El poeta José Hierro fue uno de los grandes poetas españoles del siglo XX, un escritor de gran integridad moral, según quienes le conocieron, que buscó en el verso una forma de ordenar el mundo. En RNE, donde trabajó una buena temporada, tenía la costumbre de colgar la americana en el perchero al llegar a la redacción y hacer el pino en un rincón. En esa época ya tenía poco pelo, pero conservaba su frondoso e imponente bigote. El escritor y cantautor Vicente Araguas, su amigo, no presenció nunca la escena, pero sí fue testigo de la singularidad de este poeta madrileño que murió el 21 de diciembre de 2002 con 80 años. Hoy rememora su amistad en una entretenida conversación con Uppers.
El último rato que pasaron juntos fue en la gala del Premio Esquío en El Ferrol, solo un mes antes de morir. Tenía fama de firme y exacerbado, de esos hombres que se inflan fácilmente. E hizo gala de ello durante la comida. "En medio de la conversación, le dije que Joaquín Sabina me parecía mal poeta, pero buen letrista. Con su voz enroquecida me dijo que no tenía ni puta idea", cuenta Araguas.
Fumaba constantemente, incluso después de ser diagnosticado de un enfisema que le obligó a portar una botella de oxígeno azul. "A pesar de la bombona de oxígeno y a pesar de la enfermedad que lo estaba matando, Pepe seguía bebiendo y comiendo con un apetito extraordinario. Después de tomar su ración de cabrito, quiso repetir, pero el camarero le indicó que no podía preparar un cabrito para él solo. Como ninguno de los comensales quería repetir, estuvo a punto de montar en cólera. Un mes antes de morir seguía con el mismo apetito de vida y de poesía".
Su memoria sigue muy presente en esta localidad coruñesa que él describió como si fuese su ciudad natal. De aquella cena, Araguas conserva un dibujo de Hierro dedicado que le regaló. Hoy cuelga de una de las paredes de su casa. Además, la anécdota quedó recogida en su libro 'Ayer y todavía', en un poema que tituló 'Pepe Hierro bebía la vida en vaso largo'.
"Era un poeta de calle, bares ruidosos y chinchón. Se sentaba, pedía un chinchón seco, sacaba las cuartillas y se ponía a escribir", recuerda. El padre de Araguas, militar, disfrutaba viéndole en televisión. Le decía: "Este, este me gusta, y no los mariposones de tus amigos los poetas, tan delicaditos ellos". Recuerda alguna de sus frases lapidarias. "Desengáñese, uno puede trabajar en lo que sea, siempre y cuando no pierda la dignidad". Antes que ningún otro premio, Hierro ganó el premio a la mejor paella en una acampada con los scouts en su adolescencia santanderina, lo que le permitió alardear el resto de su vida de hacer las mejores paellas.
A los 17 años, el poeta ingresó en prisión por ayudar a su padre y otros presos republicanos. "No hablábamos de ello porque, al salir de la cárcel, prefirió la reconciliación y mostró su sensibilidad con las víctimas de cualquier injusticia. Con cuatro hijos a su cargo, tuvo que ganarse la vida con todos los oficios que pudo, algunos muy humildes. Lo escribió en verso en 'Libro de las alucinaciones': "Apuntad: palero, /moldeador, listero de unas obras, /transportista de leña a domicilio, /comisionista para venta a plazos/de libros, negro de escritor". A los 25 años ganó el Premio Adonáis, aunque su mayor reconocimiento le llegó a los 76 años, con 'Cuaderno de Nueva York'.
Además de escritor, este intelectual empezó su trayectoria artística como músico. Fue uno de los fundadores en 1968 del grupo Voces Ceibes, activo entre 1968 y 1974 con la canción social y de protesta en lengua gallega. Es natural del concello de Neda, provincia de La Coruña, y tiene 74 años.
En el curso 1972-1973 impartió clases de lengua castellana en Glasgow (Escocia) y allí escribió sus primeros poemas, que tituló 'Paisaxe de Glasgow'. Araguas narra, escribe poemas, traduce, ejerce como crítico… Es un corredor de fondo, pero solo metafóricamente hablando. En lo deportivo, su hábito es la natación. "El agua me inspira. Mientras nado, voy maquinando. Soy como Mary Larrañaga, esposa de Agustín de Foxá, que decía que le molestaba morir por tener que dejar de nadar", explica.
Ahora ocupa parte de su tiempo acercando la poesía a los niños en un colegio privado de Las Rozas. Sus alumnos, de 4º, 5º y 6º de primaria, le permiten poner en valor la magia de la poesía, tan denostada en el sistema educativo. "Me apena cómo ha quedado la literatura. Es poco más que pasto para análisis sintácticos o para el aprendizaje de cuatro obras en cuatro fechas y nada más. La poesía busca la belleza y solamente es superada por la música".
De esta experiencia ha nacido uno de sus últimos libros, 'Enseñando Poesía en la Escuela'. En sus clases, lee entre otros autores, la poesía de Lorca. A sus alumnos les encanta 'Canción tonta' a dos voces: "Mamá, yo quiero ser de plata. /Hijo, tendrás mucho frío. /Mamá, yo quiero ser de agua. /Hijo, tendrás mucho frío. /Mamá, bórdame en tu almohada. / ¡Eso sí! ¡Ahora mismo!". La poesía, advierte Araguas antes de concluir la entrevista, "tiene su misterio, pero hay que inducirlo de manera natural". También nos dice que es libertad, como un pájaro en la mano de un niño que, al notar su temblor, lo echa a volar.