Las secuelas psicológicas de una agresión sexual: “Han pasado más de diez años y todavía tengo miedo”
Sufrir una agresión sexual puede provocar secuelas psicológicas que a menudo persisten durante meses o años
María habla abiertamente de cómo le cambió la vida tras una agresión sexual: “Echo de menos partes de mi personalidad que se perdieron el día que me intentaron violar”
¿Es tan importante el apoyo de nuestros seres queridos tras una agresión sexual? Que tus amigos y familia te escuchan sin juzgarte es un factor protector para tu salud mental
María era menor de edad cuando un desconocido la agredió sexualmente mientras volvía a casa. A plena luz del día, el hombre la siguió. Cuando ella empezó a correr, la alcanzó y en una calle vacía, la agarró empujándola contra el suelo. Después de inmovilizarla, realizó tocamientos e intentó besarla, pero ella logró zafarse, levantarse y correr hasta su portal mientras gritaba. No le contó nada a sus padres hasta que pasaron años por miedo a que le echasen la bronca. Solo habló de lo sucedido con sus amistades más cercanas. Algunas se preocuparon y la apoyaron, pero otras intentaron quitarle importancia. Durante años se sintió indefensa, sola y juzgada.
Ha pasado más de una década, pero hay secuelas psicológicas que todavía perduran en María. La joven habla abiertamente de ellas con Yasss.
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“Lo peor fueron los meses después de aquello”, recuerda María. “Yo siempre había sido una persona tranquila y confiada, pero me volví muy miedosa. Me daba terror ir por la calle, y cuando sí o sí tenía que ir a algún sitio andando sola, lo pasaba fatal. Dejé de escuchar música con los cascos porque me daba ansiedad no oír lo que pasaba a mi alrededor. También me volví muy asustadiza. Si alguien me saludaba por detrás o me agarraba de golpe, me ponía fatal hasta el punto de sufrir ataques de ansiedad en el instituto”.
Durante esa etapa, María comenzó a desconfiar de todos los desconocidos. “Si alguien se me quedaba mirando unos segundos, me empezaba a obsesionar con la idea de que me iba a seguir. Por la calle miraba todo el rato a mi alrededor”, explica la joven, “y luego también me obsesioné con la idea de volver a encontrarme con mi agresor. Vivía en una ciudad muy pequeña y era algo que me daba una mezcla de rabia y terror. Me sentía desprotegida, y esta sensación la tuve hasta que me mudé años después”.
María decidió no denunciar por vergüenza y “porque pensé que no era denunciable. Como solo fueron tocamientos, me decía a mí misma que no era para tanto. Además, hubo gente que literalmente me dijo que no era para tanto”.
¿Cómo influyen las opiniones ajenas en una víctima de agresión sexual?
Al preguntar a María por el impacto de los comentarios quitando importancia a la agresión, su respuesta es clara: “te hunden todavía más, sobre todo cuando vienen de amigos”.
“Conté lo que pasó a muy pocas personas, pero todavía me acuerdo perfectamente de las reacciones de todos. Mi mejor amiga me apoyó en todo momento, fue la que más me ayudó a gestionar el trauma. En cambio, hubo unos amigos que cuando se lo conté, se quedaron como si les hubiese dicho que me había tropezado la noche anterior. Les dio igual. Ni se inmutaron, y cuando intenté insistir, me dijeron que no era para tanto y que para la próxima no volviera sola a casa. Me quedé bastante mal y no hablé más con ellos del tema”, confiesa.
En el caso de su amiga, recuerda que lo que más le ayudó fue que simplemente la escuchase sin juzgar y que se preocupase desde el principio: “cuando se lo conté, noté que le daba importancia. No recuerdo qué dijo, pero el simple hecho de que se quedase en shock me hizo sentir menos sola”.
Tras varios años, María habló con sus padres. “Me apoyaron a su manera. Es verdad que me reprocharon no haberles dicho nada antes y me hubiese gustado algo más de comprensión, pero fue su forma de gestionar la preocupación”, reflexiona la joven. “Muchas veces se enseña a las chicas jóvenes la importancia de contar a sus padres si pasa algo así, pero a mí me gustaría que se enseñase a los padres a escuchar y no juzgar. Si una hija no cuenta algo así de primeras por miedo a la reacción de sus padres, no es problema de ella, es problema de los padres por no haber creado un entorno de confianza total en casa”.
La agresión sexual también afectó a la manera de relacionarse con sus parejas. “Me sentía un objeto, muy sexualizada, y dejé de disfrutar del sexo, pero a la vez seguía queriendo tener sexo. Era muy confuso”, reconoce. “Durante muchísimo tiempo fui incapaz de tener un orgasmo acompañada y eso me hacía sentir mucha culpa. Además, tuve una pareja que no lo entendía, así que yo fingía. No lo recomiendo. Si tu pareja te hace sentir mal por las secuelas de una agresión sexual, es que no tiene empatía, y créeme cuando digo que empeorará todo. Ahora me doy cuenta de que si antes de estar con él me sentía mal, después me acabé sintiendo peor.”
El trauma a largo plazo: “Echo de menos partes de mi personalidad que se perdieron el día que me intentaron violar”
“Han pasado más de diez años y todavía paso miedo cuando voy por la calle sola de noche, cuando veo que un hombre se queda mirando muy fijamente o cuando en un bar me siento muy acorralada”, explica María. “Y no hablo del miedo que creo que cualquiera puede sentir. Hablo de que me paralizo o me entra tal pánico, que echo a correr y no paro hasta llegar a casa y cerrar la puerta”.
“De todos modos, lo que más me duele es que me cambió la manera de ser, y no sé hasta qué punto fue porque crecí y me di cuenta de cómo es el mundo, o fue por lo que me pasó”. En cualquier caso, María explica que perdió la inocencia, la confianza y algo de la alegría que siempre le acompañaba: “echo de menos partes de mi personalidad que se perdieron el día que me intentaron violar”.
Finalmente, María quiere lanzar un mensaje para las víctimas de una agresión sexual: “hablad con alguien de confianza o con algún servicio de apoyo y no minimicéis lo que os ha pasado. A medida que he crecido, he ganado confianza para contar mi experiencia y he visto que no es algo aislado. Casi todas mis amigas han tenido un incidente parecido, la mayoría menos extremo, pero a veces ha sido más grave. Todas lo hemos minimizado. Solo conozco a alguien que denunció. Parece que necesitamos que nos intenten matar para ser conscientes de la gravedad de lo ocurrido. Con esto quiero recordarte que nunca serás exagerada por buscar ayuda después de algo así”.
Si sufres una agresión sexual, puedes llamar al teléfono de Emergencias (112), de la Policía Nacional (091) o de la Guardia Civil (062). También puedes recurrir a los recursos de atención a la mujer de tu comunidad autónoma: puedes encontrarlos en la web del Ministerio de Igualdad. Recuerda que no estás sola.
El nombre de la autora del testimonio ha sido modificado y se ha omitido su edad por petición suya para preservar su anonimato.