Estoy viviendo un 'Her' y soy Scarlett Johansson
Estoy viviendo un romance por Internet y me he convertido en Siri
Mantener una relación online puede ser un modelo más exitoso de lo que esperábamos
Ha vuelto a ocurrir. Estás mirando Instagram plácidamente, en una de esas horas muertas en el autobús o en el baño, imagen tras imagen hasta que dejas de pensar y la pantalla se convierte en una corriente infinita de colores, cuando un chico muy mono emerge en las stories de una amiguita. Te pones el gorro de Sherlock Holmes y a investigar: en veinte minutos le has seguido en todas las redes, conoces sus gustos musicales, has estudiado sus tuits y eres capaz de trazar una minibiografía bastante aproximada. Abres los mensajes directos. Escribes un saludo. Lo borras. Lo vuelves a escribir, añades un emoji. ¿Le darás a enviar?
Pantalla en negro. Aparece un rótulo: dos meses más tarde…
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Enviaste aquel mensaje, y para tu sorpresa recibiste respuesta. Comenzasteis a charlar, descubristeis que teníais cosas en común. Hacías chistes con los que se reía, le recomendaste algunas películas que luego comentabais. Empezaste a compartir algunas intimidades. Hasta que un día empezasteis a hablar sobre el último episodio de RuPaul y ahí fue cuando te diste cuenta de que eran las dos de la mañana y habíais elevado la conversación hasta intentar descubrir el sentido de la vida. Eso sí, había algo que sí os separaba. Concretamente, 700 kilómetros.
Ay, amiga, te ha vuelto a pasar. Bueno, te lo voy a decir: la amiga soy yo (como diría Noemí Arguelles).
No es la primera (ni la segunda, ni la tercera) vez que me pasa, lo cual me da una ventaja inmensa, la de la experiencia. Tengo callo en esto de seducir a través de Internet, y puedo reconocer cómo he conseguido que este chico caiga en mi red: estoy pendiente de lo que me dice, gestiono mis respuestas para que parezca que siempre estoy ahí; le envío cada mensaje en la forma y canal adecuados. Una fotito de mi perfil bueno por Instagram, un artículo interesante por Twitter, una confesión por whatsapp… Si ligar es un arte, ligar por Internet es también técnica. Y esa técnica me hace pensar en la película 'Her'.
Protagonizada por Joaquin Phoenix (en su versión más achuchable, nada que ver con Joker) y situada en un futuro cercano, cuenta la historia de un hombre de mediana edad que se enamora de un sistema operativo: un programa de inteligencia artificial capaz de responderle, entenderle e interactuar con él a todos los niveles menos el físico. Esta aplicación, a la que pone voz Scarlett Johansson, es una presencia invisible que está siempre disponible para él, le intenta ayudar en todo lo posible y le escucha cuando lo necesita. De repente, un escalofrío me recorre la espalda. Soy Scarlett Johansson en 'Her'. Me he convertido en el siri de mis relaciones.
Amar en código binario
Para entender mejor cómo funcionan los romances por Internet, he hablado con el psicólogo Gabriel J. Martín, autor de manuales como 'Quiérete mucho, maricón' y él me explica que "desde que se han ampliado los lugares en los que puedes conectar con la gente, la relación no tiene por qué ser presencial. No se piensa en un primer momento en una convivencia sostenida, sino que los miembros se adaptan a esa situación. Puede ser un hándicap o una circunstancia que la fortalezca. La relación a distancia puede ser un modelo completamente exitoso".
Pero, ¿somos completamente nosotros mismos cuando solo nos mostramos a través de whatsapp o las redes? Para Martín, "podemos tener la capacidad de proyectar una idea de nosotros mismo que responde a lo que nos gustaría ser, pero incluso en la comunicación digital, queramos o no, mostramos lo que somos. Para el ojo entrenado no mentimos tanto, y cada vez tenemos más experiencia para distinguir lo que es verdad y lo que no".
Solemos calibrar nuestra presencia digital comparándola con nuestra forma de ser en persona, pero “también hay mucha gente que se muestra con más naturalidad y honestidad en redes, porque se sienten más seguros”, explica Martín. ¿Me habría atrevido yo a hablar con este chico si en vez de un mensaje de Instagram hubiera podido abordarle en un bar? Probablemente no.
Una de las grandes cuestiones de mantener una relación online es hasta dónde debemos estar disponibles para el otro. Gabriel me explica que “mucha gente está desarrollando un problema de ansiedad por tener que estar siempre disponible para contestar, porque no es capaz de dejar el teléfono y desconectar. Esas reglas hay que marcarlas, para llegar a acuerdos y que no generen conflictos. Nos estamos educando y hay que educar a nuestros interlocutores para que respeten nuestras necesidades”.
En ese intercambio, se establecen también nuevas formas de intimidad. Llevar en el bolsillo un artefacto que te conecta con alguien que te acompaña genera un nuevo espacio íntimo. Aunque “la intimidad es un concepto muy moderno, que surge cuando las familias se vuelven nucleares y cada vez se comparte espacio con menos gente”, recuerda Martín, “Internet y las redes reconfiguran nuestra intimidad porque, por ejemplo, compartimos imágenes de nosotros mismos sabiendo que eso puede terminar en cualquier sitio. Pero precisamente por eso, le damos menos importancia a esos momentos, que antes quedaban en la más estricta intimidad”.
Su conclusión es que “estamos en una transición histórica, cuyas repercusiones en nosotros estamos descubriendo todavía”. Y dentro de este gran cambio de paradigma, tenemos derecho a probar todo lo que nos pueda hacer felices. Aunque sea convertirte en el siri de tus ligues. ¿En qué te puedo ayudar?