Andrés Amorós: "El adanismo sucede cuando no has leído nada, como ocurre con nuestros políticos"

  • El escritor y catedrático hace un repaso en ‘Maestros y amigos’ de su amistad con figuras clave de la cultura española, desde Cela a Dominguín

  • Cree que España necesita maestros y referentes frente al adanismo y la moderna pedagogía, que entierra la memoria, el esfuerzo y la clase magistral

  • "Las llamadas humanidades no valen para nada práctico, pero te hacen más persona", sostiene

Sostiene Andrés Amorós que después de la salud y el amor, pocos dones contribuyen más a hacer una vida plena y feliz que tener buenos amigos y maestros. Son personas que uno se encuentra en la vida por eso de las afinidades electivas y también por azar, y de los que se obtienen grandes enseñanzas y valores sin que exijan nada a cambio.

En la dilatada carrera de Andrés Amorós (Catedrático de Literatura Española, escritor, crítico taurino y melómano) esos referentes se encuentran en todos los ámbitos: sus profesores (Dámaso Alonso o Rafael Lapesa), escritores (Ayala, Cela, Delibes, Gala), toreros (Dominguín, Lalanda, Ortega) y actores (Fernán Gómez o Landa). De su amistad y su ejemplo hace repaso, “con cierta melancolía” en ‘Maestros y amigos’ (Ed. Fórcola).

Pregunta: “Cuando hablamos de nuestros amigos, hablamos también un poco de nosotros mismos”, dice.

Respuesta: No es vanidad, pero he tenido la fortuna de tener grandes maestros y amigos. Ha sido por azar o por circunstancias de la vida. Yo he conocido a mucha gente, pero a otros no y me hubiera gustado. Un ejemplo: con el boom de la novela latinoamericana, enseguida me hice amigo de Vargas Llosa y Cortázar, con el que me llevaba muy bien porque teníamos aficiones comunes. En cambio no conocí a García Márquez y me hubiera gustado.

P: ¿Usted era bueno escuchando?

R: Sí. Mi amigo el torero Marcial Lalanda, que era listísimo, decía que hay que ser orejero, escuchar mucho, aunque no hayas estudiado nada. Él decía que desde niño iba a las tertulias de toros para aprender. Si no eres tonto, te arrimas a los buenos y escuchas con humildad. Yo además he tenido la suerte de estudiar en la Facultad de Letras donde había algunos maestros extraordinarios, como Rafael Lapesa y Dámaso Alonso.

P: Usted critica la desaparición de la clase magistral.

R: Es un verdadero desastre: es lo que ha traído el llamado 'espíritu de Bolonia'. Qué más puedo yo querer que tener a mi disposición a alguno de los grandes maestros para preguntarle mis dudas. Eso no tiene precio. Los libros ya los estudiaré por mi parte. Eso está desapareciendo de la universidad. Soy muy crítico con la nueva pedagogía. Hay errores profundos: aprender no conocimientos sino métodos, hacer trabajos en vez de leer. Eso es terrible, una equivocación absoluta.

A veces ocurre que alguien es buena persona y escribe muy bien, como Miguel Delibes y José Luis Sampedro

P: Cela decía que en España hay mucho aficionado.

R: Yo soy aficionado a muchas cosas, pero tengo que ser profesional en algo. No hay que ser un chapuzas, sino documentarte y trabajar en serio en lo tuyo, que no te pillen. Y eso se nota mucho, la falta de rigor en el mundo académico y periodístico.

P: Critica el adanismo, creer que se está descubriendo el mundo.

R: Sí, es algo que viene sobre todo de Estados Unidos. Por un lado su nivel de bachillerato es bajísimo, pero en la universidad tienen mucho dinero y contratan a los mejores del mundo. Yo estuve de profesor en Princeton. Los medios eran fantásticos. Pero no se podía copiar su adanismo, que ahora es terrible.

P: Un ejemplo.

R: Lo que ha pasado con el profesor que proyectó en clase el Otelo de Laurence Olivier. Le quieren echar por racista, porque el actor es blanco y no negro. Eso es una estupidez. En el teatro siempre se ha buscado a los mejores actores, sin más consideraciones. Es como si para hacer Madame Butterfly la actriz tuviera que ser oriental. Es la ignorancia absoluta. El adanismo sucede cuando no has leído nada. Ocurre con nuestros políticos actuales, que dicen unas simplezas tremendas.

P: Precisamente, leo en su libro que Dámaso Alonso estaba angustiado por todo lo que quedaba por leer.

R: No hay que presumir de sabio, aunque tampoco de ignorante. Giner de los Ríos puso en su despacho una frase que oyó a un campesino castellano: “Entre todos lo sabemos todo”.

Cela era la persona más educada del mundo, pero cuando alguien le tocaba las narices saltaba

P: ¿No hay maestros ahora como los de antes?

R: No hay muchos. Las universidades tenían grandes profesores cuando estudié yo, y no solo en Madrid. Ahora no hay esos referentes. Todo se ha democratizado más pero ha bajado mucho el nivel.

P: Hablemos de sus amigos. Miguel Delibes: le hería la falta de sensibilidad hacia el prójimo en Francia o Estados Unidos.

R: A mí de joven me llegó una oferta de la Universidad de Chicago. Fui a consultarle a Rafael Lapesa, que había estado allí. Me dijo algo que yo agradecería toda la vida: “¡No vaya usted¡ Si se va, ya no volverá”. Es verdad. Hubiera ganado más dinero, pero habría vivido otro tipo de vida. Menos feliz. Allí te aburres como loco: un fin de semana en Princeton es para abrirse las venas.

P: Delibes, según usted, es la prueba de que con buenos sentimientos también se puede hacer buena literatura.

R: Hay gente muy mala como persona que son artistas fantásticos, como son los casos de Luis Cernuda y Juan Ramón Jiménez. A veces ocurre alguien que es buena persona y escribe muy bien: es el caso de Miguel Delibes y José Luis Sampedro.

P: Turno de Francisco Ayala, su gran amigo. Desde el exilio se preguntaba para quién escribía.

R: "Para los jóvenes españoles que no me han conocido, que no han vivido la guerra”, decía. Cuando volvió a España y le conocí para mí se convirtió en una especie de padre espiritual.

Luis Miguel era muy bueno como amigo, muy malo como enemigo, y como marido lo peor del mundo

P: Cela. Tenía (y tiene) muy mala prensa entre mucha gente.

R: La imagen que ha quedado de él es una caricatura distorsionada. Cela era la persona más educada del mundo, pero cuando alguien le tocaba las narices saltaba. Pasaba lo mismo con Fernando Fernán Gómez, alguien bondadoso, inteligente, sensible y refinado. Es una especie de obligación moral dar testimonio de cómo es en realidad la gente que has conocido.

P: Luis Miguel Dominguín. Más allá de su anécdota de cama con Ava Gardner, cuenta en el libro que no se separó de ella durante una convalecencia de la actriz.

R: Luis Miguel era muy bueno como amigo, muy malo como enemigo, y como marido lo peor del mundo, porque no conocía la fidelidad. Cuando hice el libro sobre él hablé con muchos de sus amigos y todos le adoraban. Hay que conocer a la gente por dentro.

P: Usted es un gran melómano. Tiene un programa de música en esRadio. ¿Por qué hay tan poca música en la literatura española, como se quejaba Federico Sopeña?

P: Es una desgracia que en España hay una separación enorme del mundo de la cultura y del mundo de la música. La cultura española siempre ha sido pictórica y visual, lo cual no quiere decir que no tengamos grandes compositores e intérpretes. Yo he ido toda la vida a conciertos y nunca me he encontrado a escritores. Y al revés: hablo con músicos, y la mayoría no les interesa nada fuera de lo suyo. Esto ocurre probablemente porque no tenemos la educación musical que hay en Inglaterra o Alemania.

P: ¿Y los intelectuales van hoy a los toros?

R: Ahora menos, por la tontería actual del animalismo. Yo considero que los toros es un arte. Pero depende de la educación y las oportunidades que has tenido. Hay que estar abierto a ellos, como a la música o a otras artes.

Hay que estar abierto a los toros, como a la música o a otras artes

P: Quizá a veces sea sólo una cuestión de pereza.

R: No se aprende fácilmente nada en esta vida. Todo requiere esfuerzo y trabajo. Eso de “inglés sin esfuerzo”… Pues no, mire usted: yo he intentado aprender inglés toda la vida y sigo hablando un inglés deplorable. Es lo que decíamos antes de la nueva pedagogía, que también desprecia la memoria. Todos sabemos que la memoria es una de las facultades más maravillosas que tenemos. Un tesoro. Decía García Márquez que se sabía poemas de memoria. Yo también y por eso no soy más tonto.

P: Muchos opinarán que el arte no es útil.

R: Desde ese punto de vista, todas las cosas a las que me dedico no valen para nada. Emilio Alarcos (filólogo y lingüista) me decía que la ventaja de lo nuestro es que no valemos para nada. A un mal ingeniero se le cae un puente, a un mal medico se le muere un enfermo. Las llamadas humanidades no valen para nada práctico, pero te hacen más persona.