Jahel Queralt (Alcanar, 1982) es profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad Pompeu Fabra. Sus investigaciones sin embargo, han estado muy centradas en la teoría política y en las aplicaciones del liberalismo a cuestiones actuales. Y como señala, “hay liberalismo de izquierdas y de derechas”.
Ahora ha editado Razones Públicas (Ariel, 512 págs), un manual a caballo entre la academia y la divulgación con la pretensión de aclarar conceptos políticos y ayudar a que el debate público se produzca con mayor precisión. Toda una tarea titánica en tiempos de postverdad y lemas de 140 caracteres a golpe de meme.
Pregunta: ¿Por qué es importante la filosofía política si es que lo es?
Respuesta: Cuando la gente discute sobre una cuestión política le entra la curiosidad por saber cuál es el trasfondo. Por ejemplo, con la subida del salario mínimo. Mucha gente tiene intuiciones y están a favor o en contra. Por supuesto que hay una discusión económica sobre cómo se financia si es sostenible o no y cuáles son las consecuencias para el empleo y el consumo. Pero también es una discusión de principios morales y la filosofía política se encarga de analizar esos valores. En este caso, políticamente hay dos principios en oposición. El primero sería la libertad, en este caso económica, de los empleadores para regirse por la oferta y la demanda a la hora de establecer los salarios. El otro sería el valor que está relacionado con la igualdad. Que nadie se sitúe por debajo de un determinado umbral y no se vea obligado a vender su fuerza de trabajo por debajo de ese valor. También afecta a otras cuestiones, no solo económicas. Cuando empezó la pandemia, había una gran escasez de material sanitario y era un dilema, que muchas veces no se hacía explícito, de a quién le asignamos esos recursos. Ahí la filosofía tiene mucho que decir, de hecho uno de los capítulos del libro trata sobre eso y ahí se ve la utilidad de la filosofía.
P: El capítulo de democracia parte de la premisa de que es la mejor forma de gobierno, y eso es un consenso generalizado en occidente que somos democracias. Sin embargo, no hay dos democracias iguales ni en el tiempo ni en el espacio, ¿cómo puede ser posible?
R: Hay un debate sobre qué democracia es la mejor. Hay muchas concepciones de democracia y el mismo concepto ha evolucionado. Es cierto que la democracia tiene muchos aspectos mejorables, pero sigue siendo el único sistema capaz de garantizar una serie de aspectos que nos parecen importantes. Es el caso de los derechos humanos. Aunque hay filósofos políticos como Jason Brenan que se atreven a cuestionar la democracia y abogan por otros sistemas como la epistocracia o la tecnocracia porque creen que la democracia no es la mejor forma de gobierno, hasta ahora son minoritarios. Hay confianza en que la democracia es de todos los sistemas que conocemos el mejor. La discusión está en cuáles son las condiciones que se deben dar para que la democracia funcione como debería. A nivel teórico no se cuestiona que la democracia sea la mejor forma de gobierno pero sí que hay mucha discusión sobre que democracia y en qué condiciones. Hay un capítulo del libro que explica cuáles pueden ser los requisitos mínimos para que un sistema se pueda considerar democrático. De todas formas, habría quien diría que una democracia necesita más deliberación o que la democracia representativa es la que no termina de funcionar y que deberíamos adoptar mecanismos de participación más directos. Y para que los ciudadanos pudieran participar adecuadamente en democracia deberían tenerse en cuenta otros factores como tener tiempo, una información suficiente…
P: Si la filosofía política es una reflexión sobre cómo organizar la sociedad en su dimensión pública, ¿no resulta contradictorio que el feminismo o el ecologismo cómo teorías políticas lleguen hasta la esfera privada de la ciudadanía?
R: Hoy nadie cuestiona que muchas de las cosas que pasan de puertas para adentro, como la distribución de los cuidados, de la crianza… también forman parte del programa político. Es un ejemplo de lo difícil que es definir lo político. La filosofía política se centra en averiguar cuáles son nuestras reglas de convivencia en común teniendo en cuenta que tenemos posiciones distintas sobre lo que debemos hacer. Temas como el aborto o la eutanasia están muy presentes en el debate político. Si algo caracteriza la filosofía política es la necesidad de que pese a estas discrepancias, seamos capaces de encontrar esas reglas de convivencia sabiendo que debemos poder justificar al otro el por qué se ha adoptado esa decisión.
P: Otra cosa es el debate que se abre a veces sobre la coherencia entre las políticas públicas que se defienden y los comportamientos personales
R: Esa discusión es sobre si los principios de justicia se deben aplicar solo a las instituciones o también a nuestra conducta personal. Te pongo un ejemplo. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, se mostró en su momento muy favorable a la inmigración y uno de los argumentos que se le daban era “mételos en tu casa”. Cada vez la política se está volviendo más personalista, en el sentido de que tiene más en cuenta cómo nos comportamos en la intimidad. Eso tiene un punto moralizante.
P: Y llegamos al extremo de que la política se haya convertido en un circo con una competición entre lo que se propone y lo que se hace
R: Es cierto que a veces la política ganaría si estuviera un poco más informada por la filosofía, en el sentido de que muchas veces hay una discusión muy encarnizada sobre sobre una cuestión y en realidad no se nos está hablando de la misma cosa. En las elecciones de Madrid lo vimos. Ayuso hizo una campaña a favor de la libertad porque ella la concibe como la no interferencia y que no haya trabas para hacer lo que quieras. Pero no todo el mundo entiende la libertad de esa manera. Porque una cosa es que no haya trabas administrativas o legales pero eso no significa que no las haya de otro tipo. Hay gente que dice “¿De qué me sirve poder ir a las Bahamas si no puedo pagarlo?”. Bueno, pues si la discusión sobre la libertad estuviera informada de que existen varios conceptos de libertad, mejoraría mucho el debate político. Por eso hemos escrito este libro.
P: Hablando de libertad, llama la atención que el libro incluya dos capítulos dedicados a liberalismo y libertarismo, sobre todo en un país en el que cada vez que alguien se ha definido como liberal ha terminado laminado
R: El liberalismo que sale en el libro con un capítulo propio y el que predomina en el ámbito académico no es el económico. En filosofía política, lo que se entiende por liberal es lo más parecido a un socialdemócrata. Y un libertario es lo que entendemos por liberal económico. Por así decirlo, en filosofía política hay un liberalismo de izquierdas y otro de derechas, que es el libertarianismo, más cercano a las políticas de laissez faire, el no regulacionismo, la no intervención del estado en la economía… Los estados que más han representado ese libertarianismo han sido el Reino Unido durante la etapa de Margaret Thatcher y EEUU con Ronald Reagan con grandes privatizaciones y bajadas de impuestos. Pero en puridad, ambos son liberales, unos de derechas y otros de izquierdas. Otra cosa es que en la práctica, a veces, se diluyen porque los gobiernos no pueden llevarlas a cabo por distintos motivos.
P: En el libro no se alude a las categorías de izquierda y derecha pero están presentes en nuestros días, pese a que los problemas de cuando comenzaron a usarse no tienen nada que ver con la situación de nuestros días
R: Son etiquetas que nos sirven como atajos y tienen sentido SI a la gente le sirven para ubicarse. Si dejan de ser útiles, conviene dejar de usarlas. En el libro tratamos de no usarlas porque han pasado a tener un componente subjetivo. Tenemos desacuerdos profundos sobre qué está a la derecha y qué a la izquierda y por eso a veces se generan malentendidos porque no todo el mundo usa estos conceptos con el mismo significado.