El gotelé es una técnica de texturizado de paredes que se hizo popular en España y en varios países europeos durante las décadas de 1970 y 1980. Consiste en aplicar una pintura especial o una mezcla de yeso en la pared que al secar forma una superficie rugosa, característica por su aspecto y textura granulado. Aunque en su momento fue ampliamente adoptado por su capacidad para disimular imperfecciones en las paredes en tiempos en que las herramientas de construcción eran menos precisas, el gotelé ha ido perdiendo popularidad con el tiempo, siendo hoy en día considerado por muchos como un elemento anticuado dentro de la decoración de interiores presentes en muchos de nuestros hogares.
El gotelé originalmente surge como una solución práctica y económica para cubrir defectos en la construcción de paredes y techos. La facilidad de aplicación y el bajo coste de los materiales hicieron que esta técnica se convirtiera rápidamente en una opción popular entre constructores y decoradores durante la segunda mitad del siglo XX. Su uso se extendió principalmente en viviendas, pero también se aplicó en oficinas y locales comerciales.
La principal utilidad del gotelé ha sido siempre la de ocultar imperfecciones. Las paredes que presentan fisuras, huecos o desigualdades se aprovechan como ninguna otra de esta técnica, ya que la textura rugosa del gotelé disimula estos defectos eficazmente. Además, y esto muchos seguramente no lo sepan, el gotelé tiene propiedades acústicas que pueden ayudar a reducir el eco dentro de las habitaciones, aunque este no suele ser el motivo principal de su aplicación.
Con las tendencias modernas de decoración optando más por las paredes lisas y con colores sólidos, son muchos los propietarios de viviendas que optan por eliminar el gotelé que, no nos engañemos, da un toque añejo a casi cualquier estancia. Sin embargo, se trata de un proceso que puede llegar a ser de lo más laborioso, y requiere de cierta técnica para asegurarse de que las paredes queden perfectamente lisas después de la eliminación del dichoso gotelé.
Raspar es la primera alternativa, y también el método más tradicional de eliminar el gotelé. Consiste en humedecer la pared con agua para ablandar el gotelé y luego raspar la textura con una espátula. Este método es efectivo pero puede ser muy laborioso y sucio, por la cantidad de polvo que puede desprenderse de la pared.
Otra opción es optar por los productos químicos específicos. Existen en el mercado productos diseñados para disolver el gotelé. Estos se aplican sobre la superficie sobre la que queremos trabajar y se dejan actuar según las instrucciones del fabricante. Tras ello solo habría que raspar el gotelé ya reblandecido y listos.
Una solución menos laboriosa es cubrir directamente las paredes con placas de yeso. Esto crea una nueva superficie lisa sin necesidad de eliminar el gotelé existente. Perderemos unos centímetros de habitación, pero nos libraremos de esa molesta rugosidad en las paredes.
La última alternativa para eliminar el gotelé consiste en aplicar varias capas de masilla especial sobre la pared, lijando entre capa y capa hasta conseguir una superficie lisa.
Ahora ya sabemos por qué tantas y tantas casas tienen gotelé, y cuáles son sus beneficios frente a las paredes lisas. Con ello ya podemos tomar una decisión informada sobre si queremos eliminar el gotelé. Habrá que tener en cuenta tanto la estética deseada como el coste y el esfuerzo requerido para llevar a cabo el trabajo. Aunque estamos hablando de un proceso que se puede realizar por cuenta propia, en muchos casos puede ser aconsejable contratar a profesionales para asegurarnos de que el resultado final sea el esperado, y de paso quitarnos unos cuantos dolores de cabeza por el camino.