Hay quienes tienen claro que el coronavirus va a volvernos más empáticos, solidarios y humanos, valorando los pequeños detalles como pasear con los cascos, comer los domingos con la familia, o beber una caña un viernes por la tarde en una terraza rodeado de amigos. Otros no son tan optimistas, y afirman que el confinamiento es el caldo de cultivo perfecto para la agorafobia, hipocondría y ansiedad social.
En una lucha entre la ansiedad y la esperanza, hemos preguntado a seis veinteañeros para saber cómo están afrontando la desescalada, y las respuestas no pueden ser más dispares.
Olga cumplirá 23 años en mayo y tiene claro que al acabar el confinamiento, pedirá ayuda psicológica. "No estoy mal en plan que no pueda salir de la cama, pero tengo mucha ansiedad. Me da bastante miedo salir de casa y no soy capaz de imaginar volver a la normalidad. No encuentro motivación para estudiar, me da pereza hablar con mis amigos por videollamada y me he dado cuenta de que yo siempre estoy disponible para los demás, pero cuando he necesitado ayuda nadie me la ha ofrecido. Estoy bastante agobiada y tengo claro que cuando todo esto acabe, voy a ir al psicólogo para gestionar mis inseguridades y mi ansiedad".
En el caso de Sara, de 24 años, la cuarentena le ha aportado calma y serenidad. "Pensaba que iba a desquiciarme, pero pasar tanto tiempo en casa me ha ayudado a tolerar el aburrimiento y también ha calmado mi nerviosismo. Soy de las personas que siempre necesitan estar ocupadas, y esto me ha hecho parar el motor y empezar a escucharme mejor a mí misma".
Yago tiene 23 años y le preocupa no saber afrontar la nueva normalidad. "Soy un poco introvertido, pero siento que con todo el tema del coronavirus estoy desarrollando fobia social. Me he dado cuenta de que conozco gente, pero no tengo muchos amigos íntimos, y cuando pienso en socializar me pongo muy nervioso. A veces creo que les voy a caer mal, o que les voy a resultar aburrido, y me aíslo. Me gustaría hacer más amigos, pero me da pánico que me juzguen y acabo quedándome solo, y este miedo ha aumentado mucho durante el confinamiento".
Para Alejandro, de 21 años, el confinamiento ha sacado su peor faceta. "Estoy intentando cambiar el chip, pero he sido muy borde con mis compañeros de piso. El otro día me tuvieron que parar los pies y me dijeron que dejase de saltar con cualquier comentario. Me he dado cuenta de que soy un poco prepotente con la gente sin darme cuenta, por ejemplo cuando debato y hay algo que no sé, en vez de reconocer que estoy desinformado ataco. Quiero cambiar eso de mí y ser mejor persona con todos los que me rodean".
Maite tiene 26 años y aunque ha pasado momentos duros, prefiere centrarse en lo positivo. "Perdimos a mi abuelo en abril y me hundí muchísimo. Vivo lejos de mi familia y me dolió no poder abrazar a mi madre y a mis tíos. Al día siguiente me mandaron un video que me cambió todos los esquemas. Los vecinos de mis abuelos pusieron a las 8 una canción de Serrat, porque mi abuelo era muy fan y todos lo sabían. En vez de quedarme atrapada en el dolor, decidí convertir toda esa pena en amor para que el día de mañana me recuerden como a mi abuelo. Optimista, empático, cariñoso y generoso. Eso es lo que he sacado de esta cuarentena".
En el caso de Nacho, de 27 años, el optimismo gana por goleada. "Quiero pensar que todo esto nos ayudará a ser mejores. Mi novia y yo le hemos hecho la compra a nuestros vecinos, que son mayores, y otros vecinos de nuestra edad también han ayudado a gente que no podía salir. Yo creo que hay muchas personas egoístas, pero hay más gente buena y dispuesta ayudar. También creo que todo esto nos va a hacer valorar las cosas, y no sólo hablo de salir de fiesta o de viajar, sino mismamente apreciar nuestra sanidad. Hay personas que han dado su vida por cuidarnos, y no solo metafóricamente. En honor a ellas debemos hacer de este mundo un lugar mejor".
Esta pequeña encuesta demuestra que es erróneo y sesgado generalizar los efectos del coronavirus a toda la sociedad, ya que cada persona ha vivido el confinamiento de una manera diferente. Algunos han perdido a seres queridos, otros han visto peligrar su propia salud, y muchos se han topado cara a cara con el agobio de teletrabajar en un micropiso. A esto debemos sumarle la personalidad previa, ya que nuestra forma de gestionar las crisis también influye en las consecuencias del coronavirus a nivel psicológico.