Está considerado como el libro de divulgación científica del año. Estamos hablando de Huellas, el primer libro de David Farrier, un profesor de la Universidad de Edimburgo especializado en la evolución del medioambiente durante el antropoceno. En su trabajo, Farrier se pregunta qué rastros dejará nuestra civilización en el planeta. Cómo sobrevivirán nuestros rascacielos, nuestras megaurbes, todas las construcciones de ingeniería cuando sean el equivalente a las pirámides de Egipto o las cuevas de Altamira. Tal y como asegura, hay un punto de optimismo, porque significa que “habrá alguien interesado en saber cómo vivíamos”. Con ese original enfoque, Huellas disecciona nuestra sociedad y cómo se acerca lentamente al colapso provocado por la crisis climática.
Pregunta: Señala que el asfalto no dejará nuestras pisadas, sin embargo, contará cómo nos gustaba movernos a lo largo y ancho del planeta
Respuesta: Sí. Hay como unos 50 millones de kilómetros de carreteras y durante miles de años esas carreteras sufrirán erosión en su superficie, pero hay muchas probabilidades de que gran parte de esas secciones quedarán enterradas. O existirán túneles que sobrevivirán a esa erosión y reflejarán la magnitud de esa red que hemos construido. Esa es la naturaleza de los futuros fósiles. Esos fragmentos contarán historias muy reveladoras para construir quiénes éramos y cómo viajábamos, quiénes éramos y cómo eran nuestras ciudades. Los objetos más banales serán los que más historias cuenten, si es que llegan a sobrevivir en el futuro.
P: Habla de cómo algunas ciudades han comenzado a hundirse como Nueva Orleans, Bangkok o Tokio a la vez que sube el nivel del mar. ¿Cuánto tardaremos en ver ciudades costeras sumergidas?
R: Ya estamos viendo ciudades sumergidas. Nueva Orleans estuvo tan devastada tras el huracán Katrina en parte porque se había empezado a hundir y por la naturaleza de los sedimentos de suelo blando sobre los que la ciudad está construida. Shanghái ya se ha hundido por ejemplo más de dos metros en los últimos 100 años. Las ciudades hundidas ya son una realidad. El proceso de cómo una mega ciudad como Shanghái se convierte en un fósil tiene que ver con el proceso de extracción del agua, que permite que se vaya hundiendo, pero también con el movimiento de las placas tectónicas, que hace que a nivel geológico estas ciudades se hundan y no se eleven. También tiene que ver con la subida del nivel de los mares. A medida que el nivel de los mares siga elevándose, muchas ciudades quedarán bajo tierra y ese proceso de fosilización comenzará.
P: Habla de medidas que toman las ciudades para evitar quedar sumergidas y cita la propuesta del gran rompeolas que salvará el bajo Manhattan, que sin embargo no logra salvaguardar toda la ciudad. ¿Seremos capaces de salvarnos todos juntos o habrá poblaciones que queden abandonadas a su suerte?
R: Ya se están abandonado a su suerte a muchos grupos de personas afectadas por el cambio climático. Son los granjeros y agricultores en la India o en Bangladesh, pero también los habitantes de Australia y California afectados por los incendios forestales. No hay ninguna solución de ciencia ficción increíble que nos permita salvar a todo el planeta. Tendríamos que cambiar nuestra forma de vida para lograr ciertos cambios. Un ensayo científico del año pasado aseguraba que la forma de revertir que el mar se acabase tragando muchas ciudades era construir un dique en el Mar del Norte que contuviera los efectos del deshielo. Obviamente, esta propuesta no es viable pero estaba diseñado para provocarnos y que nos diéramos cuenta de hasta qué punto estamos cruzando los límites hablando de generar barreras al mar para poder protegernos. La única solución pasa por abordar las causas del cambio climático.
P: La superproducción de bienes de consumo que tiene nuestra civilización actual contribuye a esquilmar los recursos naturales, ¿esto cómo podrá ser estudiado dentro de millones de años?
R: Una de las cosas que asumo en el libro es que habrá seres o personas que podrán estudiar nuestro legado. Esto ya es un gesto de optimismo y esperanza por asumir que podrá seguir existiendo vida en nuestro planeta. Yo creo que tenemos asumido que nuestra historia es una historia de destrucción. Ya hemos dañado muchas partes del mundo natural. Hemos emitido miles de partículas contaminantes eso ha elevado las temperaturas y el nivel de acidez de los océanos. Ya da igual lo que hagamos ahora mismo, porque los mares van a continuar creciendo durante siglos. Hay cierto cambio, cierto daño, que ya está garantizado. Pero todavía sigue siendo posible cambiar esta narrativa. Los fósiles que leguemos al futuro todavía pueden mostrar que nos tomamos nuestras responsabilidades en serio y que tenemos la consciencia de que queremos traspasar un mundo habitable a nuestros descendientes.
P: Tenemos materiales que tardarán miles de años en descomponerse, ¿sería capaz el planeta de volver a albergar vida después de nuestra extinción o quedaría herido de muerte para la vida?
R: La vida siempre encuentra la manera de salir adelante. Ha habido varios eventos de extinción en nuestro planeta y la vida ha seguido. Pero estamos hablando de ser capaces de que la vida humana pueda desarrollarse junto a un ecosistema de otras especies y no a expensas de esas otras especies, como hacemos en la actualidad. Lo que necesitamos es un planeta en el que todos los tipos de vida puedan florecer. Si no hacemos absolutamente nada y nos encaminamos al peor escenario posible lo que nos encontraremos es un planeta que no será habitable para nosotros y eso generará la posibilidad de que otras formas de vida exploten, pero no creo que lleguemos a ese punto. Espero que nos acabemos dando cuenta de que nuestro papel a la hora de moldear el clima y el planeta hará que cambiemos nuestro modo de vida. Y eso me llena de esperanza. Ojalá podamos pasarle un mundo a nuestros descendientes en el que ellos también puedan proliferar como lo hemos hecho nosotros.
P: Habla del riesgo que suponen los residuos nucleares, ¿Hasta qué punto son seguros los cementerios nucleares en términos geológicos a largo plazo?
R: Ya existe mucho residuo nuclear con el que hay que lidiar de una manera responsable. Hay ideas fascinantes sobre qué hacer con esos residuos. Son fascinantes porque nos plantean preguntas sobre cómo nos comunicamos con las futuras generaciones o con otras criaturas. El lenguaje y las palabras tienen solo media vida. De los lenguajes que hablamos ahora solo existirá una fracción mínima en un futuro, entonces, ¿cómo nos comunicamos con esas generaciones que aún no han nacido para advertirles que no se acerquen a estos lugares donde hay residuos radioactivos? En Nuevo México, han diseñado unos túneles que en su acceso tienen unos monolitos con caras de repulsión y horror basadas en el grito de Edvard Munch con la esperanza de que eso aleje a los futuros visitantes. En Finlandia, por el contrario, han construido un repositorio a 500 metros de profundidad y el propósito es que caiga en el olvido y han hecho todo lo contrario. Han borrado toda huella del mismo. Tuve la suerte de acceder a este sitio y me explicaron cómo querían que cayera en el olvido de manera deliberada. Lo que van a hacer es sellarlo, rellenarlo y cerrar todo ese acceso para que parezca que no ha habido nada allí. Para mí fue una sensación muy extraña estar allí y pensar en el futuro visitante que lo descubriera qué podría pensar. No podemos legislar la curiosidad humana. Las pirámides de Egipto son un claro ejemplo. Estaban repletas de advertencias para que nadie entrase y no fuimos capaces de resistirnos y tuvimos que entrar para verlo.
P: ¿Dejaremos huellas de la investigación espacial en nuestro planeta?
R: Sí, ya lo hemos hecho. Hay huellas en la luna y por las condiciones de nuestro satélite al no tener clima ni nada que pueda erosionar estas huellas y borrarlas nos aseguramos que van a estar ahí dentro de millones de años. Más allá de eso, hay una nube de partículas, de basura espacial que está orbitando alrededor de nuestro planeta. Millones de piezas y cachitos de restos de satélites, que se van enmarañando los unos con los otros, van a seguir ahí en el futuro. Ese es el ejemplo de fósil futuro que nos sobrevivirá a nosotras que nos sobrevivirá a nosotras y que estará llevando nuestra imagen por el futuro. Los viajes interestelares también durarán más que cualquier otro rastro que dejemos en la tierra. Nuestra huella espacial probablemente sea la que más perdure.
P: En la actualidad gran parte de nuestra actividad ha dejado de tener huella física y se ha convertido en algo digital. Los bits no dejan huella geológica y la humanidad cada vez se encamina más hacia la virtualización ¿Qué huella dejaremos de esta época?
R: Creo que los seres humanos siempre encontrarán la manera de conservar la información. Antes conservábamos nuestros datos sobre roca, arcilla o papel. Ahora producimos unas cantidades ingentes de datos que estamos conservando digitalmente y no tengo ninguna duda de que vamos a encontrar la manera de conservar esta información. Puede ser a través de medios digitales o cualquier otro. Una de las cosas más fascinantes que encontré durante la preparación del libro es usar la propia vida como soporte. Codificar la información en la genética de la bacteria. La vida es codificación de la información a través del tiempo. Se ha encontrado la manera de transmitir la información a través de vida microscópica en el ADN. Hay un poeta, Christian Bök, que se interesó en cómo se transmite la vida microscópica y su proyecto es escribir un par de sonetos que se codifiquen en el ADN de una bacteria, que es una forma de vida imposible de matar porque sobreviven a cualquier entorno. No me cabe ninguna duda de que encontraremos la forma de transmitir la información, aunque el modo en que llevemos eso a cabo puede ser lo que realmente nos sorprenda.
P: Señala en el libro que nos acercamos a una nueva extinción masiva de la biodiversidad y el tono del libro es muy cercano a un nuevo apocalipsis en todo momento ¿cree que estamos cerca del colapso como civilización?
R: No pienso que nos estemos enfrentando a un colapso inevitable. Creo que tenemos un reto sin precedentes, pero no creo que el colapso sea inevitable. Cuanto más tiempo perdemos, mayor será la pérdida. Tenemos que actuar rápidamente y la pandemia, precisamente, nos ha enseñado que podemos cambiar nuestra forma de vida de manera radical, rápida y eficaz para poder asegurar nuestra supervivencia. Si pudiéramos adoptar la misma actitud ante el cambio climático, eso nos transmitiría un mensaje de que no es el momento de rendirnos y que todavía nos queda esperanza.