¿Por qué escuchar una grabación con nuestra voz nos resulta desagradable?
Nuestra voz suena diferente en las grabaciones porque procede sólo de un canal: el oído
Las percepciones psicológicas provocan que no nos guste escuchar nuestra voz grabada
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Existen sensaciones que la mayoría de los seres humanos experimentan de manera habitual y una de ellas es, sin lugar a dudas, sentir cierta irritación al escuchar nuestra propia voz, ya que, casi todo el mundo la considera menos atractiva y agradable que la que oye internamente. Esto tiene una explicación que tiene que ver con las percepciones que tenemos, tanto auditivas como psicológicas.
¿Por qué escuchamos una voz diferente?
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Esta es una de las cuestiones que siempre nos hacemos cuando escuchamos por primera vez nuestra voz grabada. No es de extrañar escuchar preguntas como “¿soy yo?” o “qué raro sueno”. Y es muy lógico, ya que el sonido que provocamos al hablar llega a nosotros mediante dos vías, en lugar de por una sola. Y eso es precisamente lo que provoca una percepción auditiva distinta.
Cuando hablamos, oímos nuestra voz de dos maneras: a través de la conducción ósea y de la conducción aérea. La primera de ella se refiere a nuestros huesos craneales, que son los que transmiten los sonidos directamente hacia el oído interno. Esta vía otorga a nuestra voz un tono más bajo y profundo –y para la mayoría, más atractivo y sugerente–. Por otro lado, tenemos la conducción aérea, es decir, cuando el sonido viaja a través del aire hasta entrar en nuestros oídos.
No nos reconocemos
Así pues, la voz que nos escuchamos es el resultado de lo que llega hasta nosotros a través de dos caminos muy diferentes, y claro está, eso hace que el sonido de la misma sea distinto al que oímos cuando solo se transmite por el aire, como es el caso de una grabación. “No reconocemos nuestra voz cuando la oímos en una grabación porque sólo la oímos por la vía aérea. Cuando escuchamos de forma normal lo hacemos por vía aérea y por vía ósea”, expone el doctor Luis Lassaletta, presidente de la comisión de Otología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) en la web de esta organización, quien añade: “La vía ósea le da una información más grave a nuestra voz, y es la que se pierde cuando la oímos en una grabación, momento que sólo la oiremos por vía aérea. Por ello perdemos esa vía ósea que sólo oímos nosotros”.
¿Por qué nos resulta desagradable?
Explicada la percepción auditiva, es el momento de detenernos en la psicológica, ya que a la mayoría de las personas escuchar su voz tal y como la perciben los demás –más o menos, puesto que en las grabaciones siempre se produce algún tipo de distorsión– les resulta desagradable. De hecho, hay quienes no soportan escucharse. Obviamente, el primer paso para aceptar que esa es nuestra voz pasa por oírse habitualmente, algo que en la actualidad es mucho más común que hace unas décadas. El uso constante del teléfono móvil para grabar vídeos o mensajes nos ha hecho conocer más a fondo nuestra propia voz, cuando antes del boom de la electrónica y las redes, el modo más normal para hacerlo pasaba por grabarse en una cinta analógica.
No obstante, a pesar de todo no suele gustarnos la voz que oímos como nuestra y que no escuchamos en nuestro interior. Y es ahí donde entra en juego la percepción psicológica.
- En primer lugar y por mucha tecnología que nos rodee, no estamos completamente familiarizados con cómo suena nuestra voz para los demás. Esto puede crear una disonancia cognitiva cuando escuchamos una grabación, ya que no coincide con la voz que escuchamos cuando hablamos.
- Por otro lado, no resulta descabellado afirmar que tendemos a ser críticos con nosotros mismos, de manera que escuchar una grabación puede hacer que nos enfoquemos en imperfecciones o características que consideramos negativas –tono, ritmo, pronunciación–.
- Finalmente, la voz es una parte integral de nuestra identidad, y escucharla desde una perspectiva externa puede desafiar la imagen que tenemos de nosotros mismos. Esto puede generar no solo incomodidad, sino incluso vergüenza al escucharla y sentir que no se corresponde con el modo en que nos vemos.