El amor es uno de los sentimientos más agradables que experimentamos a lo largo de nuestra vida, ya sea hacia nuestra pareja, nuestros amigos, nuestra familia o incluso nosotros mismos. El problema surge cuando nos enamoramos de forma indiscriminada sin tener en cuenta la personalidad de la otra persona, sus intenciones, si es recíproco o las razones que nos llevan a ser tan impulsivos en el amor. Esto es lo que le sucede a Paula, una chica de 21 años cansada de llevarse decepciones románticas. Hoy analizaremos por qué algunas personas se enamoran con más facilidad de la mano de su testimonio.
En el mundo hay personas que disfrutan estando solas y que evitan a toda costa el compromiso, y otras que son como yo. Desde siempre he disfrutado teniendo pareja. Me eché mi primer novio con 10 años en el colegio y desde entonces la mayor parte de mi vida la he pasado con pareja. Obviamente a esa edad todo eran cosas de niños, en plan ir de la manita. Lo que quiero decir es que hasta que cumplí 18 años no había pasado más de 3 meses seguidos soltera. Empalmaba relaciones, cada vez que lo dejaba con uno (o me dejaban), empezaba con otro.
Cuando cumplí la mayoría de edad mi novio de aquella época me dejó. Con él había tenido la relación más larga, 2 años. Los dos empezábamos la universidad y me dijo que no quería ataduras y tampoco una relación a distancia. Al principio lo pasé mal pero bueno, en la facultad hice amigos y al estar empezando una vida nueva lo superé bastante bien.
El problema es que desde ese momento he empezado a enamorarme constantemente de gente. Estoy en la biblioteca y si un chico me mira, ya me encapricho. En mi clase ya me he enamorado de dos. También me instalé Tinder y en cuanto me hacían un poco de caso, yo ya pisaba el suelo por ellos.
Sé que esto no es sano. Primero porque me obsesiono y hasta cambio mi forma de ser para gustar al chico en cuestión. Segundo porque casi nunca es algo correspondido, al menos no a mi nivel de intensidad amorosa, y me decepciono porque solo quieren sexo o no quieren nada. Lo estoy pasando mal y me gustaría dejar de ser tan cabra loca en el amor.
Si llevas toda la vida en pareja, puede resultar difícil aprender a estar solo, sobre todo cuando tu autoestima está tocada. Desde que somos pequeños nos enseñan matemáticas, lengua, inglés o educación física, pero en ningún colegio y en pocos hogares aprendemos a amarnos a nosotros mismos como es debido. Nadie nos dice que nuestra autoestima debe depender única y exclusivamente de nosotros mismos y que el hecho de tener pareja o decenas de ligues en Tinder no va a conseguir que nos queramos más y mejor.
Cuando se logra el ansiado amor propio, tener una pareja se vuelve una elección y no una necesidad. Esto significa que cuando decides estar con una persona, lo haces porque te gusta su personalidad, te hace feliz y te sientes cómodo a su lado. En cambio, cuando tenemos una pareja por necesidad podemos acabar estancados en relaciones que no nos llenan o que incluso nos hacen daño.
Es normal sentirnos tristes, ansiosos, preocupados o enfadados de vez en cuando. Somos seres humanos y las emociones negativas forman parte de nuestra vida. No podemos evitarlas y tampoco negarlas cuando aparecen. Lo que sí debemos hacer es gestionarlas de la mejor forma posible.
Algunas personas lidian con la tristeza, la ansiedad o la ira de una forma poco sana. Por ejemplo, reprimiéndolas, acallándolas con atracones de comida, culpando a otras personas o metiéndose de lleno en relaciones para no pensar en esas emociones.
Una persona con ansiedad o con síntomas depresivos puede tener una relación totalmente sana y positiva, de eso no hay duda, pero para ello hay que tener clara una cosa: no puedes responsabilizar a tu pareja de tus problemas psicológicos. Gestionar los conflictos mentales que sufres es algo que debes hacer por ti mismo. Lo ideal es contar con el apoyo de tu pareja, pero el trabajo principal recae sobre tus hombros.
Si la impulsividad amorosa te está provocando malestar y no puedes gestionar la situación por tu cuenta, pide ayuda profesional. No debes avergonzarte y mucho menos minimizar tus problemas. Cuando algo nos afecta hasta el punto de perjudicar nuestro día a día, ni exageramos ni dramatizamos al buscar apoyo psicológico.
Busca un psicólogo con el que te encuentres cómodo y cuéntale cómo te sientes. Intenta sincerarte al máximo para que pueda comprenderte mejor. Poco a poco irás aprendiendo el porqué de tus problemas y cuáles son las herramientas necesarias para ponerles solución.