De entre todas las imágenes que nos regalan los documentales de oceanografía y naturaleza, una de las más curiosas es la de ese clásico buzo sentándose en el borde de la embarcación, de espaldas a los embates del agua, a la espera de sumergirse.
El gesto es reconocible, ya que lo hemos visto multitud de veces. Tras colocarse la boquilla del flujo de aire y abrocharse las correas que sostienen los tanques que le permitirán respirar, el buceador se impulsa hacia atrás para entrar en el agua y, una vez el impacto lo lleva unos metros más abajo, se da la vuelta y desciende al fondo marino.
¿Qué hay detrás de esta técnica tan curiosa?
El método que utilizan la mayoría de buzos que hemos visto en películas y documentales es el mismo, y recibe el nombre de “maroma atrás”. Como explican los instructores de la escuela Titan Blue Divers, en Lanzarote, consiste en sumergirse de espaldas desde una embarcación o plataforma, permitiendo que el cuerpo se introduzca de manera controlada en el agua.
En contra de la creencia popular: quienes se inician en el buceo o lo practican como profesión no se lanzan así porque sea mejor para no caer en el perímetro de la embarcación. La razón por la que el salto se realiza en sentido contrario obedece a motivaciones prácticas, de seguridad y eficiencia. Si saltaran al agua hacia adelante, las aletas podrían hacer que resbalaran, o el equipo pesado que cargan a la espalda y las bombonas metálicas golpear la embarcación y provocarles una lesión en el cuello y las cervicales.
Lo mismo sucede con la boquilla o las gafas: es mucho más fácil que se salgan con el método de lanzarse hacia adelante. En realidad, no es un método en sí, porque ni siquiera lo utilizan los novatos cuando asisten a su primer curso de buceo y su bautismo. Solo hay cuatro maneras oficiales de entrar en el agua en esta disciplina: desde la orilla, de rodillas, de pie, con un salto hacia adelante y un descenso vertical; o, el caso más habitual, con la entrada hacia atrás (de espaldas).
No es la única ventaja: esta forma de descender al agua hace que el equipo esté mejor sujeto, en posición vertical. Así es más seguro y fácil de llevar para quien tiene que enfrentarse a las profundidades.
Desde distintas escuelas de buceo y webs especializadas destacan que este método de entrada en el agua es muy útil cuando la embarcación se está moviendo, ya que permite al buceador maniobrar mejor y controlar el descenso. En aguas abiertas, es la mejor técnica para descender sin correr riesgos, y lo mismo ocurre cuando se trata de nadar dentro de cuevas, donde puede haber corrientes. La clave aquí es el control y la estabilidad, dos factores que pueden manejarse peor si el salto al agua se hace lanzándose hacia adelante.
Por supuesto, hay algunos errores comunes que es fácil evitar. El primero, dejar los brazos demasiado sueltos. Hay que mantenerlos cruzados para evitar que se enganchen o golpeen el equipo de buceo. La segunda clave es el equilibrio. La falta de control del centro de gravedad del cuerpo al colocarse de espaldas al agua suele hacer que la inmersión sea fallida. “Es importante distribuir el peso de manera uniforme y mantener el centro de gravedad bajo control”, explican desde Blue Divers.