La idea es simple pero poderosa: en lugar de un ataúd, tus cenizas o tu cuerpo podrían descansar en una cápsula biodegradable. De esta manera, lo que se promueve es la circularidad: se evita el impacto medioambiental de los entierros comunes, la tala de árboles para fabricar ataúdes o las emisiones de carbono del proceso de cremación.
Aunque todavía es algo que suena excéntrico para aplicar en el día a día, cada vez son más los que promueven cambiar los cementerios por parques. No es algo tan nuevo: el gorila albino Copito de Nieve fue enterrado en el Zoo de Barcelona en una urna funeraria fabricada con cáscara de coco, turba compactada y celulosa que contenía en su interior sus cenizas y la semilla de un árbol. Copito sirvió como nutriente para un castaño.
Pero ¿cómo funciona esto? Hay varias empresas que están desarrollando proyectos similares. Uno de ellos contempla poner el cuerpo en posición fetal dentro de una cápsula de plástico biodegradable que se entierra en un bosque. Justo encima se planta un árbol, que en España debería ser, idealmente, un eucalipto, un castaño, un roble o un olivo. Así, el árbol crecerá gracias a los elementos que libera el cuerpo y que son nutrientes para las plantas.
Otra opción es convertir tus cenizas en un diamante. Flora González explica en el vídeo que inaugura este artículo cómo es posible que un cuerpo humano se transforme en esa valiosa piedra preciosa. Dale Play y déjate sorprender.
Para entender la fuerza física de un animal hay que tener en cuenta muchas variables, empezando por cuánto es capaz de aguantar su propio peso. De esta manera podemos medir la fuerza proporcionalmente. Es evidente que si uno piensa en un animal fuerte, lo primero que se viene a la cabeza es uno de gran tamaño. El elefante africano, por ejemplo, una mole de 6000 kg, puede cargar unos 9000 kg, el equivalente a levantar 130 personas a la vez. Sin dudas lo podemos considerar un animal fuerte pero no tanto como aquel que es capaz de levantar 850 veces su propio peso, como el escarabajo rinoceronte. Esto es equivalente a que una persona promedio levante un avión comercial.
Así llegamos al "Superman" de los insectos: los copépodos. Miden un milímetro y no solo son 30 veces más fuertes que cualquier otro animal sino que también son los más rápidos del mundo: alcanzando velocidades de hasta 500 veces la longitud de su cuerpo. Esto es como si un humano pudiera nadar a cientos de kilómetros por hora en un instante. Pero ¿cómo son estos animales? ¿Cuáles son sus características diferenciales?
Flora González te lo cuenta en este vídeo. Dale Play.
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