"Lloro por todo y me gustaría aprender a ser más fría": cuando se es demasiado sensible
Llorar tiene múltiples beneficios para nuestra salud psicológica y física
No poder controlar las ganas de llorar causa malestar a muchas personas
Llorar es un acto tremendamente saludable al contrario de lo que mucha gente cree: descarga tensiones, comunica a la gente cómo nos encontramos favoreciendo las conductas de empatía y nos proporciona un estado de relajación y bienestar tanto físico como psicológico. Sin embargo, hay personas que lloran en momentos inapropiados, tal y como le sucede a Alicia. Hoy vamos a analizar a fondo su testimonio y responderemos a varias cuestiones. ¿Es lo mismo llorar mucho que ser sensible? ¿Cuándo se es demasiado sensible? ¿Se puede aprender a ser frío?
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El caso de Alicia (25 años)
Siempre me he considerado muy sensible y llorica tanto para lo bueno como para lo malo. Si me dan una sorpresa de cumpleaños, lloro. Si haciendo el tonto con amigos o con mi novio me dan un susto, lloro. Si veo una película o incluso un anuncio de televisión emotivo, lloro. Vamos, que soy de lágrima fácil.
Nunca me había planteado que esto fuese un problema hasta ahora. He empezado a trabajar en una empresa en la que el ambiente es muy bueno, pero a veces tenemos proyectos que son algo estresantes. Cuando nos toca un proyecto de este tipo el ambiente está tenso y yo lo paso muy mal, y a veces al llegar a casa me desahogo llorando.
La gota que colmó el vaso fue que el otro día vino el coordinador del equipo y nos echó la bronca. No fue nada del otro mundo y en ningún momento nos faltó al respeto, pero resaltó un par de cosas que yo había hecho mal. Me sentí tan culpable que me puse a llorar delante de todo el mundo. La gente se quedó mirándome como pensando ‘esta tía está fatal’ y a más vergüenza sentía, más lloraba. No podía parar así que fui al baño, pero ya me habían visto todos.
No me importa llorar en la intimidad, incluso me gusta ser una persona sensible, pero odio que en el trabajo hayan visto esa faceta mía. Por eso me gustaría aprender a ser un poco más fría y poder controlar mi lágrima fácil en momentos como estos, cuando estás con gente con la que no tienes confianza para tener un berrinche.
No es lo mismo ser sensible que llorar con facilidad
Aunque al principio llorar es una conducta innata y refleja, con el tiempo aprendemos a hacerlo más o menos a menudo en función de nuestra educación. Si desde pequeños nos dicen que ‘llorar es de débiles’ o pensamos que tiene algo de malo, inevitablemente seremos más cerrados y nos costará más soltar la lagrimita. En cambio, si en nuestra casa se normaliza este hábito, nos animan a expresar nuestros sentimientos libremente y vemos a nuestros padres llorando de vez en cuando, seremos más propensos a lagrimear de vez en cuando.
Teniendo esto en cuenta, podemos crecer inhibiendo la conducta de llorar, pero ser sensibles en muchos otros aspectos. La empatía hacia los demás y la reactividad emocional no van necesariamente de la mano de tener la lágrima fácil. Hay otras formas de expresar lo que sentimos y para muchos la procesión va por dentro, llorando a mares ‘internamente’ pero siendo incapaces de manifestarlo externamente.
¿Se puede ser demasiado sensible?
Cualquier emoción, pensamiento o conducta se vuelve perjudicial cuando nos genera malestar psicológico o afecta negativamente a nuestra vida social, de pareja, laboral, familiar o, en definitiva, cualquier ámbito de nuestro día a día. Estar alegre es en teoría bueno, pero nadie da saltos de felicidad en un entierro porque es inapropiado. Ser muy sociable también es algo supuestamente positivo, pero meterte en el coche de un desconocido con pinta de asesino en serie a las 2 de la mañana no es la mejor decisión del mundo.
La sensibilidad es una cualidad tan útil como necesaria. Lo ideal sería que todas las personas empatizasen más con el mundo que les rodea y las injusticias que suceden, y que mostrasen sus sentimientos abiertamente sin miedo a parecer frágiles o a ser juzgados. Ser sensible al fin y al cabo es un privilegio y una virtud, pero cuando esta cualidad no te deja disfrutar de la vida porque siempre estás angustiado, se puede volver en tu contra.
Tips para retener la lágrima en momentos inapropiados
La meta no es ser más frío o dejar de llorar, sino aprender a hacerlo en momentos apropiados y con personas de confianza. A veces será inevitable soltar la lagrima en el trabajo y no debemos martirizarnos por ello, pero el objetivo es aprender poco a poco a controlar esta conducta.
- Distráete. Cuando te estén echando la bronca en el curro, céntrate en el sonido de la voz o en las palabras que están diciendo y no en el mensaje en sí.
- Practica la respiración diafragmática. Esta técnica no sólo funciona relajando nuestro cuerpo y evitando la ansiedad, sino que también te ayuda a distraerte. Consiste en inhalar el aire hacia el fondo de los pulmones, notando como el abdomen se levanta, y exhalar contrayendo el estómago.
- No te olvides de parpadear. Es un consejo muy obvio, pero al parpadear evitas la sobresequedad del ojo favoreciendo el drenaje interno de las lágrimas.
- Identifica los momentos previos a llorar y relájate en soledad. Cuando notes que te viene la llorera, pide a tus compañeros de trabajo o de clase que te disculpen y vete al baño. Siéntate, respira y tranquilízate. Incluso puedes lavarte la cara con agua fría.
- No te fustigues por llorar. Si de vez en cuando ‘montas una escena’ en el trabajo o en la universidad, no es el fin del mundo. Llorar no te vuelve dramático, exagerado o menos profesional. Ante todo, eres un ser humano y los seres humanos lloramos de vez en cuando. Que nadie te haga sentir culpable por expresar tus sentimientos.