Lorenzo Silva (Madrid, 1966) es uno de los novelistas más prolíficos de la narrativa actual. En esta ocasión nos trae Castellano (Planeta, 368 páginas), una recreación a medio caballo entre el ensayo y la novela histórica para indagar en las claves de la historia de Castilla, su identidad y la búsqueda personal de unas raíces que habían permanecido ocultas. Este años se celebra el quinto centenario de la batalla de Villalar y la derrota de las huestes de Juan de Padilla, Juan Bravo y Maldonado Pimentel ante las tropas imperiales de Carlos I supusieron el comienzo de la disolución del reino de Castilla en el Imperio Español.
Pregunta: Te has decidido a contar la historia de los comuneros pero lo has hecho en un formato híbrido de ensayo recreación histórica, ¿por qué no has elegido una novela histórica con personajes tan profundos?
Respuesta: Soy una persona inquieta, no me gusta limitarme a hacer lo que ya he hecho ni vivir constreñido ni por formatos, ni por géneros. Yo creo que una novela es un molde bastante dúctil para introducir en ella cualquier cosa que funcione. La historia de los comuneros es muy potente y una gran historia. Además tiene el añadido de que es una historia poco conocida por la gente. Es una historia que me toca mucho personalmente, porque gracias a ella he descubierto mi conexión castellana. Soy castellano por parte de madre, andaluz por parte de padre y madrileño de vida. Con esta historia he podido conectar con el carácter castellano y con esa herencia que tengo de la que no era tan consciente.
P: De hecho, llama la atención que el quinto centenario de la batalla de Villalar haya pasado sin pena ni gloria y no haya tenido una gran celebración
R: Así es Castilla. Si ésta hubiera sido una efeméride catalana, gallega o vasca hubiéramos oído hablar de ella hasta en la sopa y no solo ellos. Castilla tiene una cierta dejadez que también es fruto de aquella derrota. Después de 1521, Castilla quedó muy postrada. Carlos V fue muy duro con los comuneros y con las ciudades rebeldes. Las humilló, las arruinó y las sometió porque lo que valía era su imperio.
P: En Cataluña se habla mucho del rencor hacía los Borbones por las decisiones tras la Guerra de Sucesión, pero para Castilla los Austrias fueron lo mismo.
R: Lo mismo o peor. Cataluña, hasta que cayó en manos de quienes la desgobiernan ahora, era la comunidad más próspera de España y Castilla siempre ha sido una de las comunidades más pobres y más despobladas. Así que el resultado es muy diferente.
P: ¿Por qué crees que no existe un nacionalismo castellano?
R: En parte por eso, porque la represión fue muy dura. El mensaje que se le dio tanto a los nobles, como a los burgueses como a los desheredados era el de sométete al Imperio nuevo que viene de Europa y vete a América, o vete a la Corte o vete a Flandes para luchar por los intereses de esta gente. El reino se deshizo. Las cortes castellanas quedaron reducidas a parte del decorado y dejaron de ser una cámara que aportada nada y que tuteara al monarca. En materia económica, se impusieron unos tributos terribles para pagar las indemnizaciones de guerra a los señores que se habían puesto de lado de Carlos V. Castilla quedó deshecha y los castellanos se recuperaron como pudieron. Castilla se disolvió, primero en España y en ese Imperio creado por los Habsburgo y luego como población en Madrid. En un principio los castellanos emigraban a la costa, a País Vasco, o a Andalucía o Levante… pero ahora los castellanos emigran a Madrid.
P: Por eso llama la atención la división política en la que Madrid no forma parte de Castilla
R: Es que no tiene sentido. Yo tengo una casa en Yllescas que es donde voy a trabajar y todos estos meses he estado escuchando un discurso por parte de presidente de Castilla La Mancha que se refería a Madrid como si fuera una leprosería. Y la realidad es que Toledo y Madrid siempre han formado parte de lo mismo. Primero del reino visigótico de Toledo, luego del reino musulmán de Toledo y después del reino de Toledo dentro de la Corona de España. Mi casa de Yllescas está al lado de la frontera con Madrid y hay un campo de trigo por el que paseo con mi hija que la mitad es Madrid y la mitad es Toledo. Te aseguro que el trigo es el mismo.
P: ¿No hay entonces una forma de vivir a la madrileña distinta a la toledana, por ejemplo?
R: Yo me rebelo contra eso. La identidad es un sentimiento personal y soy bastante enemigo de las identidades coactivas e imperativas y más si vienen impuestas desde el poder y vienen precedidas del “hay que”, o “este es el verdadero madrileño”. Yo creo que lo bueno de la identidad madrileña es que admite muchas lecturas y muchas interpretaciones. Se puede ser madrileño de muchas maneras. De la manera de Ayuso y de la manera de otras. Quizá lo que yo he echado de más en esta campaña es que todos me dijeran lo que significa ser madrileño, no solo Ayuso, también otros. Y lo que me interesa de Madrid es que me deja elegir la manera en que yo quiero ser madrileño. Porque esa es la gran ventaja. Yo he vivido unos cuántos años en Cataluña y allí tenía la percepción de que tanto los poderes públicos como desde la educación y los medios se decía que solo hay una buena forma de ser catalán. No me fui de Cataluña huyendo del procés pero desde luego eso no lo echo de menos. No inventemos ahora una buena manera de ser madrileño.
P: ¿No existe esa identidad madrileña que nos han vendido durante la campaña?
R: Cuando lo intentas reducir te equivocas. Cuando dices “Madrid es la libertad de irte de bares”, oye o de no irte. Yo no voy mucho de bares. Y hay otros lugares donde irte de bares es mucho más imperativo que en Madrid. Aquí te vas de bares o no. Te vas a tomarte una cerveza o no.
P: Cierras el libro hablando de un mensaje oculto de tus ancestros castellanos, ¿has logrado descifrarlo?
R: Es que yo no creo tanto en las identidades colectivas y creo más en las identidades personas elegidas voluntariamente. Para mí en primer lugar, la identidad castellana es una lengua, que además es universal y hablan 500 millones de personas y no hay que ser castellano para hablarla. Y en segundo lugar, es un sentimiento que ya está en la carga de Padilla cuando dice Libertad. Pero libertad no como se está proponiendo, sino como ese sentimiento castellano de aversión al vasallaje que ya está presente en Fernán González. No querer ser vasallo de nadie, ni del rey ni del secretario general del partido. Por eso se rebelan los comuneros, porque el emperador los quiere tratar como vasallos, sin voz, ni voto, ni derechos. Y lo bonito es que ese valor es universal y se puede sentir sin ser castellano.
P: La vertebración de la España de las autonomías se entiende como un proyecto de enfrentamiento entre distintos sentimientos o de sometimiento de unos sentimientos a otros, pero en ningún caso se tiene la identidad castellana como un elemento propio
R: Sí, que además parece que queda bien menospreciar lo castellano y es gratuito. El problema es que todos nos hemos perdido el respeto y ese es un error muy grave. Hay personas en el sector más atrabiliario del nacionalismo español que no respetan otras formas de estar en el mundo. Y también hay personas, en esos otros nacionalismos, que ni respetan a los demás ni respetan el sentimiento de españolidad entendida como solidaridad entre españoles dentro de la diversidad. La verdad es que es un mal camino si nos perdemos el respeto. Este libro está escrito desde el respeto. Reivindico el valor de unos personajes a los que tampoco idealizo. Invito a quien no conozca la historia de Castilla, que también hay quien piensa que es un páramo con una tiranía, a que la conozca y la respete.
P: Y ante ese panorama, ¿tenemos solución?
R: Mientras sigan cortando el bacalao quienes ahora lo hacen, no tengo muchas esperanzas. Pero la vida es larga. Siempre se podrán introducir otros discursos. En nuestra historia, hemos tenido momentos. La transición, que tanto se critica ahora, tuvo sus momentos de concordia. La II República, tan criticada por otros, también tuvo en sus inicios un consenso de gentes muy diversas. No es cierto que no seamos capaces de llegar a consensos, lo que pasa es que luego no somos capaces de mantenerlos. Tendremos que seguir entrenándolos.