En el siglo XXI, la segregación de sexos es una práctica social cada vez más obsoleta. La separación de féminas y varones en los centros educativos es una discriminación más que superada - a excepción de los baños públicos - y, por eso, la normativa de un pequeña playa de la costa italiana es hoy tan sorprendente. Se trata de la playa de La Lanterna, en Italia, que debe su nombre al balneario municipal que hay a sus pies, aunque todo el mundo la conoce como El Pedocin (El Piojo), por sus pequeñas dimensiones.
A pesar de ello, es uno de los mayores atractivos de la ciudad de Trieste, tanto por los servicios de su balneario como por la curiosidad de la normativa principal de su playa: la separación de hombres y mujeres. Ésta pertenece al recinto, construido en el año 1890, en el que, originalmente, se construyó un alto muro de hormigón con el fin de mantener el decoro entre los bañistas. La pared no sólo oculta la zona de la arena, sino también un bien trozo de la orilla para evitar que los clientes de los distintos sexos tuvieran contacto visual tanto dentro como fuera del agua.
Esta medida tenía sentido dentro del contexto socio-patriarcal del siglo XIX, época en la que la mujer quedaba supeditada al hombre hasta en el Código Civil y cuya desnudez era, cuanto menos, pecaminosa. Lo extraño es que el muro, que sería muy fácil de derribar con la tecnología moderna, siga en pie y se siga usando con los mismos fines con los que se levantó.
Cualquiera que se aloje en el balneario, si quiere darse un baño en la playa, tendrá que situarse en el lado correcto según su género. Ya en el agua, la línea invisible del mar también está marcada por una fila de boyas, que no pueden atravesarse, por lo que es común ver a hombres y mujeres (matrimonios o hermanos separados) conversando, cada uno desde su lado.
Para el ciudadano contemporáneo, un lugar así despierta mucha curiosidad y, por ello, El Pedocin es uno de los mayores puntos turísticos de Trieste. Sin embargo, es habitual que grupos de mujeres se manifiesten en esta playa para pedir la destrucción del muro, pues es un símbolo de la educación machista, más propia del pasado que de la era actual. O eso debería.
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