Inseparable de su violín desde los 3 años, dando algún concierto ya desde los 5 y actuando con una orquesta al cumplir los 12, Leticia Moreno, que nunca dejó de estudiar y perseguir su sueño, es hoy una violinista de éxito aplaudida nada más entrar en escena allí donde comparte su don. Sea en Moscú, San Petersburgo, Austria, Inglaterra, México o España, su música cautiva a quien la escucha.
En esta ocasión, desde Valencia, lugar donde reside y donde ha pasado el confinamiento por la pandemia del coronavirus, Leticia ha dedicado una actuación a todos los espectadores de Informativos Telecinco, donde ha sido entrevistada por Pedro Piqueras para analizar cómo ha vivido estos momentos de emergencia sanitaria.
“A pesar de la situación triste y dramática que vivimos todos”, para la violinista, este periodo, ha dicho, “esta siendo un periodo muy importante de reflexión” y “hasta mágico de alguna manera”, en el sentido en que le ha permitido pasar “mucho tiempo descubriendo lugares maravillosos” en el “paraíso” donde vive, en Valencia. “No sabía que era tan bonito”, ha reconocido, explicando que ahora, ante la situación que atraviesa su sector, está pasando también mucho tiempo con su hijo David, de 12 años.
“Aprovecho para leer, para hacer cosas diferentes”, explica, precisando que este tiempo le ha dado “mucho que pensar, sobre todo sobre las posibilidades que esto puede dar para la educación”. “Creo que todos los músicos estamos viendo la manera de poder seguir tocando en directo, y estoy segura de que con creatividad podremos encontrar un formato hasta que se encuentre una cura, una vacuna para esta pandemia tan terrible”.
Para ella, la música es más que una forma de vida. Su violín, afirma, es una “pequeña prolongación” de su cuerpo. “Es con aquello con lo que puedo ser más sincera, algo con lo que puedo hacer feliz a las personas, y esto me hace muy feliz a mí también. Es liberador, poder tocar este instrumento y que él te habla de vuelta. Es una compañía importante”, explica, antes de recordar a uno de sus grandes mentores, Mstislav Rostropóvich, el mejor violonchelista de la historia.
“Era una persona tan generosa que me inspiró tanto que sus consejos los llevo siempre conmigo. Todos los días cada vez que ensayo o salgo al escenario hay cosas que me dijo que a lo mejor en su momento no entendí y que sigo poniendo en práctica hoy en día. Recuerdo la preparación que teníamos. Era brutal. Él me pedía una cantidad de repertorio tremenda, pero era precioso. Hacíamos música. Me dedicó mañanas enteras. Fue un privilegio”, ha finalizado, antes de coger su violín y dedicar a todos ‘Oblivion’, de Astor Piazzolla.