Carolina, 25 años: "Me lavo las manos y me ducho tantas veces al día que creo que tengo una obsesión"
Todos tenemos pensamientos obsesivos de vez en cuando y nos gusta estar limpios, pero hay algunas señales de que esas preocupaciones son excesivas
Cuando vemos a una persona excesivamente preocupada por la limpieza o por el orden, lo primero que nos viene a la cabeza es la palabra TOC o Trastorno Obsesivo Compulsivo. Por desgracia a veces utilizamos este trastorno como un adjetivo sin tener en cuenta la gravedad que esconde o los síntomas reales que experimentan las personas que de verdad lo padecen.
Hay muchas formas en las que el TOC puede manifestarse. Algunas personas tienen conductas relacionadas con la limpieza como lavar la ropa una y otra vez, otras se pasan horas y horas ordenando la casa desatendiendo su trabajo o su vida social, otras comprueban más de 10 veces si han cerrado la puerta de casa o la vitrocerámica, etc. Como veis, no hay dos personas con TOC iguales, así que generalizar es un error que debemos evitar.
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En este artículo vamos a centrarnos en el TOC con rituales de limpieza de la mano de Carolina, una chica de 25 años preocupada porque se lava las manos y se ducha varias veces al día. ¿Cuándo estamos ante una obsesión patológica y cuando es pulcritud? ¿Hay que ir al psicólogo? ¿Cómo gestionar esta situación?
El caso de Carolina (25 años)
"Siempre me he considerado una persona bastante limpia y ordenada. De pequeña me gustaba que mis muñecas estuviesen perfectas y mis padres no tenían que decirme que recogiese los muñecos porque ya lo hacía yo. También me gusta cuidarme y el momento de la ducha para mí es muy relajante. Pruebo geles de ducha nuevos, me cuido el pelo, me pongo música… Es mi momento de relax. El problema es que últimamente todo el tema de la limpieza me genera más ansiedad que felicidad.
Todo empezó en verano. Se me acabó el contrato de mi primer trabajo y no me han renovado, sólo me dan la opción de seguir como becaria cobrando un sueldo que no me da para vivir. Al final he tenido que volver a mi ciudad y desindependizarme. Vamos, que estoy viviendo con mis padres otra vez.
Justo cuando volví mi abuelo se puso muy malito. Llevaba un tiempo mal pero esta vez estaba mucho peor. Pasó varias semanas en el hospital y finalmente murió.
Mientras mi abuelo estaba en el hospital no sé por qué cogí la costumbre de llevar siempre en el bolso un desinfectante de manos. Primero lo usaba cada vez que iba al hospital, pero después me lo echaba si salía con mis amigos, cuando iba al cine o en cualquier momento. Además de usar el desinfectante, empecé a lavarme mucho las manos, tanto que pierdo la cuenta.
La gota que ha colmado el vaso ha sido que ahora también estoy empezando a ducharme varias veces al día y mis padres ya me han llamado la atención. Están preocupados porque me ven mal, nerviosa e irascible, y empiezo a pensar que mi miedo a la suciedad es mi forma de exteriorizar la ansiedad por haberme quedado sin trabajo, haber vuelto al hogar y haber perdido a mi abuelo.
No sé si debo ir a un psicólogo o si es una tontería, pero creo que esta situación está escapando a mi control".
Cuando preocuparnos y pedir ayuda
Todos tenemos preocupaciones de vez en cuando y a veces es inevitable experimentar pensamientos intrusivos, sobre todo si estamos pasando una mala racha como Carolina. Es normal ir por la calle y pensar “qué pasaría si…”. Es normal sentirnos más cómodos cuando nuestra casa está ordenada. Es normal notarnos sucios de vez en cuando y querer meternos en la ducha con urgencia. Entonces, ¿cuándo hay que preocuparse?
La diferencia entre una obsesión patológica y una preocupación normal reside en la importancia que le damos al pensamiento intrusivo, la forma en la que lo gestionamos y el malestar psicológico que nos produce. Analicemos estos tres factores detenidamente:
- ¿Cuánta importancia le damos a nuestro pensamiento?
Imagina que de repente estás en el metro y empiezas a pensar en la gente que habrá tocado la barandilla. Seguramente te de un poco de asco y tu primera reacción será apartar la mano.
Una persona con preocupaciones normales pensará que no es para tanto, que vivimos rodeados de gérmenes y que no es el fin del mundo por tocar una barandilla en el transporte público. Al fin y al cabo la pantalla del móvil tiene más suciedad y estamos toqueteándola constantemente.
En cambio, una persona con obsesiones patológicas se pondrá en lo peor. Por su cabeza empezarán a aparecer todas las enfermedades contagiosas del mundo, desde un resfriado común hasta el ébola. En vez de restarle importancia al pensamiento intrusivo de suciedad y contagio, se preocupará desproporcionadamente.
- ¿Cómo lo gestionamos?
Siguiendo con el ejemplo anterior, una persona con preocupaciones normales no le dará mucha importancia. Igual quita la mano en un primer momento, pero después se le olvidará que ha tocado la barandilla y seguirá con su vida.
Una persona con obsesiones patológicas va a estar nerviosa pensando que ha tocado una barandilla sucia y ese malestar no se le pasará hasta que entre en un baño y se lave las manos. A corto plazo la ansiedad se le pasará, pero a los cinco minutos encontrará otro objeto aparentemente sucio que la hará sentirse así de nuevo. Inevitablemente entrará en un círculo vicioso nocivo y si no lo corta, llegará un momento en el que le dará miedo hasta respirar en la calle.
- ¿Cuánto malestar nos produce?
El malestar es un indicador de que hay que pedir ayuda. Si algo nos afecta momentáneamente, pero sabemos gestionarlo, no es necesario pedir ayuda.
Sin embargo, cuando una situación -en este caso las obsesiones y los rituales de limpieza- nos hace sentirnos preocupados y constantemente alerta, afecta a nuestra vida social o a nuestro trabajo, y no somos capaces de solucionarlo solos, hay que pedir ayuda sí o sí.
Si en tu vida sucede algo y no sabes gestionarlo en solitario, tienes que ponerte en manos de un profesional. Da igual si es un catarro, si es ansiedad o si son obsesiones de limpieza. No eres exagerado por pedir ayuda, sino una persona inteligente y valiente que se está dejando asesorar.