El periodista Rubén Amón (Madrid, 1969) ha sido enviado de guerra, corresponsal en Roma y París, Premio Francisco Cerecedo en 2018. Es columnista y comentarista político, pero lo que realmente le apasiona es la ópera (ha escrito la biografía de Plácido Domingo y la historia del Teatro Real) y los toros (con sus libros ¡Dejadme solo!, Pasa un torero, No puede ser ¡Dejadme solo!Pasa un toreroNo puede sery además es imposible y su colaboración en el Canal Toros de Movistar).
Vuelve a este tema con una nueva obra, El fin de la fiesta. Por qué la tauromaquia es un escándalo… y hay que salvarla El fin de la fiesta. Por qué la tauromaquia es un escándalo… y hay que salvarla(Ed. Debate). En ella da cuenta del distanciamiento entre la tauromaquia y la sociedad y viceversa. Él lo atribuye a toda suerte de malentendidos, empezando por el político.
Pregunta: En la campaña de Madrid vemos a Rocío Monasterio (Vox) toreando con Morante de la Puebla Morantede la Puebla y a Isabel Díaz Ayuso convocar un gran festejo para el 2 de mayo en Las Ventas. Parece que los toros son de derechas.
Respuesta: Ese malentendido proviene de un automatismo: la izquierda considera el ecologismo y el medioambiente como terreno propio. Ese malentendido político reciente observa la tauromaquia como una amenaza al ecologismo y al medioambiente cuando es todo lo contrario. La debilidad de la tauromaquia me recuerda a la debilidad de la monarquía: no sabes si la amenazan más los detractores o los partidarios. La obscenidad con que la derecha y Vox utilizan los toros en su aspecto autoritario contribuye a dar vuelo a ese malentendido.
P: ¿Santiago Abascal es taurino?
R: No sé si es taurino, pero sé que acude a los toros para ensimismarse en esta visión del macho, en la percepción de la tauromaquia como algo profundamente español y auténtico y se vale de un torero (Morante) que incluso le dejó unos caballos para realizar su vídeo electoral de la conquista de Granada. A mí esto me resulta muy embarazoso.
P: Los toreros se prestan a ello. También Miguel Abellán colabora con el PP.
R: Sí. La cuestión es lo artificial del debate y lo obsceno de la manipulación. Sobre todo porque es muy difícil observar en la tauromaquia un fenómeno conservador. Mi pugna de todo el libro es explicar que la tauromaquia es fundamentalmente subversiva y trasgresora. Nada de lo conservador nos remite a la tauromaquia, entre otras razones porque es la exposición de un fenómeno estético que es extremo.
P: Hay otro equívoco: el de una fiesta nacional que tiene como líderes ahora al torero peruano Roca Rey y a Simón Casas, el empresario francés de Las Ventas.
R: La etiqueta de fiesta nacional: los toros son un fenómeno más complejo, al que no podemos dar explicación sin las raíces grecolatinas y sin su capacidad de expansión. Donde está el toro de lidia está la tauromaquia. Es gratificante para la tauromaquia su proyección en Francia (que se ha convertido en el santuario de su protección) así como su expresión internacional, con toreros desde el colombiano César Rincón al peruano Roca Rey.
P: La Marsellesa Marsellesase entonó recientemente en la plaza de la ciudad francesa de Arlés.
R: Es una escena muy elocuente. De ahí el malentendido identitario. En Cataluña se hizo una tergiversación de la tauromaquia como fenómeno puramente español al que tenía que combatirse. Es lo que está sucediendo ahora en la América bolivariana: inspirados por Unidas Podemos, ven la tauromaquia como un símbolo español que hay que cuestionar.
P: El aficionado catalán se vuelve clandestino. Te recuerda a cuando Viridiana Viridianacruzó la frontera escondida entre los avíos de la cuadrilla de Pedrés.
R: Es la metáfora de la insólita situación del aficionado catalán que tiene que marcharse a Francia para ver un espectáculo, entre comillas, “puramente español”. Es una tergiversación del discurso identitario. Los toros se han convertido en un arma arrojadiza, también en la campaña de Madrid.
P: Y por eso en Cataluña se quedan otros espectáculos: el correbous…
R: El caso más fascinante es el de Olot, declarada “ciudad amiga de los animales”, en cuyo matadero se ejecutan diariamente 14.000 cerdos.
P: Tampoco hay referentes de izquierda para apoyarla. En la movida estaban Sabina, Urrutia o Almodóvar.
R: Es una generación sin herederos. Hay cobardía entre personalidades taurinas que no quieren arriesgar su imagen ante sus fans para que no los expongan a campañas de deterioro. La tauromaquia necesita los puntos de apoyo en la sociedad que ha ido perdiendo. La sumisión de las estrellas a sus fans es una perversión. No se pueden conceder ningún error que les supongan campañas negativas. Los toros están fuera de la publicidad, de los patrocinios, de la televisión generalista, y se han ido acotando a un espacio de restricción que los aleja de la sociedad. Por eso sufren del ahogamiento y la incomprensión.
P: Ahora los toros los defienden especialmente Andrés Calamaro y Jaime de Urrutia. Quizá son unos carcas.
R: No tardarán mucho en llamarlos fachas, en relacionarlos con las etiquetas conservadoras con las que se vincula la tauromaquia. La movida era profundamente taurina porque se reflejaba en lo trasgresor. Yo soy del Atleti, pero la manipulación que hizo Franco del Real Madrid no significa que sea un equipo franquista, y la que hizo de la tauromaquia no significa que sea franquista.
P: La idea central del libro es el tabú de la muerte: la sociedad actual la esconde y la tauromaquia la expone. Por eso es un escándalo.
R: La sociedad tiende a infantilizarse y a distanciarse de su centro de gravedad. La muerte en los toros no es un ritual necrófilo, sino todo lo contrario: la única forma de tener conciencia de la vida es tener conciencia de la muerte. Si se disipa el interés por la muerte se disipa el interés por la vida. La sociedad ha emprendido el camino de autosugestión para negar la muerte y cualquier fenómeno que la recuerde. Por eso los ancianos están escondidos, por eso los tanatorios recuerdan a vestíbulos de un hotel (los canapés, la música), todo menos admitir la muerte y transigir con los rituales que ayudan a sublimarla. La tauromaquia convierte la muerte en la celebración lúdica de un acontecimiento que a todos nos corresponde experimentar: mejor hacerlo a través de un rito de comunión y conocimiento que negarlo a través de la hipocresía o la visión enfermiza de la sociedad.
P: Olvidamos que los alimentos pulcramente expuestos en el supermercado han sido antes estabulados y sacrificados.
R: Con una diferencia, los animales que nos comemos viven y mueren industrialmente. Las estadísticas son elocuentes. En 2018, fueron sacrificados 52 millones de cerdos, 2,5 millones de bovinos y 2.800 toros de lidia. Eso demuestra el grado de hipocresía que tenemos para atribuir a la tauromaquia la punta de lanza de nuestras inquietudes con la relación con los animales. Además la tauromaquia es un ejemplo civilizador porque trasforma una suerte de matadero en una expresión estética y litúrgica. Donde además se muestra la devoción al animal con un procedimiento que da la mejor prueba de la condición ética y humana del torero, que expone su vida, su femoral, su pecho, ayudado por la espada.
P: Recuerdas que los taurinos no montan gradas en los mataderos para ver como sacrifican a los animales. Diferencias entre la crueldad y lo cruento.
R: La sangre está en el toros explícitamente pero no el disfrute del sufrimiento. Ningún aficionado va a la plaza a gozar con el sufrimiento, que es lo cruel, pero sí a tener noticia de lo cruento, que es la sangre. Eso tiene que ver con nuestras nociones del rito grecolatino y la fórmula judeocristiana de la eucaristía. Esas son las conexiones culturales de la tauromaquia.
P: Cargas contra Disney y los animalistas. Han humanizado al animal, que no es humano.
R: No hace tantos años poníamos cara al antitaurino, los había muy ilustrados. Era un debate más interesante que el de ahora. Porque los que suscriben con tanta contundencia la adhesión a la prohibición a los toros no se dan cuenta de las ambiciones del movimiento animalista, que dentro de poco considerará un carcelero a quien tenga un perro en casa o que montarse en un camello es un gesto humillante para el animal. Lo peor del animalismo es que aspira a la equiparación de animales y humanos, de mamíferos y humanos. Esa humanización de los animales ha convertido a las mascotas en placebos de nuestros hijos, en fórmulas afectivas perfectas que no dan problemas, solo satisfacciones.
P: Fernando Savater decía que no puede ser inocente aquél que no puede ser culpable.
R: Hay una percepción conceptual que tiene como punto débil el derecho que puede tener un animal que no tiene obligaciones. Ese punto oscuro parece no formar parte de las reflexiones de los animalistas, que es una religión de centro comercial, que no exige nada a quien la defiende. Deben pensar los animalistas que los taurinos damos patadas a los perros, y no perciben hasta qué punto existe un culto al animal, al toro de lidia.
P: No se dan cuenta, dices, de que el toro es el centro de gravedad de la Fiesta.
R: El toro bravo es nuestro tótem. Todo aquello que consideramos que rebasa el daño posible se penaliza: a un banderillero que desacierta con las banderillas, a un picador que se excede con la pica, a un matador que pincha se les condena como si se hubieran profanado un animal religioso. Luis Francisco Esplá decía que le gustaría que un tiro de mulillas engalanadas arrastrara su cuerpo en su entierro. La forma en que vive el toro, sin equivalencia entre sus congéneres, y la forma en que muere, lo convierte en una criatura excepcional, que contradice la visión que los animalistas tienen de lo que hacemos. Es lo que más tendría que convencerlos: cómo vive y muere el toro de lidia frente a un animal convencional.
P: El rey de las dehesas y las marismas, que desaparecían si desaparece él.
R: Ese malentendido es el más fragante e inverosímil de todos porque no puede ser que el ecologismo esté contra la tauromaquia (como no debería estarlo contra la caza). Se preservan 500.000 hectáreas de dehesa y marisma gracias al toro de lidia, y todas las especies animales y vegetales que crecen en ella. Si tienes un bien medioambiental como el toro de lidia, a qué viene amenazarlo y considerarlo lo contrario de lo que representa por razones ecologistas. Yo no necesito excusas para justificar la tauromaquia pero los antitaurinos y ecologistas sí. Necesitan argumentos contundentes que los disuadan de lo que supone la abolición de las corridas de todo: la incertidumbre de un gran daño medioambiental y a un animal extraordinario.
P: Citas al biólogo Fernando Gil, que documenta el impulso agresivo del toro de lidia.
R: Es insólito el toro de lidia, no sólo en su vinculación genética con el uro, desaparecido en el siglo XVII. Es extraordinario porque los bóvidos no atacan salvo circunstancias muy extremas. Quienes estudian el toro desde la biología o la genética le atribuyen estas peculiaridades que lo trasforman en animal de combate. Pero no porque esté encerrado: en los tentaderos a campo abierto el animal tiene todo el campo para huir y no se escapa. Se habla del cortisol, que predispone al toro al ataque, de las endorfinas, que reducen su sufrimiento en la pelea. No digo que el toro no sufra, pero sí que hay una colaboración del animal en la lidia. El lance primordial de la tauromaquia, la verónica, no es otra cosa que la estilización del movimiento defensivo de alguien que se encontraba en el campo con el animal. Lo que primero que se produjo fue la embestida el toro.
P: Defines al torero es como un héroe clásico y lo enfrentan los “héroes actuales”.
R: Dando por hecho que es el mejor sistema político, la democracia se ha convertido en un dogma que opera en ámbitos donde no tiene sentido. Esta idea de la igualdad ha tendido a equiparar la categoría de héroe. Durante la pandemia a todos se nos ha llamado héroes por quedarnos en casa, que es simplemente lo que teníamos que hacer. ¿Qué tipo de heroicidad es esa que consiste en la inacción? Se ha puesto muy barato ser héroe y la proeza para ser héroe. Todos queremos ser héroes. Enseguida utilizamos la etiqueta. El torero es el héroe clásico porque tiene una vocación, un camino de perfección, un entrenamiento, una exposición de su vida y cuerpo, es consciente de una misión. Antes de salir al ruedo pasa por una capilla en busca de confortación espiritual e incluso visitan la enfermería para dar sentido de gravedad de lo que hacen.
P: Un héroe que se enfrenta a la muerte posible en la plaza. Los últimos, Iván Fandiño y Víctor Barrio. Después de fallecidos fueron blanco de los animalistas.
R: Me preocupa mucho el poco tiempo en que el torero ha pasado de la máxima reputación a la máxima degradación. Y también la violencia y ferocidad de las redes sociales, que han aplastado las sensibilidades humanas. Te podrán gustar los toros o no pero no se puede restregar a una viuda la muerte de su marido por el hecho de haber caído en una plaza de toros. Las redes sociales se mueven por instintos feroces y es muy sencillo incorporarse a ellos. Lo difícil hoy es ponerse una montera y empuñar una espada, ir a contracorriente. Por eso los toros son el escándalo perfecto: escandalizan todos los puntos débiles y oscuros de la sociedad: la masculinidad, la muerte, la ausencia de ritos y liturgias, la noción verdadera del heroísmo y las derivadas medioambientales y ecológicas. Es muy incómodo para la sociedad que algo le recuerde que hay héroes de verdad, que nos morimos, que hay animales sagrados y otros que no lo son.
P: Los toros son la liturgia, que estamos perdiendo en otros campos: frente al chándal de Chávez y Fidel encontramos las misas en latín de Ratzinger.
R: Y la ceremonia de los funerales del duque de Edimburgo. Ha sido el acontecimiento cultural del año. No hace falta ser británico para conmoverse. Es otro rasgo civilizador. Todo lo que distingue a la condición humana es qué hacemos en el ámbito de lo superfluo y lo inútil: el arte y la estética son inútiles, pero todo lo superfluo es lo que nos define. Por eso el torneo de tenis por antonomasia es Wimbledon, el que más requisitos litúrgicos y ceremoniales contiene. El líder piensa que la forma de identificarse con los ciudadanos es vestirte con un pantalón vaquero y una camiseta para que se vea que es como uno de ellos. En realidad cuando un juez se viste con una toga o un político con una corbata tiene que ver con la solemnidad del poder judicial y legislativo. Eso los caracteriza y distingue. Es algo que no ha entendido la sociedad contemporánea, incluso al papa Francisco. La cristiandad desarrolla una contrarreforma en Trento para explorar el camino de la fe a través de la estética. El rito es la expresión de los misterios con rituales complejos. Consolidan esta idea de lo superfluo, de lo innecesario, de lo que no hace falta. Todo eso es lo que nos caracteriza como humanos.
P: Y así se llega al blanquear al Goya taurino.
R: Es someter un icono con rasgos inequívocos a las obligaciones y tensiones de la cultura contemporánea, forzar todas las lecturas que justifiquen un enfoque de actualidad, someter a Goya a una terapia de estrés y llegar al extremo de sustraerlo de su propia naturaleza. Discutir la afición de Goya a los toros es una provocación a la Historia misma, a la fama y obra del pintor al que conocía como Francisco el de toros, amigo de Pepe-Hillo, él mismo novillero de poca fortuna y testigo de los toros vinculados a la Ilustración. Los toros en su origen tienen dos rasgos que la cultura contemporánea quiere negarles: su grado de poder subversivo (descabalgan del caballo al señorito y convierten en héroe popular al torero) y su vinculación estrechísima con la Ilustración: todo el movimiento ilustrado se hace taurino. Desde el oportunismo de las lecturas contemporáneas se quieren tergiversar todas las certezas, incluida de la afición de Goya a los toros.
P: En esta lista de equívocos, se confunden machismo y masculinidad.
R: Los toros son un acontecimiento viril y masculino. Todos los resabios machistas que tiene son espejos de la sociedad. Hay un mundillo taurino que es casposo y rancio. Hay una discriminación hacia la homosexualidad, un tabú insostenible. Como ocurre con el fútbol, un torero no pueda dar a conocer su opción sexual sin miedo a represalias. Esto sitúa a los toros en un problema de relación con la sociedad. Pero eso no quiere decir que la afirmación de lo masculino sea la afirmación de lo machista. De hecho el torero es una figura completamente ambigua, como el toro. No se termina de comprender donde empieza lo masculino y lo femenino. El torero va vestido de mujer, con medias rosas, su manera de comportarse es afeminada, el de una seductora frente al toro, que es el gran macho.
P: Es una relación casi erótica. Eslava Galán llega a hablar de orgasmo.
R: Las derivaciones eróticas tienen sentido porque los toros consisten en combatir la noción de la muerte con la noción de la vida, el erotismo con la muerte, Eros y Tánatos. Es una experiencia que debemos a Grecia: es la tauromaquia en su honda raigambre universal. Domingo Ortega y Antonio Ordoñez hablan de lo copulatorio, del éxtasis. De eso disfrutamos los aficionados por posición vicaria. Vamos a los toros a convertirnos en el torero, en identificarnos con su proeza, a vivir a través de él la sensación de peligro y vida.
P: ¿No deberían ser más militantes los taurinos?
R: Somos objeto de una situación precaria porque nunca hemos vivido la afición como un espacio homogéneo de reivindicaciones ni plataformas. Para mí ser aficionado a los toros es como ser aficionado a la lectura. No me reconozco en una asociación, ni en un club. No nos reflejamos en un partido político ni un lobby. A mí me gustaría que permaneciera esa desestructuración de los aficionados. Nunca hemos vivido la afición como militancia y está bien que sea así. Al convertirnos en plataforma daríamos lugar a un malentendido político: hay que vivir la afición desde la propia experiencia, hacer el apostolado que uno quiera. La identidad del aficionado es sólida por la pasión pero precaria por su estructura. No somos un colectivo homogéneo, ni falta que hace.
P: Mientras tanto, las encuestas dicen que la mitad de la población española es favorable a la prohibición de la tauromaquia.
R: Es mucho más fácil reivindicar la prohibición de los toros que defenderlos. Te incorporas inmediatamente a una corriente “buena”: si los toros implican el sufrimiento del animal, me adhiero a quien quiere prohibirlos. Qué fácil. Qué inercia más sencilla. Pero hay dos problemas. Simpatizar con prohibir los toros es simpatizar con el verbo prohibir. Luego ya veremos de qué va el predicado. Que la sociedad apele a un poder superior para ejecutar una prohibición me parece un ataque descomunal a las libertades. Además si hubiera un referéndum nos encontraríamos con qué se va a votar; quién lo promueve y quién lo defiende. Eso es llevar a la sociedad a una tensión desesperante. Al final votaríamos Sánchez sí o Abascal no. Solo hace falta ver el uso del referéndum que ha hecho el mayor representante político de la cultura asamblearia, Pablo Iglesias, que preguntó sobre la idoneidad de su chalé. Me gusta el concepto francés de la demolatría: someter la democracia representativa al ataque de la democracia asamblearia de forma que todas las decisiones las tome el pueblo no se sabe en función de qué criterio.