
“Este año he terminado el tercer año de carrera y me animé a ir a estudiar fuera el Erasmus durante el curso completo porque me apetecía mucho vivir la experiencia. Al principio pensé en irme medio curso, pero mi ex y yo lo dejamos y me apetecía mucho cambiar de aires, así que dije “ahora o nunca” y me pedí todo el curso. En sí la experiencia ha sido increíble, no le puedo poner ninguna pega. Es verdad que al principio cuesta un poco acostumbrarte y te sientes algo sola, pero poco a poco conoces gente y al final maduras mucho.
El problema ha sido al volver a mi ciudad de siempre y reencontrarme con mis amigos. No sé si es cosa mía o qué, pero me da la sensación de que las cosas han cambiado y ya no estamos tan unidos como antes. Antes nos gustaban las mismas cosas y ahora cada uno tiene sus aficiones superdiferentes, y por si fuera poco durante este año han hecho otros amigos.
A veces me siento un poco desconectada, porque todos los amigos que yo he conocido en el Erasmus o bien viven fuera de España, o bien viven en la otra punta. En mi ciudad sólo tengo a mis amigos de siempre y ellos ahora salen con más gente, así que a veces estoy algo aislada, y encima cuando quedamos me da la sensación de que no tenemos nada de que hablar. Es difícil gestionar esto sin sentirme un bicho raro.”
A lo largo de nuestra infancia y adolescencia, el concepto de la amistad varía mucho. Cuando somos más pequeños, nuestros amigos son aquellas personas que o bien están cerca, o bien nos dan algún beneficio. Es común que los niños de preescolar definan la amistad de la siguiente forma: “mi amigo es Fulanito porque se sienta a mi lado en clase” o “mi amigo es Menganito porque siempre me deja jugar con sus juguetes”.
Cuando crecemos, empezamos a superar el egocentrismo de la infancia y valoramos otros atributos en un amigo como que sea leal y sincero o que se preocupe por nuestros sentimientos. Es durante esta etapa cuando sucede un fenómeno muy peculiar: la exigencia de exclusividad. Si descubrimos que nuestro mejor amigo tiene otros amigos, nos sentimos traicionados. Queremos ser únicos, especiales y buenos amigos, y la lealtad de la que hablábamos es el pilar central de las relaciones.
Algunas personas se quedan estancadas en esta fase, y otros consiguen avanzar hacia un periodo de autonomía e independencia. Un amigo pasa a ser una persona a la que apoyar, pero también a la que dejar ir si la situación lo requiere. Se trata por lo tanto de un compromiso maduro en el que lo importante es ver a la otra persona avanzar, aunque no estéis juntos el cien por cien del tiempo.
Los momentos de cambio propios de la universidad son muy importantes en nuestro concepto de amistad, porque nos permiten avanzar desde esa fase de exclusividad hacia la fase de autonomía. ¿Cómo? Entendiendo que…
Las amistades no siempre son fáciles de mantener, pero con esfuerzo, paciencia, respeto y comprensión todo puede sobrevivir. Si algo te preocupa, háblalo con tus amigos. La mayoría de los problemas se resuelven comunicándote abiertamente.