Marta, una chica cis hetero, al pedir la PEP para el VIH “no se consideraba relación de riesgo”. Marta tiene 28 años, los cinco últimos con pareja, pero tras romper con él, mantiene relaciones con un lío de una noche en la que el condón se rompe. Ella tomaba anticonceptivos, así que no le dio mucha importancia. Al día siguiente se enteró de que el chico llevaba una vida sexual de riesgo y empezaron sus dudas sobre si le habrían contagiado el VIH o alguna otra enfermedad de transmisión sexual.
Al buscar sobre qué hacer en estos casos, leyó muchas webs con teoría sobre contagios, síntomas, tratamientos, pero nada que dejase claro a quién acudir, más allá de clínicas privadas con unos precios desorbitados por atenderte de urgencias. Así que se puso en contacto con una asociación LGTBQ+ de su ciudad en la que por fin le dijeron que debía acudir a su hospital. “El de la asociación ya me recomendó que fuese muy tremendista cuando acudiese al médico, porque si no, al ser una chica hetero, no me iban a querer recetar el PEP”.
No se equivocaba. “La médica que me atendió en urgencias me dijo que no se consideraba relación de riesgo si no había sido con alguien que ejerciera la prostitución, pero que me realizarían una serología”. Marta insistió en que esa serología no servía de nada, ya que la relación la había tenido 24 horas antes y que no saldría positivo en el caso de haberse contagiado.
La médica de urgencias decidió entonces derivarla a la Unidad de Infecciosas de medicina interna de carácter urgente. La cita era para el día siguiente, es decir, casi 48 horas después de haber mantenido la relación. En dicha consulta sí que le realizaron diferentes pruebas, pero estuvieron reticentes a recetarle la PEP.
Ella tuvo que volver a sacar el tema y preguntar por el VIH. El médico no consideró que fuese necesario darle el PEP, que bastaría con el análisis, para ver si se había contagiado. “Yo ya estaba desesperada, no me lo quería recetar y le pregunté que si el análisis daba positivo, qué pasaba. Él me contestó que eso sería para toda la vida. Le dije ‘entonces me lo tienes que recetar’. Y lo hizo”.
Marta cuenta que con esa reflexión al médico no le quedó más remedio que recetárselo. También la citó a los 20 días para realizarle un segundo análisis. El tratamiento eran tres pastillas diarias durante 28 días y se lo dieron directamente en la farmacia del hospital, sin tener que pagar nada más. “Casi no tuve efectos secundarios, si acaso, los primeros días, tenía el estómago un poco pesado, nada más”.
El resultado de la primera prueba del VIH dio negativa, como Marta esperaba. Al terminar el tratamiento, la segunda prueba también lo hizo. Una vez pasada esta experiencia, Marta asegura que es muy complicado encontrar información “cercana” para estos casos, sobre todo porque aún, en la práctica, VIH y homosexualidad siguen siendo sinónimos. “Menos mal que el señor de la asociación LGTBQ+ supo decirme que se puede acudir a urgencias por estos casos. La salud sexual no entiende de opciones sexuales y es importante que todo el mundo se proteja, pero también sepan qué hacer si no se han protegido”.