Tal día como hoy, un 26 de mayo, pero de 1907, nacía John Wayne. El actor fue una de las grandes estrellas del cine del siglo XX con la friolera de 181 títulos a sus espaldas y un buen puñado de premios que así lo atestiguan, entre ellos un Oscar. Esto es lo que sabemos de Wayne, pero al igual que otros actores, el carismático intérprete cuenta con una biografía que esconde unas cuantas curiosidades.
Wayne protagonizó un buen puñado de películas que han pasado a la historia del cine, entre ellas una de las joyas del western dirigida por John Ford, Centauros del desierto. En este género fue donde desarrolló su carrera, con títulos emblemáticos como Valor de ley, Río Bravo y El hombre que mató a Liberty Valance.
El actor estadounidense falleció en 1979, dejando atrás una exitosa carrera en la industria del cine. El escritor Scott Eyman resumió su intensa vida en John Wayne, 'The Life and Legend', una biografía en la que revela algunos detalles curiosos de la vida del actor.
Su legado cinematográfico, labrado a golpe de talento -y tiros- especialmente gracias a John Ford, es tan inmenso que no hay mancha posible que altere su estatus en la cultura popular universal, una trayectoria que, en realidad, comenzó cuando su familia se desplazó desde Iowa hasta Glendale, a escasos kilómetros de Hollywood, donde germinó su pasión por el cine.
Allí, Marion Michael Morrison (su verdadero nombre) aprendió a montar a caballo y forjó las señas de identidad de lo que se convertiría, décadas después, en el vaquero por excelencia del cine. Fue Raoul Walsh quien le borró el Marion del nombre -pensaba que era demasiado afeminado- y lo bautizó como 'John Wayne' para "La gran jornada" (1930).
John Ford, que ya contó con Wayne en su juventud como ayudante, le dio el papel que cambió su vida en "La diligencia" (1939), la película que modificó la percepción de los críticos en torno al western y lanzó la carrera del actor, que pasó a formar pareja con Marlene Dietrich en varias cintas e incluso a trabajar con Cecil B. De Mille, como recoge EFE.
Capaz de transmitir fiereza y autenticidad desde su estudiado hieratismo, firmó obras clásicas como 'Nosotros fuimos los sacrificados' (1945), 'Fort Apache' (1948), 'Río Rojo' (1948), en donde personificó el espíritu y el carácter del Viejo Oeste como nadie. Más adelante llegarían el regreso a Innisfree en la insuperable 'El hombre tranquilo' (1952) junto a Maureen O'Hara, o clásicos como 'La conquista del Oeste' (1963) o 'El Dorado' (1967).
El actor nunca escondió su ideología de derechas. Se enfrentó a Jane Fonda por su discurso anti-guerra de Vietnam y fue un ferviente defensor de Richard Nixon, incluso después del caso Watergate. A Wayne le gustaba debatir con Paul Newman sobre política, quien le enviaba textos de pensadores progresistas.
Nunca tuvo inconveniente en expresar sus opiniones, por controvertidas que fueran, y no dudó en apoyar la caza de brujas en Hollywood durante el "mccarthismo", defender la bandera estadounidense a ultranza -codirigió "The Green Berets", en defensa de las acciones de EE.UU. en Vietnam- e, incluso, hablar de supremacismo blanco.
"Creo en el supremacismo blanco hasta que los negros sean educados hasta el punto de la responsabilidad", dijo a la revista Playboy en 1971. "No creo en dar autoridad y puestos de liderazgo y juicio a gente irresponsable", agregó.
En su última aparición pública, que tuvo lugar en los Óscar de abril de 1979, apareció debilitado y recibió una calurosa ovación del público puesto en pie. "Esa es la única medicina que necesito", reconoció.
En enero le habían extirpado parte del estómago por un tumor cancerígeno y en mayo le extirparon el intestino bajo tras un tratamiento contra el cáncer en el bajo abdomen. La leyenda cuenta que Wayne pudo desarrollar la enfermedad por el rodaje en 1954 de "El conquistador de Mongolia" en un desierto de Utah, una zona usada para pruebas nucleares por el Gobierno durante la Guerra Fría.
Pero todo apunta a que su abuso del tabaco -hasta cuatro cajetillas al día- fue el verdadero detonante.