Las nueces son uno de los frutos secos más nutritivos y populares en todo el mundo, apreciadas por su alto contenido en grasas saludables, proteínas, vitaminas y minerales. Sin embargo, aunque muchas personas tienden a almacenar este preciado alimento en la despensa, la realidad es que guardarlas en la nevera es la mejor opción para preservar su frescura, sabor y propiedades nutricionales durante más tiempo.
Las nueces destacan por su elevado contenido en ácidos grasos insaturados, especialmente en omega-3, un tipo de grasa beneficiosa para el corazón y la salud en general. Estos ácidos grasos, aunque esenciales en una dieta equilibrada, tienen una particularidad: son muy sensibles a la oxidación. Esto significa que, cuando se exponen al aire, la luz y el calor, las grasas se descomponen rápidamente, lo que lleva a que las nueces se vuelvan rancias.
Las nueces que han pasado por este proceso adquieren un olor desagradable, que puede recordar a productos químicos como la pintura o el disolvente. Además, su sabor cambia, volviéndose amargo y desagradable.
El proceso de oxidación no solo altera el sabor de las nueces, sino que también reduce sus beneficios nutricionales, ya que los ácidos grasos pierden sus propiedades. Además, los antioxidantes presentes en las nueces, que protegen al organismo del daño celular, también se degradan cuando las nueces se almacenan de forma inadecuada. Por tanto, para mantener intactos sus beneficios, es fundamental evitar el calor y la luz, condiciones típicas en una despensa o armario de cocina.
Las nueces tienen una capacidad natural para absorber olores del ambiente. Si se almacenan cerca de alimentos con olores fuertes, como el pescado, la cebolla o incluso el queso, pueden adquirir estos aromas, lo que afecta negativamente su sabor. Este fenómeno es otro de los motivos por los que aunque resulta más conveniente guardarlas en la nevera, hay que hacerlo dentro de un recipiente hermético. Al sellarlas adecuadamente, no solo se evita la absorción de olores, sino que también se limita el contacto con el aire, lo que, como ya hemos señalado, acelera el proceso de ranciamiento.
Algunas personas optan por congelar las nueces en cantidades grandes. Si este es el caso, se recomienda envolverlas primero en plástico antes de colocarlas en un recipiente apto para congelador, garantizando así que no pierdan humedad y que se mantengan aisladas de otros alimentos congelados.
Las nueces, además de ser una excelente fuente de grasas saludables, son ricas en fibra, proteínas, minerales como el hierro y el zinc, y vitaminas del grupo B, especialmente B6 y folatos. El consumo regular de nueces ha sido relacionado con la mejora de la salud cardiovascular, la reducción del colesterol y la disminución de los niveles de inflamación en el cuerpo. Incluso, algunos estudios sugieren que pueden ayudar a reducir el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2 y ciertas enfermedades neurodegenerativas.
Al garantizar que las nueces se mantengan frescas mediante un almacenamiento adecuado, no solo preservamos su sabor, sino también su capacidad para proporcionar estos beneficios. Comer nueces rancias no solo es desagradable, sino que también priva al cuerpo de los nutrientes esenciales que ofrecen cuando están en buen estado.