El Congreso de los Diputados, ubicado en pleno corazón de Madrid, alberga numerosos secretos históricos. Uno de los más intrigantes es la puerta secreta que se encuentra en el vestíbulo de Isabel II, la cual ha sido fuente de especulaciones y curiosidades a lo largo de los años. Este acceso oculto, que pasa casi desapercibido para la mayoría de los visitantes, conduce a los sótanos del Congreso y a una red de pasadizos subterráneos que, según algunos relatos históricos, conectan el edificio con otros puntos emblemáticos de la ciudad.
El origen de esta puerta se remonta a la época de Isabel II, bajo cuyo reinado se construyó el actual edificio del Congreso, inaugurado en 1850, sobre los restos del antiguo Convento del Espíritu Santo. Fue la propia Reina la que lo mandó levantar y quien colocó la primera piedra en la Carrera de San Jerónimo el 10 de octubre de 1843, coincidiendo con su decimoctavo cumpleaños.
Este convento, abandonado y en ruinas, fue demolido para dar paso a la sede legislativa, pero algunos de los pasadizos subterráneos originales se mantuvieron, conectando el nuevo edificio con diferentes puntos estratégicos de la ciudad, como el Ateneo de Madrid y, según algunas leyendas, hasta el Palacio Real y el Hotel Palace.
En el siglo XIX, estos túneles tenían varias funciones. Por un lado, eran una ruta de escape en caso de que la seguridad del Congreso se viera comprometida. Esto resultaba esencial en un contexto de inestabilidad política y amenazas constantes. Por otro lado, también servían como medio de transporte discreto para trasladar documentos importantes o incluso personas, sin necesidad de ser vistos en las calles principales de la capital.
El pasadizo más conocido conecta el Congreso con el Ateneo, una institución cultural cercana que ha sido durante mucho tiempo un epicentro de actividades intelectuales y políticas. Su entrada se encuentra justo tras la estatua de Isabel II, en la sala dedicada a esta, y su túnel fue utilizado en múltiples ocasiones por figuras de gran relevancia histórica, entre ellas el presidente de la Segunda República, Manuel Azaña, quien lo empleó como ruta de escape durante episodios de alta tensión política.
Estos sótanos del Congreso de los Diputados son mucho más que solo pasadizos misteriosos, ya que también contienen estructuras que en su momento fueron tecnológicamente avanzadas para la época. Por ejemplo, el sistema de caloríferos que calentaba el edificio funcionaba mediante un circuito de aire caliente que circulaba por debajo de los suelos. Esto era especialmente relevante en una época donde el control climático interno no era tan sofisticado como los es en la actualidad.
A lo largo de los años, han surgido múltiples mitos en torno a estos pasadizos. Algunos sugieren que conducen a puntos tan lejanos como el Monasterio de las Descalzas Reales o incluso el Palacio Real, pero no existen pruebas concluyentes que respalden estas teorías. Lo que sí se sabe es que estos túneles han sido un recurso valioso en la historia política de España, y que su existencia añade una capa más de misterio a uno de los edificios más emblemáticos del país.
En resumidas cuentas, la puerta secreta del Congreso no es solo un acceso oculto al pasado histórico de la institución, sino también un recordatorio de los tiempos de inestabilidad en los que los túneles subterráneos jugaban un papel fundamental para garantizar la seguridad y la discreción en la política española.