José Luis Villacañas, filósofo: “El ecologismo sí es capaz de construir alternativas al neoliberalismo”
"La globalización ha tocado límite cuando se enfrenta de forma inaplazable a los asuntos de seguridad"
"El papel de la UE es el de configurar un gran espacio con doctrina de multilateralismo multifuncional"
"El neoliberalismo no tiene la libertad como divisa, sino la dominación con sus formas de control y de evaluación permanente"
José Luis Villacañas (Jaén, 1955) es uno de los filósofos políticos más destacados del panorama español. Con más de 40 años de docencia en su carrera, en su último libro, “El neoliberalismo, como teología política” (NED, 2020), disecciona la evolución de la ideología que derrotó al marxismo y ha regido la vida de Occidente después de la Segunda Guerra Mundial. La salida en falso que se registró a su juicio de la crisis financiera de 2008 y los retos que afronta ahora la globalización marcan el contenido de un libro escrito como respuesta a los trabajos de Foucault. Pese a que tuvo cercanía con los orígenes de Podemos, se muestra crítico con el populismo, un movimiento al que considera un subalterno del neoliberalismo y apuesta por el ecologismo como alternativa capaz de construir una realidad que no reduzca al individuo a una dimensión meramente económica.
Pregunta. En su libro, usted presenta el neoliberalismo como la etapa final de la historia y el sistema último al que no se puede trascender, ¿realmente no hay alternativa posible? ¿Ha fracasado el populismo en ese intento? ¿Puede el movimiento ecologista convertirse en rival ideológico al neoliberalismo?
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Respuesta. Esa es la manera en que el neoliberalismo se presenta a sí mismo. Esa ultimidad forma parte de su ideología, como se vio en el título de F. Fukuyama El Fin de la Historia. Al identificarse como el sistema final, el neoliberalismo recoge una vieja aspiración occidental, la de hacerse definitivamente con el control de la historia y, como en otras ocasiones anteriores, esta comprensión final responde a la ilusión de haber descubierto finalmente lo natural, haber llegado a la plena autoconciencia la naturaleza de las cosas. Por supuesto esta ilusión es la propia de todo triunfador de la historia. Sabemos, sin embargo, que esta pretensión siempre acelera el final de la hegemonía en cuestión, torna la mente cosificada, genera desplazamientos de huida hacia delante, procesos preventivos más bien ofuscadores, que implican gastos de energía ingentes y que violentan la realidad. Así que estoy seguro de que el neoliberalismo no será la última comprensión de las cosas ni el último pensamiento hegemónico. Pero no estoy seguro de que sea derrotado por el populismo. Creo que el populismo es subalterno del neoliberalismo, depende de él para su génesis y puede ser utilizado por él. Lo que llamamos neoliberalismo ha penetrado en el mundo de la vida de tal manera que el populismo no podrá reducirlo. Sólo un régimen mental que esté en condiciones de solucionar los problemas que ahora soluciona el neoliberalismo de otra manera estará en condiciones de vencerlo. La sustancia misma del populismo, con su anclaje en el líder personalizado, es por su estructura darwinista, bastante neoliberal. En todo caso, no generará energías suficientes para ordenar mundos de la vida de otra forma. No así el problema de la ecología. Ahí se abre paso una forma de vida, capaz de afectar a la generalidad de nuestras relaciones con la realidad, capaz de transformar la subjetividad y por eso mismo de construir mundos de la vida alternativos.
P. ¿Cuál es la conquista más importante del neoliberalismo? ¿El desarrollo de la actividad económica y financiera hasta supeditar a todas las demás o la mera ostentación del poder?
R. Creo que la conquista mental más importante del neoliberalismo ha sido justamente convencer que ofrece libertad a los sujetos que gobierna. Que responde al sentido de la libertad natural que incorpora cada ser humano. Ese es el caballo de Troya para autoproponerse como la verificación de lo que es y por tanto como ese estado final en el que el ser humano reconoce la verdad de las cosas. Esa concepción del mundo, que se ilumina solo desde la existencia individual ahora elevada a un vacío que debe ser colmado por la capitalización, es su mayor éxito porque permite que se responda a las críticas señalando la ingenuidad de quien eleva la crítica, su desconocimiento de la realidad. Aquello de “es la economía, imbécil”, como si de ahí se desprendiera “es la realidad, imbécil”, y como si esa realidad económica absoluta anclara en la estructura del mundo, no solo en la estructura antropológica, sino en la estructura cósmica, natural, ese es su mayor éxito. Su idea es que la economía es la arena, el campo medioambiental en el que el ser humano despliega la misma lucha darwinista que todos los demás seres vivos despliegan en sus medios naturales. Por supuesto esta lucha darwinista se realiza en el caso del ser humano a través de su dimensión racional, entendiendo la razón como el complejo de capacidades de saber y poder que orienta en los juegos del individuo que lucha contra todos, incluso cuando tiene que ceder en alguna cooperación. Esa concepción del mundo es la fundamental. La centralidad del capital financiero viene luego, en la medida en que permite verificar de forma nítida el saber y el poder, computarlo, y de ese modo identificar al vencedor. La afinidad entre el capital financiero y el juego racional es clave en este dispositivo, pero no ofrece sino los instrumentos objetivos para los verdaderos fines: identificar al mejor adaptado en la lucha y presentarlo así con la legitimidad que ofrece un aura a su persona.
P. Del mismo modo que la laicidad exige recluir la religión a la esfera privada, crear una teología política a partir de un sistema político exige que la esfera privada se elimine por completo y que el psiquismo individual quede colonizado por la ideología neoliberal, ¿hemos vivido un proceso inverso al de la Ilustración en ese sentido?
R. El dispositivo por el que toda teología política se consuma es siempre ideológico. No existe nunca la vida completa atravesada por la teología política. Lo que hace toda teología política es el intento de determinar por completo el horizonte de experiencia y de expectativas. Por supuesto, lo primero que tiene que hacer toda teología política es plegar la vida religiosa a su sentido de las cosas, hacerla su aliado, canalizar sus aspiraciones de salvación y de consuelo por el horizonte teológico-político. Esto es lo que se logra con la interpretación de la predestinación a través del éxito económico. Al ofrecer un sentido de los elegidos desde la inmanencia de la vida económica, el neoliberalismo logra que muchos se enfrenten a la actividad económica como si fuera una dimensión sagrada. Pero esto siempre es muy limitado y endeble y supone una secularización tan fuerte que ya han desaparecido realmente los motivos religiosos. Por lo general, la vida religiosa es de naturaleza comunitaria y no individualista. Esto da lugar a todo tipo de tensiones con el neoliberalismo, pues lo que este no permite es una forma de vida que no ancle en un sentido individualista de la tarea o de la misión humana. Por lo general, las religiones no aceptan esta mirada y por eso se puede asegurar que las religiones de forma mayoritaria se posicionarán siempre en tensión con el neoliberalismo. Así que el intento de neutralización de todos los ámbitos comunitarios de la vida por el neoliberalismo es bastante utópica. Lo decisivo en todo caso es que el neoliberalismo es el condicionante universal y obliga a todos los actores, individuales o comunitarios, actuar con su método de validación y de poder y por tanto acorrala a la vida comunitaria de familia, religiones, profesiones, para introducir su lógica. No la puede reducir por completo, pero le obliga a jugar en su terreno mediante múltiples formas de dominio. En este sentido, gobierna lo público y lo privado y rompe cualquier otra lógica hasta dejarla como puramente residual. Y eso es vencer. Pero su principal victoria es cuando todo esto se realiza bajo el convencimiento de que así son las cosas y bajo la convicción de que solo el mantenimiento del sistema garantiza el orden. Esa es la meta de toda teología política. Respecto de la Ilustración es una buena pregunta que merece una respuesta por extenso. En todo caso, se ha intentado considerar al neoliberalismo como un sucesor legitimo de la Ilustración. Creo que esta operación es completamente infundada. Las consignas de la Ilustración son orgánicas y deben tomarse en su integridad. En el mejor de los casos el neoliberalismo puede fragmentar las aspiraciones ilustradas y privilegiar la libertad, frente a la igualdad y la autonomía, pero en el peor de los casos su sentido de la libertad implica una degradación reductiva del programa ilustrado sin precedentes. Se debe pensar que la categoría central de la Ilustración es la de sociedad civil, que no puede reducirse a la de mercado en absoluto. Sobre esa base tan diferente todo adquiere un sentido distinto.
El neoliberalismo es incompatible con la igualdad de condición humana y a medio plazo con la democracia
P. ¿Qué papel han jugado las fake news y la posverdad para consolidar al neoliberalismo como única teología política posible en la actualidad? ¿Hasta qué punto ha sido necesaria la manipulación de la opinión pública a lo largo del siglo XX para que el neoliberalismo consolidara su posición?
R. Por supuesto, el neoliberalismo ha consolidado su posición desde una ingente intervención social. Pero no creo que haya usado de forma masiva las fakes news. Su forma de implantación es más constructiva porque sabe que tiene que formar mundos de la vida materiales, mercados, flujos de capital, de comercio, de poblaciones, todos ellos efectos materiales visibles y comprobables. Son formas de poder y de dominación, no de impotencia. Las fakes y la postverdad son más formas de compensar la impotencia. Me gustaría por eso distinguir el problema de las fakes y de la postverdad respecto del capitalismo neoliberal. Ese es un asunto complejo y supone una clara conciencia de la historia conceptual de la contemporaneidad, que es en realidad el proyecto que hay detrás de mi libro. Hay un hilo de continuidad entre el actor en medio de un mundo neoliberal y las fakes, pero no son la misma cosa. Ante todo, el neoliberalismo es un régimen de producción de verdad. Este régimen estaba apoyado por un sistema de gobernanza imponente de agencias mundiales, de sistemas burocratizados, de complicidades estatales. Es un sistema de dominación que produce su propia percepción del mundo y que convence al ser humano de que debe integrarse y adaptarse a él, pero también defenderlo como único posible. Eso ha sido una verdad masivamente aceptada, no una fake. Ahora bien, ¿qué sucede cuando ese sistema de dominación se hace insoportable por sus consecuencias sociales, culturales, políticas y medioambientales? Sencillamente que se produce un negacionismo de lo que se ha considerado una parte de la verdad hasta la fecha. Ese es el momento en que el neoliberalismo ya desconfía de su propia producción de verdad y se presenta como desnuda dominación. Ahora bien, el negacionismo es propio de las épocas que ya han perdido su tronco ideológico, pero no ha visto nacer una verdad alternativa. Ese momento, muy peligroso, es el que aprovechan los aventureros de toda índole y donde aquellos que ya no se sienten seguros en la defensa de sus posiciones a través de una producción de verdad se lanzan a acariciar posiciones autoritarias y violentas. La postverdad encierra estas dos dimensiones. Sin embargo, el tipo de subjetividad que requiere la postverdad y las fakes viene preparada por la subjetividad neoliberal en el sentido de que aplica a la política y a la vida social la forma arbitraria de consumo. Yo elijo la verdad en la que creer, como elijo una mercancía en el estante de un supermercado. Es parte de mi libertad. En un caso y en otro me elevo a sujeto soberano y compenso mi insignificancia con un resentido “en mí no manda nadie”. En ese momento, el neoliberalismo pierde la legitimidad que había tenido y ve surgir en su seno una política de fuerza. No creo que los verdaderos protagonistas de la agenda neoliberal estén interesados en esta evolución. Les iba mejor cuando todo el mundo creía que lo que ellos decían era la naturaleza de las cosas, que la economía era el todo, que las leyes de la economía deben ser la leyes de la subjetividad y que las evidencias que propone la economía son leyes de la naturaleza y que quien las interioriza se salva, triunfa y goza. Si eso finalmente fracasa, el sujeto no renunciará a salvarse, triunfar y gozar, pero ya no podrá aludir a la verdad neoliberal, sino a todo lo que le permita imponerse, triunfar y gozar. Y esa aspiración de omnipotencia ilimitada e impotente es la que configura al portador de fakes. Es un elemento central del populismo reactivo y regresivo, supremacista, hipernacionalista, que no tiene verdad alguna. El populismo de izquierdas que desde hace tiempo se opone al neoliberalismo tiene al menos una verdad: mostrar las consecuencias negativas de estas políticas. Su problema es disponer de una verdad cuando está en el poder y en el gobierno. Eso es más complicado, pues sustituir una teología política es muy difícil. Y cuando esa teología política está apoyado por una clase burocrática que funciona como sacerdotal, más aún.
P. Vivimos una época en la que cada vez vemos más riesgos de colapso por cambio climático. ¿Es el capitalismo incompatible con la naturaleza?
R. El capitalismo es compatible con todo. Puede crecer en cualquier sitio. Es compatible con la dictadura comunista y con los estados fallidos; con el narco-capitalismo y con el populismo de Trump. Por lo tanto es compatible con la naturaleza, a la que moldea y transforma. Por supuesto está en condiciones de ser compatible con el ecologismo, porque es una técnica de cálculo de gastos, de necesidades, de beneficio, de riesgos, de financiación y de mercado. Como tal, puede incorporar racionalidad. Si a los costes habituales se añade el de medio ambiente puede ser igualmente capaz de sobrevivir repercutiendo precios. Pero el neoliberalismo no es sino una forma de capitalismo privilegia una subjetividad que se identifica completamente con el capitalismo bajo la forma de consumo acelerado. Lo que cabe decir es que este capitalismo no es compatible con la Tierra tal y como la conocemos, pero eso no le preocupa a su forma de pensar. Primero porque la consecuencia de ese consumo desenfrenado implicará cambios drásticos de hábitat que favorecen emigraciones, para lo que el neoliberalismo está preparado, desarraigando poblaciones, reuniéndolas en megalópolis y profundizando en el individualismo y la forma de vida de grandes mercados que él mismo promueve; pero segundo porque las consecuencias catastróficas y quienes quedan arrolladas por ellas no harán sino confirmar el carácter competitivo y adaptativo de la vida. Con lo único que es incompatible el neoliberalismo es con la igualdad de condición humana, y en el medio plazo con la democracia, que es inviable sin esa igualdad básica. Creo que el neoliberalismo no se combate priorizando el sentido de la naturaleza por sí mismo, aislado del sentido de la miseria humana que va a producir un modo de vida que no la tiene en cuenta como hábitat de la diferencia admirable de las formas de vida.
El neoliberalismo tarde o temprano tendrá que hacer explicitas sus bases supremacistas. Lo hemos visto con Trump y Bolsonaro en la pandemia
P. En el libro refleja la paradoja de que las revoluciones del 68 fueran las que comenzasen a socavar el Estado del Bienestar y ahora se reclame la fortaleza del mismo por parte de quienes reivindican el mayo de París, ¿la falta de coherencia a la hora de plantear críticas al modelo neoliberal ha contribuido a la fortaleza del mismo?
R. El libro traza una relación ambivalente del mayo del 68, y de las consecuencias filosóficas del mismo, con el triunfo del neoliberalismo. Por supuesto, mayo del 68 estuvo movido por una exigencia de libertad. De eso no cabe duda. Eso implicaba separarse de esquemas mentales que eran asfixiantes y que estaban legitimados por la victoria sobre el nazismo y el fascismo como si formaran parte del arsenal normativo fundamental de las sociedades. La crítica despiadada de mayo del 68 redujo esas dimensiones normativas como ideológicas y amplió los cauces de decisión y de libertad entregada a los particulares. La gente se relacionó con sus cuerpos y con sus creencias de una forma completamente diferente. Sin embargo, comprendió la libertad a partir de la imaginación creyendo que de esta manera se encaminaba a la producción continua de diferencias. Mi opinión es que la imaginación es una de las competencias humanas más triviales y formalizadas, de tal manera que imaginar es la manera más directa a la homogeneización de la vida. Solo la experiencia singulariza, no la imaginación. Ese fue el camino para que el mercado y la técnica respondiera ofreciendo “todo lo que puedas imaginar”. Sobre ese prestigio se ha abierto el más amplio consumo de masas. En este sentido, si se hubiera dicho “la experiencia es libertad” con seguridad se habrían elevado barreras a una economización completa de la vida a través del consumo, porque la experiencia no se puede comprar. Los objetos de la imaginación, sí. Es una pena que en mayo del 68 no se fuera por este camino, porque en realidad había suficientes elementos culturales para avanzar por ese camino. Pero se tomó el camino falso del prestigio de la imaginación, en un mundo dominado por artistas y literatos, que pronto condicionaron el mercado y que potenciaron la individualidad. En efecto, la imaginación es compatible con la soledad. La experiencia no. A eso se añadió un mundo cultural que primó el camino hacia la deconstrucción, que por supuesto considero necesario como culminación de la crítica de tanta falsa normatividad, pero que cuando se combinó con los estudios culturales mostraban también la primacía del camino hacia la diferencia, pero no hacia la experiencia, que siempre tiene que definir algún punto común. La consecuencia de todo esto fue una cultura que solo vio en la soledad el rasgo común. Y eso ofrecía un territorio electivamente afín al desarrollo del neoliberalismo, que en su poder pastoral habla al individuo aunque lo haga a través de rituales colectivo ritualizados con un fervor cuasireligioso. Esa ambivalencia es la que se percibe en la obra de Foucault. Pues allí se ve su repudio de la sociedad dirigida que implicaba la época del Estado de bienestar, y la fascinación que supo crear el neoliberalismo con su ampliación de la zona de libertad. Pero todo era una imaginación. Cuando hemos hecho esta experiencia, nos hemos dado cuenta de que se trata de una dominación que nos coacciona de manera que el ser humano no podía literalmente imaginar.
El neoliberalismo precariza la vida desde el momento en que la reduce a racionalidad económica
P. Uno de los problemas del neoliberalismo es el cortoplacismo que implica y el déficit solidario intergeneracional que arrastra el neoliberalismo ¿confía en que seamos capaces de abandonar ese pensamiento inmediato y actuemos con visión de especie y no de individuo?
R. El neoliberalismo es un régimen complejo que subroga las religiones en la medida en que mezcla el corto plazo y el largo plazo. Ofrece satisfacciones en el corto plazo, pero también genera deuda en el largo. Así imita la estructura de la fe. Ésta asegura en el presente, pero siempre espera el juicio final y la cuenta final. En la medida en que su campo es el momento financiero, tiene que computar riesgos continuamente, pero como vive del crédito, tiene que hacer deudores. Como es natural, un gozo a corto plazo que implica deuda en el largo disminuye la capacidad de gozo de los futuros seres humanos. Pero eso también forma parte de su teoría de la adaptación y de la producción de diferencia y desigualdad. No hay sentido de la especie, por supuesto, porque son los triunfadores, los adaptados, los vencedores, los que forman la especie. En el límite el neoliberalismo se imagina que estamos dentro de un proceso evolutivo abierto, del que se puede derivar nuevas formaciones específicas, nuevos tipos humanos, nuevas diferencias insuperables, nuevos superhombres. El pensamiento evolutivo forjó el nacismo y el neoliberalismo tarde o temprano tendrá que hacer explicitas sus bases supremacistas. Lo hemos visto en el régimen de Trump, Bolsonaro sobre la pandemia. La gente muere, los mal adaptados mueren, los débiles mueren. La economía no puede parar. La economía es el motor evolutivo diferenciador y por tanto es el trascendental de la vida.
P. El neoliberalismo se basa en la existencia de las vidas precarias para mantener el statu quo que lo perpetúe. Si acabásemos con la precariedad, ¿el edificio neoliberal se derrumbaría?
R. Es una buena pregunta. El neoliberalismo precariza la vida desde el momento en que la reduce a racionalidad económica. Produce un mundo de diferencias incompatibles con el trato y la experiencia común. Que entre esas diferencias haya unas vidas sin nada y otras vidas con todo forma parte de la premisa de la lucha. Que muchas de ellas ya estén fueran de la competencia económica no es sino la condición de que brillen otras, los elegidos, los triunfadores. En este sentido es preciso superar ante todo la precariedad que reduce la vida a la mirada económica. Esa mirada es muy costosa. Genera observadores implicados, burocracia sin límite, evaluadores continuos de riesgos, asfixia la vida social. Ahora sabemos que no vemos la libertad por ningún sitio y que los actos de consumo nos compensan por entrar en cadenas burocráticas infinitas, evaluaciones continuas, estrés angustioso. Todo eso impide actuaciones finalizadas, experiencias exitosas. Además las consecuencias de esas evaluaciones son flexibilidad permanente, aumento de tiempo de deber sobre tiempo de poder, adaptación a nuevas normas permanentemente cambiadas, etcétera. El sistema neoliberal ha colonizado completamente la vida. Tenemos que recuperar cierto sentido de plenitud. Que los médicos curen, no que se pasan la mitad de su jornada haciendo informes para evaluar su servicio; que los profesores enseñen, no que se entreguen a una burocracia profesional y sádica para evaluar su trabajo. Al final la evaluación, la observación, el control, la información permanente, genera unos gastos que lanzan el modelo de empresa a toda actividad. Esa es la precariedad general, que solo sirve para diferenciar adaptados y desadaptados, precarios y poseedores de la nada. Eso es lo que tenemos que transformar y ganar espacios de experiencia, de libertad y de acción común.
La única racionalidad real es la económica y las demás esferas son racionales solo en la medida en que cumplan con la racionalidad económica
P. Además de estas vidas precarias, ¿es necesario personificar el miedo y la amenaza a través de otros, generalmente los migrantes?
R. La producción de diferencias debe ser permanente y es importante que todo individuo pueda compensar su propia precarización con la observación de otros todavía más indefensos. Es la manera de aliviar el desconsuelo. Para ello todos los días somos testigos de naufragios de otros, que nos muestran que estamos a salvo de lo peor. Es como en la imaginación medieval. Los que estaban en el purgatorio se sentían felices en medio de las llamas porque su imaginación les decía que no era para siempre.
P. El neoliberalismo no concibe otra dimensión del ser humano que no sea el homo aeconomicus. Toda actividad humana, moral, estética, epistemológica solo tiene sentido en tanto que está supeditada a la economía y la rentabilidad, ¿Puede considerarse esto como el efecto más alienador y perverso del neoliberalismo sobre el sujeto?
R. Desde luego. Esta es la reducción y la precariedad. Parece decir: la única racionalidad real es la económica y las demás esferas son racionales solo en la medida en que cumplan con la racionalidad económica. No es capaz de considerar que quizá este sometimiento a la racionalidad económica de las demás esferas no hace sino eliminar lo que cada una de ellas tiene como valor específico. Pero lo amable, lo bueno, lo bello, lo verdadero, lo justo, lo sublime, lo santo son bienes que no se puede traducir a lo barato, lo caro o cosas así. La humanidad no puede vivir con esta opresión. Sin embargo, cuando se pretende que la investigación sólo se mida por cuantificadores que se reducen a controles de gasto, los cuidados médicos a lo que puede explicarse en un informe detallado hora a hora, etcétera, con la excusa de que solo así se racionaliza y se calcula, se están destruyendo desde dentro las metas específicas de una esfera de acción. La excusa de que así será más barato es trivial. No lo es. Es un dispositivo de dominación. No de eficacia. Creo que esa experiencia ya la hemos hecho.
Aunque se baje el tono de la guerra arancelaria, EEUU ha dejado de ser un país estable
P. A principios de 2000 era común escuchar a intelectuales defender la exportación de la democracia a cualquier rincón del mundo. En aquel momento se hacían llamar neoconservadores. Esos mismos pensadores ahora se encuentran en posiciones más cercanas a los movimientos populistas en favor de la recuperación de la soberanía nacional, ¿es una lucha de poder dentro del neoliberalismo o una reacción contra el mismo desde posiciones de derecha? ¿En qué momento y cómo ha sido posible que (neo)conservadurismo y (neo)liberalismo se hayan convertido en las dos caras de la misma moneda?
R. Esto es lo que debemos medir bien, porque marca momentos históricos dentro de la contemporaneidad. En mi opinión la mundialización de mercados conocida como globalización ha tocado límite cuando se enfrenta de forma inaplazable a los asuntos de seguridad. Hace tiempo que se abandonó la premisa de extender la democracia liberal y la ideología de los derechos humanos por el mundo entero. Pero todavía subsistía la extensión de los mercados como campo en el que se podían entender los actores en competencia. La ilusión se mantenía mientras no se afectara a seguridad. La multipolaridad puede funcionar mientras determinados países preserven su soberanía seguritaria o su hegemonía. Todo se bloqueó cuando la intervención en el mercado implicaba a la hegemonía en las comunicaciones, de la que depende la posición militar. Toda la tecnología digital tiene su origen en los requerimientos militares. Cuando la técnica dominante en el mercado afecta a estos requerimientos de la comunicación, necesarios para el funcionamiento estratégico, todo cambio. Eso es lo que ocurrió con la técnica del 5G, que concede ventajas de tiempo sobre otros sistemas. Es solo ventaja de tiempo, pero eso es decisivo cuando se trata de operaciones entregadas a la decisión (militares, de bolsa, etcétera). Entonces la emergencia de la soberanía nacional, que siempre estuvo allí, se hace notar. Pero en las condiciones de competencia dadas, se requiere una intensificación con la causa nacional, la creación de un público fanatizado dispuesto a dejarse llevar por la competencia nacional. Con ello, ante todo, se hunden las evidencias de la gobernanza mundial neoliberal, se ponen en cuestión las instancias globales. Se arruina la idea de que todo es racional si es económico. Aparece entones que en el mundo ajeno a la economía hay realidades, como la nación, la soberanía. Pero como todo lo racional es lo económico, lo que está más allá de lo económico tiene que aparecer como puramente irracional, sentimental, apasionado y visceral. Así que el impulsor del neoliberalismo se convierte de repente en defensor de la soberanía arruinando todas las evidencias. Pero hay común: antes la lucha se seguía en la arena económica. Ahora la lucha se realiza en el campo de la pasión nacional, en la fanatización de los sentimientos. De este modo, el neoliberal se convierte en supremacista. Lo que subyace es la reducción de la razón a una adaptación en medio de la lucha. El esquema que identifica la realidad no ha cambiado. Se ha hecho un poco más complejo. Economía más pasión nacional. Eso es Trump. En cierto modo, ofrece a los que ya están en la precariedad una compensación nacional. Usan a las víctimas del neoliberalismo económico como peones de la lucha en la nueva arena. Es una jugada maestra. Porque la aspiración era usar ese potencial político para moverse con mejores opciones dentro del mercado. La meta no es poner fin al neoliberalismo, aunque ya se vea que es una dominación política, sino condicionar el ámbito económico por el poder soberano. A este paso lo llamo la formación imperial de la hegemonía neoliberal, algo que coincide con su previsión de que el final puede estar cerca.
P. Hemos vivido una aceleración del proceso globalizador que hasta hace poco tenía resistencia en algunos estratos de clases populares y sólo avanzaba al ritmo de las élites, sin embargo tras la crisis de 2008 han aparecido figuras que reclaman desde la élite una reversión de la globalización pese a formar parte de esas élites que se han beneficiado de ese proceso como Bolsonaro, Trump, Boris Johnson, ¿este movimiento se debe más a una lucha de poder dentro del neoliberalismo o una mutación del mismo?
R. La crisis de 2008 tuvo una solución estrictamente neoliberal y se llevó a cabo en términos de deuda, de prioridad del salvamento del sistema financiero, de coacción de las agencias mundiales. No impuso elementos de irreversibilidad ni alteró los dogmas tradicionales del neoliberalismo. Lo verdaderamente nuevo comienza cuando el proceso de mundialización entregada a las agencias mundiales se ve como inseguro y se intenta un manejo de la mundialización desde estructuras de soberanía. Esto implica que se quiere manejar el proceso económico mundial desde actores connotados y sobredeterminados desde el punto de vista político. Esto sí es algo nuevo porque implica confesar que la ratio económica y el homo económico tienen por encima al hombre político. Pero ese hombre político no quiere hacer otra cosa que intervenir desde posiciones de fuerza en el proceso económico. En todo caso, este ya no tiene racionalidad autónoma. Por eso se trata de asegurar aliados fiables (Brasil, Chile, Gran Bretaña) y mejorar las posibilidades mundiales para competir desde posiciones de fuerza. Por eso se denuncian a las potencias que están en posiciones multilaterales, como Europa, y se lanzan a un proceso de aislamiento de China. Es decir: para sostener ventajas de tipo neoliberal se fuerza la trascendencia del orden neoliberal. Esto tiene poco recorrido y lo más lógico es que se vuelva por parte de USA a posiciones ortodoxas. Pero me pregunto si no será ya demasiado tarde. Porque aunque se baje el tono de la guerra arancelaria, EEUU ha dejado de ser un país estable. Por tanto, China se está asegurando su propio espacio de sudeste asiático, del que ya forman parte trece países, con la expectativa de que India entre pronto. Incluso Japón, Australia y Nueva Zelanda están dentro. Rusia por supuesto irá a la suya. Y Europa estará con todos con los que pueda para garantizar multilateralismo. Cuando se ha visto con claridad que ya vamos a un mundialización con grandes espacios ha sido con la pandemia. Eso ha eliminado el tratamiento neoliberal interno de la UE, en el sentido de que ha dado pasos hacia la asunción de funciones soberanas, pero obviamente para jugar mejor en una mundialización con grandes espacios. No sabemos todavía como esto erosionará el neoliberalismo, pero creo que será a medio plazo una erosión efectiva en el terreno de las representaciones. Obligará a definir al homo europaeus que no podrá reducirse al homo economicus, sino que tendrá que asumir algunas premisas normativas adicionales. Esto dinamizará la situación, pues tan pronto se pongan en circulación premisas normativas habrá que crear estructuras de solidaridad. Eso será inevitable.
P. Si el neoliberalismo no necesita a la democracia, ¿hacia qué sistema político puede mutar?
R. Por supuesto el neoliberalismo no necesita la democracia. Así que ésta tendrá que defenderse desde estructuras normativas ajenas a la vida económica. Esto se ha visto con China, que ha presionado a favor del neoliberalismo justo desde las dictaduras comunistas. En la política de grandes espacios que hipotéticamente preveo cada vez más intenso la democracia definirá un amplio espacio que estará en todo caso todavía liderado por EEUU si efectivamente se mantiene el liderazgo de Biden y se contiene la base de Trump. Si se quiere pedir solidaridad a los que queden en el interior de los grandes espacios se tendrán que fortalecer los elementos normativos o los modos de vida. La gran cuestión es que los grandes espacios no van a ser ni homogéneos ni continuos y desde luego habrá la tentación de algunos de mantener relaciones privilegiadas con países de otros, para garantizas sus excepcionalidades normativas, como es el caso de Cuba o de Venezuela. Pero en todo caso, si se quiere tener un gran espacio fiable y cooperativo se tendrán que establecer solidaridades internas que vayan más allá del mercado. En este sentido, la UE puede ser líder en la construcción de grandes espacios con vínculos normativos intensos y estructuras de solidaridad interregional. Que esos grandes espacios conformen una sociedad civil entre sí como preveía Kant regulando el mercado puede permitir que se conviva con equilibrios entre sistemas democráticos y sistemas burocratizados sin base democrática. Habrá tensiones, pero cabe explorar formas de equilibrios.
P. Habla de una refundación de Europa, ¿es posible que la UE pueda seguir jugando un papel central en la Humanidad o cada vez será más un actor secundario ante el empuje de China y la resistencia de EEUU?
R. Creo que su papel es el de configurar un gran espacio con doctrina de multilateralismo multifuncional. Puede estar en políticas de seguridad con EEUU, en políticas comerciales abiertas, en políticas democráticas solidarias con Euroamérica, y en políticas de cooperación con norte de África. Puede así atender a diferentes esferas de acción mostrando su apuesta por una vida no reducida y superando el estrecho cosmos neoliberal desde un arsenal normativo reconstruido con tradiciones comunes con América del Norte y del Sur.
P. Habla de refundar lo común como primer paso para encontrar una alternativa al neoliberalismo. La economía colaborativa partía de esa premisa, sin embargo ha terminado desembocando en las plataformas de riders como una nueva forma de creación de vidas precarias ¿es imposible luchar contra el capitalismo por su capacidad de infinita de mutación y apropiarse de todo?
R. Yo no centraría la lucha de forma directa contra el capitalismo. Creo que hay que configurar formas heterodoxas de economía, pero con una cierta racionalidad, porque de otro modo no puede configurar mundos de la vida. Lo urgente es reconocer la insoportable dominación del neoliberalismo y reconstruir un tejido de vida social sobre vínculos comunes normativamente asentados. Superar la precariedad y la dominación, cada vez más violenta, de la asociación de vínculos políticos y agentes neoliberales. Esa es la clave. Que la política sirva a otros horizontes sociales y que contenga el momento absoluto de la economía porque de otro modo se genera un corsé de hierro de burocracia y administración para los que están en la función y un exceso de libertad para las instancias de gobierno. Eso está amargando la vida de millones de trabajadores a los que se ofrece una alternativa: una precariedad de contratos por días y una coacción administrativa que les hace cada día más inoperante su tarea. Creo que hay que lograr algo muy evidente: que el neoliberalismo no tiene la libertad como divisa, sino la dominación con sus formas de control y de evaluación permanente. La libertad ha sido una palabra de emancipación y no damos en el blanco cuando la oponemos a la igualdad. Fragmentar la potencia emancipadora de los valores modernos de ese modo es perder la batalla. Es generar un bipartidismo que no ofrece nada atractivo porque no ofrece nada real. Pues libertad sin igualdad es tan violencia como igualdad sin libertad.
P. La capacidad que ha tenido el neoliberalismo de convertirse en la única realidad posible y convencernos de que encarna el orden natural de las cosas frente al que no cabe alternativa. Pero si colapsamos, ¿qué alternativas vendrán?
R. La alternativa que siempre le queda a la humanidad es permanecer en aquello que la salvó del colapso evolutivo en otras ocasiones: la solidaridad de grupos sobre una adecuada delegación de tareas. Ahí está el núcleo de las potencias racionales del ser humano, su capacidad de configurar experiencias, de forjar arsenales de respuestas ante dificultades y la activación de recursos que ya funcionaron una vez. Pero hacer que colapse el recuerdo siempre con políticas de resentimiento, de encono, de culpabilización, y de rencor impide que broten las percepciones comunes de la inteligencia y de la ética. No es posible generar ámbitos de lo común en el terreno económico o político, sin que configuremos percepciones comunes en el campo de lo normativo y del ethos que conduce nuestra vida. Cifrarlo todo en un manejo revolucionario de un bien parcial no garantiza la reproducción de la dominación bajo otros modos. Lo decisivo es configurar una inteligencia normativamente orientada hacia lo común. Y eso requiere una reflexión lúcida y positiva capaz de superar tanto la carencia de percepciones morales como de una culpabilización que paraliza. La humanidad se ha salvado por la capacidad de producir esa inteligencia posicionada éticamente. Lo que sabemos es que el neoliberalismo no puede hacerlo. Eso le condena a tener que recurrir tarde o temprano a la desnuda dominación. Y ese es el momento en el que se le cae la máscara. Trump ha sido una bendición para que la máscara caiga. Esperemos que eso genere un momento reflexivo adecuado. Porque hemos estado en situación de riesgo. Pero quien aspire a rehabilitar el neoliberalismo como si no hubiera pasado Trump, no hará sino traernos un riesgo más intenso, y entonces estará completamente ciego para las consecuencias que se derivarán en la próxima jugada.