En contraposición de la España vacía en la que aparentemente nunca pasa nada, en los últimos 20 años ha surgido la que se ha denominado también La España de las Piscinas (Arpa, 272 pags). Así se titula el libro en el que Jorge Dioni, (Benavente, Zamora, 1974) hace un retrato del urbanismo fruto de la burbuja del ladrillo anterior a la crisis de 2008. Dioni tiene claro que “la gente vive como le da la gana, no se pueden caer en juicios morales ni encasillar a nadie por dónde vive". Con su libro, busca detallar cómo la planificación urbanística ha querido potenciar el aislamiento de la ciudadanía y romper el concepto de comunidad que sustentaba a las sociedades del siglo XX.
Pregunta: Una demanda habitual de los barrios nuevos es que los servicios llegan mucho tiempo después de que la gente comience a habitarlos y en el libro ya señalas que es una práctica que se viene realizando desde mediados del siglo pasado. ¿No hemos aprendido de los errores?
Respuesta: Es la frase de José Luis Arrese, “primero las viviendas luego los servicios”. Y en aquella época era peor porque los barrios comenzaban a habitarse sin canalizaciones de agua o sin asfaltar algunas calles. El problema es que ahora nos parece que todos los problemas tienen que tener soluciones individuales y al final la gente acaba buscándose la vida en una oferta privada. En los años 70, las soluciones privadas eran el pasado, tanto en la sanidad como la educación. Antes cuando se iba al igualatorio se tenía que pagar por el servicio médico. Ahora esas soluciones privadas parece que son el futuro. Eso no depende de cada uno, sino que son las soluciones que se ofrecen en el contexto global, que es lo que a mí me interesa realmente.
P: En aquella época el movimiento vecinal tenía una gran presencia y ahora tienen un papel testimonial
R: Es que entonces las respuestas eran colectivas, tanto a nivel de sindicatos, como asociaciones de vecinos, casas regionales, parroquias… Ahora no. Es muy curioso que la Iglesia como institución milenaria, tiene una visión más a largo plazo que el resto de actores. Ahora en los nuevos desarrollos, te encuentras antes un colegio concertado que una parroquia. Hace 40 años, esto no era así.
P: El libro hablas del cinturón naranja en el caso de Madrid en alusión a los PAUs que votaban mayoritariamente a Ciudadanos, sin embargo, en las últimas elecciones han tenido un resultado similar al del resto de la comunidad con el PP como primera fuerza y Más Madrid como segunda fuerza. Además de que tanto Rivas como los PAUs del norte han seguido un modelo similar y siempre han tenido resultado distintos
R: Lo primero es que no es matemático y lo segundo es que estas elecciones han sido muy particulares. Ciudadanos encajaba como un guante porque era un partido con una propuesta de regeneración moderna al estilo de lo que estábamos acostumbrados a ver en las películas y series norteamericanas como menos impuestos, más modernidad… Parecían el Partido Demócrata. Conectan muy bien con una generación que es la que habita estos barrios, porque se sienten identificados. Cuando dejó de encajar porque se fueron al monte, dejó de ser útil. En el caso de Rivas, además, hay una peculiaridad que hay que tener en cuenta. El ayuntamiento tiene una presencia muy grande en estos desarrollos y procura estar presente con sus servicios a la par que la urbanización. No es un Ayuntamiento que se desentienda.
P: Señalas a César Cort, el concejal madrileño que apuesta por crear un mercado de propietarios, como el impulsor del modelo inmobiliario actual en España en el que la vivienda se considera un bien y no un derecho, ¿cómo podría revertirse ese modelo?
R: César Cort es un personaje muy interesante como antagonista de Ildefonso Cerdá que apostaba por un urbanismo más social. Salir de este modelo es complicado. Sería el empobrecimiento de las futuras generaciones porque ya no podrán acceder a la propiedad y eso es terrorífico. Cuando vemos titulares que dicen “los jóvenes apuestan por el alquiler”, ¿de verdad apuestan y es una elección voluntaria? Las instituciones tienen que estar muchísimo más presentes. Hay que distinguir entre el acceso a la vivienda y la vivienda como producto. Ya lo dice la Constitución. La vivienda es un derecho. Después, un chalet es un bien de mercado y que se le ponga un precio y cada uno el que quiera. Igual que hay unas medicinas que entran por la seguridad social, que si tú quieres otras las pagas. Pues la vivienda igual. Es muy complicado porque eso implica intervenir en el mercado y eso supone bajar el precio de la vivienda y ahí saldrían perjudicados los propietarios. Si se transmiten mensajes apocalípticos de que el precio de la vivienda se desplomará si intervienen las instituciones es porque hay intereses creados. El precio de la vivienda sube y baja según las oleadas especulativas. Ahora estamos empezando otra y no hace falta ser un genio para saber que dentro de unos años viviremos otro estallido de la burbuja. Cuando compras una casa, sabes que si resistes llegará un momento en que la ola te pillará arriba.
P: ¿Estamos repitiendo los pecados de la anterior burbuja inmobiliaria?
R: Yo veo que se vuelven a desarrollar nuevos barrios en Madrid, que en el Mediterráneo volvemos a tirar del mismo modelo… En Madrid se construyen 100.000 viviendas nuevas pero ¿hay esa demanda? Hay familias sin hogar, pero hay muchos hogares sin familias. Volvemos al lema del 15M: “Ni gente sin casas, ni casas sin gente”. Y claro todas esas viviendas las tiene que construir alguien. ¿Tenemos toda esa mano de obra especializada? ¿Vamos a especializar otra vez mano de obra en algo tan momentáneo? Yo conozco un caso de una persona que en la anterior burbuja era encofrador y ahora conduce autobuses. Un sistema que funciona por oleadas porque incorporas mucha gente al mercado de trabajo y luego los expulsas a los tres o cuatro años no parece una gran idea… La estabilidad es un deseo muy razonable.
P: Habrá quien piense que puede esquivar el estallido de la burbuja y no correr riesgos
R: La metáfora de la fiesta aplicada al ladrillo es muy adecuada. A mí me tocó viajar por toda España durante esa temporada y la sensación de fiesta era extraordinaria. Se vivía en euforia. Y luego la sensación de resaca, ¿y ahora qué? Las administraciones deberían planteárselo como modelo. Lo de Valencia por ejemplo era un caso muy notable. De hecho, en Valencia y Murcia no ha habido pérdida patrimonial. La huerta se ha revalorizado y se ha convertido en urbanizaciones.
P: Señalas que el mensaje del libro es el riesgo de que se valore más lo privado que lo público incluido la predominancia de la ley sobre la fuerza. ¿Realmente crees que gente de orden como los PAUers pueden convertirse en antisistemas?
R: Si olvidamos los espacios comunes de interacción con los demás, al final terminamos en una sociedad muy complicada e individualizada. Los espacios comunes, además, se han criticado tanto por la derecha como por la izquierda. Mayo del 68 fue bastante destructivo para la idea de un espacio común. La idea de civismo, ley pierden validez a partir de entonces. Considerar todo como autoridad y limitador del desarrollo personal es un error. Hay una comunidad y tiene que operar con unas reglas y normas, y eso no te limita. Esta sensación opera más en política internacional que en el microcosmos. Lo hemos visto con los casos de Bielorrusia o de Israel violando los derechos humanos, por ejemplo. Hace 20 años, Estados Unidos se preocupó de pedir el beneplácito de la ONU para iniciar la Guerra de Irak y no actuó por su cuenta. Dedicaron mucho tiempo y esfuerzo y hoy no parece que sea necesario ningún informe así para iniciar una guerra como aquella. Ya pasó entre Armenia y Azerbayán.
P: ¿Crees viable que los PAUs se readapten al concepto de ciudad de los 15 minutos donde todos los servicios cotidianos se encuentran una distancia de 15 minutos andando?
R: Las nuevas urbanizaciones en el fondo se asemejan a las corralas si comparas esas zonas comunes. Se crea una comunidad interior muy fuerte en donde se celebran torneos deportivos entre vecinos, se celebran los cumpleaños infantiles en la sala común, durante el verano haces vida social con tus vecinos en la piscina… El problema es que estas comunidades están de espaldas a otra comunidad más grande, que es la ciudad. Es una cuestión de tamaños. Estos desarrollos tiene calles muy amplias que acaban siendo hostiles para pasear porque es difícil iluminarlas bien y eso genera miedo. Si este mismo modelo se hace por ensanches más progresivos, donde sea posible que una parte de la comunidad electiva se junte con la comunidad no electiva es más fácil que se genere la pertenencia a comunidad. Esa comunidad en la que se negocian esas reglas de las que hablamos antes. No es buena idea que una ciudad sea un conjunto de islas. La segregación urbana nunca es buena idea. Ni en EEUU que se ha hecho por arriba ni en Francia que se ha hecho por abajo. Si los grupos sociales no se interrelacionan, es peligroso.