Si algo deja dolorosamente claro 'Adolescencia', el último fenómeno mediático de Netflix, es lo poco que sabemos sobre nuestros hijos cuando atraviesan esa difícil fase de crecimiento en la que ellos mismos están descubriendo quiénes son y qué van a ser. Y lo perdidos que muchas veces estamos los padres a la hora de acompañarles en ese proceso.
En la serie escrita por Jack Thorne y Stephen Graham un menor de 13 años es acusado del asesinato de una compañera de escuela. El chico jura y perjura que no tuvo nada que ver, y su padre opta por creerle, pero la evidencia policial demuestra su culpabilidad de manera concluyente. La pregunta entonces es por qué lo hizo. Y las respuestas -sin spoilers- hay que hallarlas en un entramado de bullying, redes sociales tóxicas, masculinidad mal entendida, carencias afectivas y violencia latente que termina desembocando en otra pregunta, esta vez la que se formulan los padres: '¿Debimos hacer algo hacer más?'.
Detectar y prevenir estas situaciones antes de que sean graves es uno de los grandes desafíos de las familias, aunque para ello quizás haya que entender primero en qué consiste la adolescencia, algo que muchos padres en realidad desconocen. "Nuestros adolescentes son poliédricos y tienen múltiples caras, pero eso no debe asustarnos. Es inevitable que con sus amigos y compañeros tengan un comportamiento diferente al que tienen en casa. Debemos trabajar con ellos para que su desarrollo de rol no se deje influenciar por las presiones externas o las redes sociales", nos explica Patricia Gutiérrez, psicóloga especialista en familias y fundadora de Familiando.es.
"Hay que entender la neurofuncionalidad que tiene el cerebro en esta etapa, donde se crean nuevas conexiones neuronales y se pierden algunas anteriores. Lo que se denomina la poda neuronal. De ahí esa sensación que tienen muchos padres de '¿Qué ha pasado? Este no es mi hijo, me lo han cambiado', que en realidad no es proceso disruptivo, sino gradual", explica la experta.
Ciertamente, a muchos padres les cuesta comprender que la necesidad que tienen de pertenecer, de encontrar su propio espacio social y verse reflejados y validados por sus iguales está por encima de cualquier otro vínculo. Y a veces tampoco están de acuerdo con esa nueva mirada, intereses e inquietudes que les asaltan a sus hijos en esa etapa. "Tienen menos habilidades de escucha de las que nos gustaría y se creen más capaces de lo que son, pero hay que dejarles que transiten por esa etapa como deben hacerlo", subraya la psicóloga.
Pero, ¿cómo diferenciar las particularidades propias de una etapa tan especial de un problema social más serio? ¿Cuándo su entorno social está ejerciendo una presión dañina? ¿A qué pistas debemos prestar atención? Según el Barómetro de Opinión de la Infancia y Adolescencia de Unicef España, cuatro de cada diez adolescentes manifiestan haber tenido algún problema de salud mental. Más de uno de cada tres no ha hablado con nadie sobre esos problemas y más de la mitad nunca ha pedido ayuda. Teniendo eso en cuenta, Gutiérrez pide estar atento a las siguientes señales:
También hay diferencias de género en los adolescentes a la hora de gestionar sus emociones. Gutiérrez indica que "ellas son más explosivas, hay una carga muy ansiosa o una verbalización a través de la rabia y la ira; y en ellos hay una manifestación inicial más de inhibición o aislamiento, pero cuando llega la explosión es más violenta".
Cuando hemos detectado que nuestro hijo puede tener un problema grave hemos de ser capaces de ponerlo encima de la mesa, sin importar lo adversa que pueda ser su reacción. "Nunca se nos puede olvidar como padres que nuestros hijos, a pesar de sus negativas, nos necesitan, y mucho. Tenemos que poder acompañarles en la gestión emocional. Para eso necesitan reconocer qué emociones están sintiendo -soledad, impotencia, rabia, tristeza, frustración, pena, anhelo-, porque muchas veces ni siquiera ellos saben qué les está pasando. Saben que algo no está funcionando bien en su mundo, pero no el qué", explica la psicóloga.
"A pesar de cada 'déjame en paz', 'no te enteras de nada' o 'no me cuentes películas' que nos puedan soltar, tenemos que trasladarles nuestra preocupación y mostrarnos disponibles: 'Sé que estás sufriendo', 'cuéntame qué necesitas', 'me inquieta verte así'... Los padres, como modelos de referencia y gestión emocional, tenemos que dotarles de herramientas para la identificación y la expresión emocional", añade.
Y, sobre todo, es muy importante no minimizar lo que nos puedan contar. Hay una serie de frases que deberían estar prohibidas a la hora de comunicarnos con ellos: 'no pasa nada', 'esto dentro de un tiempo se te pasará', 'ya te pasó la otra vez'. "Desde nuestra mirada adulta sabemos que dentro de un tiempo se les va a pasar, por lo que tenemos tendencia a quitarle importancia, pero eso ellos lo perciben como 'no les importo' o 'no me entienden', y el refugio va a ser su grupo de iguales, que están tan perdidos como ellos, o directamente el aislamiento", advierte la psicóloga.
Gutiérrez apuesta por vivir la etapa adolescente como "una oportunidad, para el divertimento, para la exploración, para la apertura o para la adaptación. Vamos a darles capacidad y trabajar con ellos la madurez en su toma de decisiones, que es un factor de protección. Si a un joven cuando se le plantea una dificultad no le decimos ‘¿Y tú cómo has pensado hacerlo?’ no estamos introduciendo esa toma de decisiones, ni una gestión del conflicto y no estamos haciendo que controlen el impulso. Su primera respuesta probablemete sea ‘no lo sé’, y nuestra siguiente reacción debe ser 'pues piénsalo, porque tú eres un tío muy listo. Seguro que encuentras una alternativa”.
Por último, la psicóloga también destaca la importancia de la comunicación con los profesores para detectar anomalías. "Ellos son nuestros ojos durante la mitad del día de nuestros hijos. Ellos saben cómo es su participación, si tienen un grupo, cómo se comportan en el patio o qué hacen en el comedor. La familia, nuestros hijos y el profesorado forman parte de una comunidad educativa. Tenemos que estar tejiendo constantemente esa red para que nuestros hijos no se caigan", concluye.