Déborah García, historiadora: “De la Transición tenemos muchas cuestiones que resolver”
"Siempre nos han contado que España tiene que ver con el catolicismo y la monarquía y en el libro trato de ver qué es lo que estaba al margen de ese matrimonio"
"Yo quiero mostrar que España se ha dicho de muchas formas. Yo muestro en el libro que la tesis del nacionalismo español del siglo XIX y XX. Pero también ha habido otras realidades en España que también son España"
"En los Comuneros ya estaba presente la idea de que la mejor forma de resolver los problemas era desde lo más cercano y local"
Déborah García Sánchez-Marín (Vitoria, 1983) ha recorrido once fechas claves en la construcción de España desde el ángulo feminista de la Historia. No falta ninguno de los momentos trascendentales de nuestra historia que estarían en cualquier manual tradicional: 1492, Revuelta de los Comuneros, 1808… La novedad radica en que su mirada no se centra en la épica de esos grandes momentos, sino que son los cuidados, protagonizados siempre por mujeres anónimas, quienes se van sucediendo a lo largo de las páginas de “España es esto y todo lo contrario”. El resultado es la explicitación de que España se dice de muchas formas y no hay un único relato que haya construido nuestra esencia. El Spain is different se disuelve al comprobar que España ha seguido los mismos procesos que los países de nuestro entorno. Solo Francia ha sido más eficaz a la hora de eliminar la disidencia en la construcción de la identidad nacional. España, según Déborah, es catolicismo pero también islamismo, es monarquía borbónica pero también reinos Austrias.
Pregunta: El libro se presenta con un enfoque feminista, pero sin embargo no se centra en grandes referentes femeninos, sino en las mujeres de la intrahistoria de cada momento
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Respuesta: No era tanto hacer una historia de las mujeres, sino ver cómo la historia se vertebra en las mujeres como sujeto histórico. En el libro hay un intento de reivindicar los cuerpos que se han quedado fuera de las historias oficiales. Son discursos para entender cómo estamos en el mundo y cómo hemos estado. Mi objetivo era reivindicar a todos los que han quedado de lado, por supuesto también a los hombres que no han sido privilegiados. Es un feminismo que abraza a las mujeres de todo tipo, mujeres y no mujeres como lo hemos entendido. En ese sentido no es un libro de mujeres sino un libro de historia feminista
Quería una historia de España muy caleidoscópica en la que estuvieran presentes las cosas que hemos estudiado pero que cada cual se llevase una visión muy global de toda la historia de España
P: En el libro señalas que España ha sido un mundo hostil para las mujeres, ¿lo ha sido más que otros países de su entorno?
R: No. España no ha sido diferente a otros países. Ni siquiera en la construcción como como entidad nacional tiene ninguna diferencia respecto a otras nacionalidades que pueden existir dentro de la propia España. Pero soy una mujer nacida en España y hablo de lo que conozco. Eso no significa que no conozca otras realidades y no conozca esa hermandad con otras mujeres que han sufrido el patriarcado y no es igual en Europa que en África o en América. Si escribiera EEUU es esto y todo lo contrario existirían también muchas similitudes, que compartimos todos los cuerpos que no hemos sido privilegiados, que compartimos una historia común. Es decir que nuestros cuerpos han quedado al margen y que nuestras historias han quedado silenciadas.
P: El matrimonio entre religión católica y monarquía se convierte en como uno de los elementos centrales de España. Si eso es España, ¿cuál es su contrario?
R: Siempre nos han contado que España tiene que ver con el catolicismo y la monarquía y en el libro trato de ver qué es lo que estaba al margen de ese matrimonio. Y ahí entra por ejemplo el legado árabe. Nuestra forma de cultivar la tierra, nuestro arte, nuestro idioma… tienen influencia árabe y aún hoy nos cuesta ver que en Ceuta y Melilla hay gente española que profesa otra religión. Otra fecha es la de 1749 cuando se produce la gran redada contra el pueblo gitano. Eran personas que vivían al margen de la sociedad y que no estaban normalizadas ni asimiladas al resto de la sociedad. Estos son los grandes grupos que conforman ese todo lo contrario que también define España
P: Hablas del cristianismo visigodo como un gran momento fundacional de España
R: Esa es la tesis de Ramiro de Maeztu en el siglo XIX. La conversión de Recaredo al cristianismo es la fundación de España y en eso se basa el nacionalismo español. La idea de España es muy antigua, pero hasta el siglo XIX no cobra fuerza. Otra de las tesis es que España no es una y que se compone de una serie de reinos muy potentes con unas instituciones muy fuertes. Yo quiero mostrar que España se ha dicho de muchas formas. Yo muestro en el libro que la tesis del nacionalismo español del siglo XIX y XX. Pero también ha habido otras realidades en España que también son España.
Siempre nos hemos mezclado y hemos convivido otras realidades hasta bien entrado el siglo XVIII. Una cultura que no se mezcla está condenada a morir
P: Pones como ejemplo de esas otras realidades de España el escudo de España, que ha sido prácticamente el mismo a lo largo de los años
R: Es una de nuestras grandezas de las que nos podemos vanagloriar, nuestra plurinacionalidad. Siempre nos hemos mezclado y hemos convivido otras realidades hasta bien entrado el siglo XVIII. Una cultura que no se mezcla está condenada a morir y la grandeza de la cultura española reside en su capacidad para mezclarse. España cobra la forma que ahora tiene como un señor potato a la que se le van añadiendo elementos de otras culturas.
P: Señalas que Carlos I basa su reino en el respeto a las instituciones que se encuentra pero que deja la gobernanza en el clientelismo y la merced, ¿crees que eso puede ser el origen de la corrupción que siempre nos ha acompañado?
R: Es cierto que ese modus operandi se ha reproducido a lo largo de la historia. Siempre hemos tenido unas élites parasitarias que se han aprovechado de la riqueza del país. No sé hasta qué punto todo tiene el origen en Carlos I pero es cierto que en su reinado está muy presente y desde entonces lo arrastramos.
P: Cuando hablas de los comuneros, los presentas como un grupo que ahora identificaríamos con propuestas muy progresistas: rendición de cuentas, participación en el gobierno, reforma de la Inquisición…
R: Tenían unos valores que hoy hemos vuelto a ver muy presentes en las ciudades que han luchado contra el covid. Las mancomunidades que hemos visto en la pandemia para ayudarse entre vecinos están en la misma línea. La idea que podemos trasladar de ese momento es entender la política a escala local para buscar soluciones desde un nivel inferior a las administraciones más locales. Había una realidad que eran las hambrunas en el campo castellano y ese era el principal problema que querían resolver. Y Carlos I quería ser nombrado emperador y era su objetivo. Los comuneros querían que sus instituciones los defendieran ante esta situación y cada vez perdían más poder. Y España es esto: la grandeza imperial de Carlos I. Y todo lo contrario: los comuneros pidiendo políticas reales y concretas para solucionar problemas acuciantes como el hambre en las ciudades castellanas.
Yo quiero mostrar que España se ha dicho de muchas formas. Yo muestro en el libro que la tesis del nacionalismo español del siglo XIX y XX. Pero también ha habido otras realidades en España que también son España
P: Hay una constante en los enfrentamientos internos en España en que casi siempre ganan las fuerzas conservadoras por medio de la violencia y quizá eso lleve a las fuerzas reformistas a no querer plantear un programa de gobierno demasiado ambicioso cuando llegan al poder
R: Sí. Es la renuncia de las izquierdas. Eso se ve en los diarios de Azaña durante la Guerra Civil. Y eso también ocurre en la Transición, ya lo señala Santos Juliá. En el caso concreto de España, el conservadurismo siempre ha tenido mucho poder. Las élites muy privilegiadas han tenido un apoyo internacional muy fuerte. El epítome de todo esto es la Transición. Franco muere en la cama. No ha habido una oposición capaz de encontrar apoyos diplomáticos para llamar la atención sobre algo que estaba sucediendo. Desde que se empieza a negociar en noviembre del 75 hasta la reforma del Ejército, que se produce bien entrados los 80, se van dando por buenas determinadas cosas. Y tiene que ver con ese miedo. Vamos a ir poquito a poco. Hemos tenido 40 años de dictadura y aunque no hemos tenido elecciones, tenemos una monarquía y vamos a tener partidos políticos y elecciones dentro de unos meses. Aquella generación creía que la Transición fue ejemplar, pero es verdad que de aquellos momentos aún tenemos muchas cuestiones que resolver.
P: De hecho, la transición no se ha empezado a cuestionar hasta hace poco tiempo
R: Claro, pero es que la generación de políticos que la protagonizó había vivido la Guerra Civil y tenía el sufrimiento de la contienda muy presente. Es cierto que la mano fue muy ancha con algunas cuestiones. Dejar la Jefatura del Estado al Rey, solamente porque Franco lo había escrito así, pues no tiene mucho sentido. Quizá habría que haber hecho un plebiscito preguntando si queríamos monarquía o república. Pero hay que entender que las generaciones de ese momento aún pensaban en la guerra y tenían ese miedo muy presente. De hecho, todavía está muy presente y las soflamas de algunos políticos hacen referencia a esos términos que remiten en cierta forma a la sangre.
P: La figura del exiliado por cuestiones políticas también ha estado muy presente en nuestra historia. Comienza ya en el siglo XVIII tras la guerra de sucesión con los austracistas, pero sigue en el S. XIX con los liberales en el primer tercio y los conservadores tras las guerras carlistas y ya en el S. XX con los republicanos durante el franquismo. ¿España es un país cainita?
R: Es una constante de nuestra historia. Entra un gobierno de un signo determinado y esas personas tienen que irse porque están siendo perseguidas porque las están pasando a cuchillo. Es el discurso de las élites que imponen su visión y deciden qué tiene que ser España. España no puede ser un carlista, no puede ser un musulmán, no puede ser un austracista… Esta homogeneización se ve sobre todo en el S. XVIII y S. XIX con el objetivo de que el gobierno sea más sencillo y no haya grupos que no puedan estar. Son cambios de gobierno que se consiguen por la violencia y la forma de demostrar que eres el que ostenta el poder en ese momento es hacer una demostración de fuerza.
La generación de políticos que la protagonizó había vivido la Guerra Civil y tenía el sufrimiento de la contienda muy presente.
P: Ese comportamiento, ¿es muy distinto de los países de nuestro entorno?
R: No, para nada. En Francia fue igual por ejemplo. En la Revolución Francesa se ajustició a los contrarrevolucionarios con guillotina en la plaza pública para que todo el mundo lo viera. Pero también ocurrió con Napoleón.
P: Llama la atención en que en el listado de fechas que definen España no aparece nada relacionado con la grandeza del Imperio Español en la época de los Austrias
R: Me parecía muy importante poner de manifiesto una España que existe y que ha sido silenciada. Todo el mundo conoce a la perfección la gloria del Imperio Español y ha estudiado a Felipe II de pe a pa. Es una parte nuestra que no podemos negar y ahí tenemos la influencia pictórica de la escuela flamenca en nuestra tradición. Pero yo quería poner en el centro del libro motores que no fueran las guerras. Para mí el eje son los cuidados y yo quería hablar cómo los cuidados son revolucionarios y quería que fuera un libro de historia que no tuviera como columna vertebral todo el eje de violencia y de conquista que ha sido el Imperio de España. Ya hay muchos libros que cuentan magníficamente la historia del esplendor de España. Yo quería que mi eje no fueran las guerras y la violencia, sino los cuidados, que también son muy revolucionarios, sobre todo en esa última parte del libro. Tanto en el 2020 como en esa fecha ficticia del 2264 quería que estuvieran presentes esas partes que no son tan habituales en los libros de historia blanca, cis y hetero de los hombres donde supuestamente el progreso nos ha llevado a una crisis climática sin precedentes, donde el enfrentamiento entre ricos y pobres llega a un nivel nunca visto antes, nuestros servicios están colapsando, a nivel energético tenemos muchos problemas... Yo quería poner de manifiesto que había una serie de cuestiones que habían permanecido ocultas pero que estaban ahí. Yo quería centrarme en lo revolucionario que son los cuidados, que lo estamos viendo ahora. No tanto que las mujeres también cazaban en la prehistoria sino quién defendía el fuego, quien plantaba, quien recolectaba, quien amamantaba… Yo quería que quien se acerque al libro pensase, “España es Imperio, es esplendor, pero nunca me han contado esto otro”. Quería una historia de España muy caleidoscópica en la que estuvieran presentes las cosas que hemos estudiado pero que cada cual se llevase una visión muy global de toda la historia de España. No es un libro que venga a imponerse sobre otros, sino a convivir junto a otros.