La Comunidad de Madrid celebra este martes el acto de apertura del Hospital Enfermera Isabel Zendal en Valdebebas, un centro que debe su nombre a la considerada por la Organización Mundial de la Salud como la primera enfermera en misión internacional.
Nacida en una fecha que se estima sin exactitud entre 1771 y 1773, y oriunda de A Coruña, fue ella quien viajó en la denominada expedición Balmis, la ‘Real Expedición Filantrópica de la Vacuna’, para a bordo de la corbeta María Pita poner rumbo a América junto a 22 niños huérfanos que portaban en su cuerpo la vacuna viva de la viruela. Fue en un lejano 1803, una fecha clave en la historia, cuando comenzó un periplo que duraría tres años para hacer llegar la vacuna del médico inglés Edward Jenner a América y Asia y convertirse, así, en la primera en erradicar una enfermedad contagiosa en el mundo.
La viruela era una pandemia absolutamente mortífera, y la misión de la expedición Balmis fue la que podría considerarse como la primera misión humanitaria de la historia. Al frente estaba el médico personal de Carlos IV, el doctor Francisco Javier Balmis, un firme valedor de la vacuna de Jenner, quien pronto transmitiría su entusiasmo al rey para intentar llevarla tan lejos como fuera posible con el objetivo de frenar la pandemia. No fue difícil convencerle, puesto que la propia hija de Carlos IV falleció por la enfermedad, que se estima que en el siglo XIX mataba a una de cada doce personas en el mundo.
La logística, como sucede también ahora con las vacunas del coronavirus, era también un problema, porque debían lograr conservarlas si querían hacerlas llegar más allá del océano. Por eso, la solución a la que llegaron fue introducirla en 22 niños huérfanos vivos. Principios éticos aparte, fue así como arrancó un viaje que lejos de los tres meses que preveían se extendió a tres años, no sin ciertos infortunios y calamidades.
A bordo de la corbeta María Pita solo iba una mujer, y se convirtió en alguien imprescindible en la expedición. Su madre, a la que hubo de cuidar, murió cuando ella era muy joven, cuando apenas tenía 13 años, y fue a raíz de aquello cuando comenzó a adquirir experiencia para formarse a sí misma como enfermera.
De familia humilde, apenas dos años después de llegar a la mayoría de edad, y tras haber trabajado para Francisco Javier Balmis, dirigiría la denominada Casa de Expósitos del Hospital de la Caridad en A Coruña.
Poco después, daría a luz a un niño al que hubo de cuidar como madre soltera, algo muy difícil en aquellos tiempos, y en lo que distintos historiadores coinciden en señalar como otra de las consecuencias de que su trascendencia en la Historia no haya tenido tanta repercusión como debiera, de hecho.
Cuando la propusieron sumarse a la expedición Zendal lo aceptó y no viajó sola: su hijo también iba con ella, y fue uno de los 22 a los que le introdujeron la vacuna en su cuerpo. Era vital para la misión que todos ellos llegasen al destino sanos y a salvo. Portadores de la esperanza, era Zendal la que se encargó de cuidarlos, así como de evitar que los no contagiados se contagiaran, convirtiéndose en una parte absolutamente esencial en un viaje que suponía cruzar el Atlántico en condiciones, de por sí, sumamente complejas. Pese a ello, se afirma que en el periplo solo dos pequeños murieron.
Zendal, como algunos de esos niños, nunca regresó a España. El resto de su vida la pasó en Puebla, México, país donde es una figura de gran relevancia, –más que en España–, y donde creen que murió en una fecha también inexacta.
Ahora, --polémicas y debates aparte alrededor del nuevo centro impulsado por el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso-- en Madrid, el hospital levantado en Valdebebas en plena pandemia del coronavirus llevará su nombre, honrando su recuerdo y su contribución por haber acabado con la que entonces era otra pandemia que devastaba la población mundial.