Decir lo que sentimos no siempre es fácil, tanto para lo bueno como para lo malo, pero cerrarnos como una ostra ante nuestros amigos, familiares y seres queridos puede dificultar nuestro crecimiento personal y nuestras relaciones sociales. Compartir nuestras emociones es una herramienta muy útil para mejorar nuestra autoestima, para comprendernos mejor y para dejar que los demás entiendan lo que estamos viviendo. Se podría decir que es un vehículo para la empatía y, en consecuencia, para la felicidad. Por eso hemos recopilado cinco consejos que pueden serte útiles si hablar de tus emociones te genera urticaria.
A menudo tendemos a confundir expresar nuestras emociones, pero estos dos conceptos no tienen nada que ver. Una persona puede ser muy sociable y amigable, pero a la hora de hablar de lo que siente, cerrarse en banda. En cambio, hay personas tímidas que tienen una facilidad pasmosa para compartir lo que sienten.
Como vemos, ser abierto no tiene nada que ver con nuestra sociabilidad, sino que se relaciona más con nuestra capacidad para comprender las emociones. Las personas más introspectivas o, en otras palabras, que dedican tiempo a conocer su mundo interior, suelen tener más facilidad para hablar de dichas emociones. En contraposición, aquellos que reprimen sus sentimientos, los ocultan e incluso se sienten culpables, tendrán más dificultades para hablar de sus emociones. Como imaginaréis, las personas más abiertas suelen expresar mayor bienestar. Aceptan sus sentimientos, los conocen y no temen compartirlos con los demás. La gran pregunta es, ¿cómo lograr eso?
A algunas personas les cuesta abrirse porque han tenido malas experiencias. Es importante escoger bien a la persona con la que compartimos nuestros sentimientos, porque no todo el mundo reacciona igual.
Por ejemplo, hay personas que no llevan bien hablar sobre temas sexuales. Es mejor que no cuentes con ellos para desahogarte sobre tu vida íntima. En cambio, otras personas son incapaces de comprender los problemas de pareja porque nunca han tenido una. En cualquiera de los casos, debes escoger bien con quién te desahogas para que la conversación fluya.
Por otro lado, en ocasiones nos resulta más fácil hablar con gente a la que apenas conocemos. Sentimos que nos van a escuchar sin prejuicios y que no nos van a juzgar demasiado. Esta regla no siempre se cumple y a veces contar demasiado a un desconocido puede incomodarle.
Como decía en el punto anterior, hay personas que se incomodan hablando de según qué temas. Una cosa es eso y otra muy distinta es que tus amigos pasen de ti y no te escuchen. Si el motivo por el cual te cuesta abrirte es que tus amigos te juzgan, te ignoran o invalidan tus emociones, replantéate conocer a otra gente.
Algunas señales de alarma son que te interrumpan constantemente, que no recuerden las cosas importantes que dices o que minimicen tu sufrimiento. Si esto sucede, háblalo con otra gente y reevalúa tu grupo social.
3. Empieza por lo básicoSi nunca has sido muy abierto, te resultará difícil compartir tus grandes preocupaciones. Por eso puedes empezar contando pequeños detalles sobre tu vida. Poco a poco irás acostumbrándote a que la gente sepa lo que te pasa por la cabeza.
También es recomendable practicar escribiendo en el ordenador tus preocupaciones, hablando frente al espejo o trabajando tu comunicación no verbal.
Otro gran truco es pedir a la persona que te cuente primero algo sobre ella para romper el hielo. A veces, sentir que nuestro interlocutor también sufre y se abre, puede ayudarnos a hacerlo nosotros también.
Un motivo más por el cual muchas personas son cerradas es porque tienen la falsa creencia de que ser abierto es sinónimo de fragilidad o vulnerabilidad, nada más lejos de la realidad.
Todos los seres humanos tenemos sentimientos. A veces son más agradables y otras, por desgracia, más negativos. En cualquiera de los casos, nuestras emociones son totalmente válidas y no debemos culpabilizarnos por sentirlas.
El 99% de las personas van a aceptarnos al y como somos, con nuestras virtudes y con nuestros miedos. Un buen amigo no va a rechazarte si le cuentas tus problemas; todo lo contrario, va a apoyarte.
5. Escribe lo que sientesSaca el ordenador o, si prefieres escribir a mano, cómprate una libreta. Sea como sea, escribe lo que se te pase por la cabeza. Todo. No es necesario que te expreses con claridad, que quede bonito o que tenga sentido. Es un texto por y para ti. Al día siguiente reléelo.
Este ejercicio es muy útil por varios motivos: nos ayuda a aclarar las ideas, fomenta la introspección y saca a la luz pensamientos que no nos habíamos planteado. ¿Todavía tienes dudas?
Y si ninguno de estos consejos te sirve, busca ayuda profesional. A veces por mucho que intentemos cambiar, no disponemos de las herramientas necesarias. En estos casos un psicólogo puede ser de gran ayuda. No es necesario que tengas ningún trastorno psicológico como tal; puedes acudir si simplemente te sientes mal y quieres ponerle remedio. Juntos elaboraréis estrategias para aprender a ser más abierto con la gente.