Kiko Amat tiene en lo pop y en las noches oscuras de concierto su universo literario. Un universo en el que siempre pasan, cómo no, muchas cosas. También en los 80, o más bien en cómo los 80 conformaron la identidad de aquellos adolescentes que hoy son padres de familia (en su caso de dos seres pelirrojos) pero que no sueltan “su colección de 4000 vinilos y su Vespa oxidada”. El escritor catalán (Sant Boi, 1971) regresa a las librerías con 'Dick o la tristeza del sexo', donde aborda sin miedo a los tabúes el despertar sexual de un adolescente en los inicios de la democracia. Todo, con bastante derrape (del disfrutable) y mucho humor negro.
¿Cómo era el despertar sexual de un adolescente en la década de los 80 en Sant Boi?
Truculento, triste y confuso. I used to fall in love with everyone, que cantaban aquellos, y me resultó chocante comprobar que no todo el mundo fell in love with me. De aquellos años recuerdo sobre todo el rechazo y el deseo no correspondido, aunque también tuve la suerte de cruzarme con la ocasional freak compasiva (para mí freak es un elogio, que conste). No importa: aquellas frustraciones y alienaciones y desviaciones me hicieron escritor. La subcultura me enseñó el resto.
¿Cómo no era aunque se crea que sí?
Alguna gente dice que las cosas carnales que suceden en mi novela son aberrantes. Yo digo que están basadas en la más absoluta cotidianidad. Todo el mundo en mi pueblo conoce a alguien que cometió bestialismo.
¿Has tirado de alguna de las sensaciones de tu adolescencia en los 80 para este personaje?
Franki Prats no soy yo. Él es de clase media, y su padre es un académico y un novelista inmundo, eso para empezar. Pero sí comparte conmigo la insondable tristeza del nerd tuberculoso, dotado de imaginación fecunda e incapacitado para cualquier modalidad de atleticismo. Le inoculé mi penosidad pubescente.
¿Qué le dirías a ese adolescente de 16 años que fuiste desde lo que sabes ahora?
Todo saldrá bien, nen. Esto, lo que te rodea, no lo es todo. ¡Conseguirás convertirte en novelista! Ah, sí: y al final no falleces en un accidente de borrachos al volante, a los veintipocos, porque para entonces te habrás marchado del pueblo.
¿Tres cosas en las que haya cambiado ese despertar de los 80 con respecto a un adolescente de 2024?
La virilidad inalcanzable y la hombría caricaturesca ya no forman parte de la ideación teenager. Las chicas pueden ser colegas tuyas (lo cual era pura ciencia ficción en el extrarradio 80’s). El machismo está en proceso de erradicación (si nadie mete la pata). Y el porno… No, el porno es la misma basura risible de entonces, solo que más fácil de conseguir.
¿Por qué crees los adolescentes se sienten desolados?
La primera eyaculación es la despedida absoluta, radical y brutal, de tu infancia y tu inocencia. Solo eso ya es para volverse loco, la verdad. Por añadidura, el futuro pintaba (y pinta) oscuro, especialmente si eres purria sin estudios. Y tus padres, a los que mirabas con una cierta adoración (no yo), se desvelan de repente como gente asaz patética y desorientada. Por fortuna, toda esa desolación y rabia crean una cosa llamada punk rock, que puede resultar bien grata y hace mucha compañía.
¿Todos los padres deberían ir al psicólogo antes de serlo? ¿Son siempre ‘perjudiciales’ para un adolescente sus padres?
“They fuck you up, your mum and dad”, como decía el poeta. Aunque no quieran, lo hacen. Dicho esto, sé que existen maneras de ser padre o madre guay, pues las he visto y practicado. El único inconveniente es que la buena paternidad cancela el punk rock y la novela outlaw. La pena y el ansia de revancha no pueden simularse, y la gente no torcida con progenitores benignos escribe libros dóciles.
Abordas el tabú de que sienta atraído por su madre, ¿vaya jardín ese, no?
Cualquier terapeuta te dirá que es un hecho de lo más mundanal. La explicación que Freud dio de ello es una inmensa parida, pero a mí me hace muchísima gracia (por eso aparece en el libro). Por añadidura, los padres ausentes o adúlteros crean en el adolescente el síndrome “hombre de la casa”, lo cual resulta de lo más inconveniente si encima uno tiene una madre “impropia” o destrozada por la tristeza y la soledad.
¿Cuál es tu escena favorita?
No tengo una. Igual que le sucedía a Flannery O’Connor, me encanta todo mi libro, y me parto con él. También me deprime cosa mala, claro.
¿En algún momento sentiste pudor?
Sí, en numerosas ocasiones. Aunque desde fuera yo parezca un superhombre hiperbóreo (comprendo la confusión), tengo padre, suegros e hijos. Vivo en este mundo. Pero esta novela solo podía escribirse llegando hasta el final, y construyendo una casa “donde nadie había construido una casa”, que dijo Thomas Bernhard. El problema del hardcore es que, por desgracia para mi cuenta corriente, no es para todo el mundo.
Hay mucho humor negro también, quiénes son tus referentes en ese tipo de humor
Vengo de una cultura (obrera) que por defecto convierte el infortunio en anécdota, para desactivarlo y conseguir algún tipo de cauterización. Todo lo horrible que te sucede es susceptible de ser convertido en historia hilarante al día siguiente: solo es cuestión de tensarla, exagerarla un poco y eliminar las partes aburridas o melodramáticas. Ese tipo de humor, entre el que crecí, y que era la retórica ingénita de la gente que me rodeaba, me ha influenciado más que todas las novelas de humor inglesas juntas.
¿Qué fue lo primero que pensaste al acabar la novela?
De dónde cojones ha salido todo eso.
¿Qué te gustaría que fuese lo primero que pensase el lector al acabarla?
Este es el libro más triste, y más divertido, y más extraño, que he leído en mi puta vida.