Amanda Jones es una mujer de 32 años de Adelaide (Australia) que nació con una vagina de dos centímetros y sin útero. En la pubertad, y ante la falta de periodos, pensó que simplemente su desarrollo era más lento que el de sus compañeras, pero en 2003 los médicos descubrieron que padecía el síndrome de Mayer Rokitansky Küster Hauser (MRKH), una anomalía congénita poco común. Ahora cuenta cómo ha aprendido a aceptar su cuerpo y por qué no se ha sometido a cirugía.
"Yo era la única chica en mi año y del año por debajo de mí en la escuela a la que no le había llegado el periodo, a pesar de que ya tenía una talla de sostén de copa D, así que estaba en la pubertad", explica Amanda en el 'Daily Star'. "Me remitieron a un ginecólogo y me hicieron una laparoscopia, en la que le colocaron una cámara en el abdomen a través de un pequeño corte en el abdomen justo encima del ombligo".
"Echaron un vistazo y no pudieron encontrar nada. Me dijeron que mi útero estaba completamente ausente", comenta la joven, que entonces fue diagnosticada con MRKH tipo uno, que afecta a una de cada 5.000 mujeres. La afección no afecta el desarrollo de los ovarios, que en su caso estaban sanos, pero como no tenía útero nunca había experimentado la ovulación ni la menstruación.
"Mi vagina mide 23 mm de profundidad y 14 mm de ancho", confiesa Amanda: "Los trasplantes de útero no eran una opción cuando me diagnosticaron, así que después de mi laparoscopia no tuve mucho más tratamiento. Honestamente, no tenía idea de qué era MRKH, fue un gran impacto".
Regresó a la escuela, pero el conocimiento de su condición tuvo un gran impacto en ella, ya que "sabía que mi cuerpo no era como se suponía que era". Hablando sobre el diagnóstico, la joven recuerda que "mi madre lloró cuando nos enteramos pero, a los 14 años no piensas en todas las cosas que te vas a perder".
"Yo era una de esas adolescentes que amaban a los bebés y quería ser una madre joven. A medida que crecí, me di cuenta de que nunca tendré esas mañanas de Navidad y de Pascua, esos momentos especiales con mis propios hijos. Me odiaba a mí mismo ya mi cuerpo por no hacer lo que se suponía", admite.
Amanda no terminó necesitando someterse a una dilatación, un proceso médico que consiste en estirar el tejido vaginal existente para garantizar que el sexo sea cómodo para las mujeres con MRKH. "Nunca ha sido un problema para mí, ya que terminé dilatando de forma natural cuando comencé a tener relaciones sexuales", explica.
"Entre las mujeres con MRKH, tenemos un dicho: 'Si no lo usa, lo perderá'. "Si no tienes relaciones sexuales con regularidad, volverá a encogerse, ya sea al tamaño dilatado o al tamaño que tenía antes. Depende de la mujer. Cuando mis parejas han sido más grandes, me ha costado un tiempo acostumbrarme. A veces duele, pero no impide que tengas relaciones sexuales. Algunos de ellos dijeron que es como golpear una pared de ladrillos, lo cual no es muy amable de su parte", revela.
Ahora Amanda vive con su prometido Adam, de 37 años, un carpintero, y sus tres perros. Ha decidido no buscar la adopción o la subrogación como una ruta hacia la maternidad, ya que le preocupa que cualquiera de las opciones no tenga éxito y pueda causar más decepción. En cambio, pasa tiempo con los hijos de Adam, de 13 y 11 años, que dividen su tiempo entre su mamá y su papá. "Creo que si hubiera podido tener hijos, no estaría donde estoy en la vida ahora", concluye.