España está repleta de leyendas urbanas sobre espíritus, lugares malditos o apariciones fantasmales. Hay algunas más conocidas y otras menos. Algunas tienen su base en hechos reales (por ejemplo, el hombre del saco, influenciado por el macabro crimen de Gador), y otras son más parte del imaginario colectivo. Y, entre todas ellas, hay una en particular que engloba al Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía, con un fantasma de nombre particular, Ataúlfo, y una historia que implica ouijas, cadáveres infantiles y un hospital de la guerra. Y sí, también está presente el Guernica de Picasso, que para algo es el huésped más ilustre del museo.
Todo se remonta a la renovación del Museo Reina Sofía tal y como lo conocemos hoy en día. A finales de los años 70 fue declarado Monumento Histórico-Artístico evitando una demolición que llevaba mucho tiempo planeando por encima del edificio. A lo largo del siglo XVI, el lugar donde actualmente está el museo era un albergue al que iba gente sin recursos, donde generalmente acababa falleciendo. Este albergue se reconvirtió en el Hospital General de Madrid (1788), impulsado por Carlos III. De ahí pasaría a ser el Hospital General de la Pasión durante los siglos XVII y XVIII, y el Hospital Provincial de Madrid durante los siglos XIX y XX. El edificio alojaba a un sinfín de enfermos, y era habitual que muchos de ellos acabaran siendo enterrados en el propio edificio y en sus alrededores. Así que también era normal que varios de sus pacientes afirmaran haber visto apariciones fantasmales durante su estancia allí.
Durante la Guerra Civil sufrió varios daños tras los continuos bombardeos a la capital, pero siguió funcionando hasta su clausura en 1965. Casi veinte años después se inauguraría el Museo Reina Sofía, tras unas obras que duraron casi un lustro, y durante las cuales se encontraron cadáveres de niños, cráneos, esqueletos… Aunque al haber sido un hospital durante tantos siglos, era algo totalmente normal. El problema es que esos hallazgos no hicieron más que aumentar la paranoia sobre los posibles fantasmas y espíritus que se habían quedado allí encerrados durante décadas.
Porque a comienzos de los 90, llegaron más historias que animaron a medios de la época a tratar de llevar a cabo sus propias investigaciones. En el Museo se decía que había un fantasma que vagaba por las salas, concretamente por la que acogía el Guernica de Picasso, llamado Ataúlfo. Y sabían su nombre porque varios trabajadores del lugar habían realizado una ouija en los sótanos del edificio. Todo ello recogido en el libro 'Duendes, fantasmas y casas encantadas de Madrid', de Ángel del Río. El propio Ataúlfo se encargaba de avisar a los vigilantes y trabajadores del museo de desgracias que les iban a ocurrir en un futuro cercano. Uno de ellos tuvo que dejar de trabajar por culpa de un empeoramiento repentino de salud, y otro de ellos vio como un familiar moría en un accidente pocos días después. Y no solo se paseaba por el Museo Reina Sofía, sino también por el Real Conservatorio.
"Se escuchaban ruidos extraños por la noche, pero puede que sea el crujir de la madera", explicaba la directora del centro Ana Guijarro Malagón, que antiguamente formaba parte de ese gran hospital, con funciones de tanatorio y posterior Instituto Anatómico Forense. Pero Ataúlfo no era el único problema del Museo, ya que también se avisaba de que los montacargas se ponían en funcionamiento de manera automática, sin intervención de nadie. Así que el equipo investigador Hepta, acompañados de un sacerdote, se adentraron en el edifico, dispuestos a resolver el misterio.
"Los guardias de seguridad estaban cansados de que el montacargas se pusiera en marcha solo sin que estuviera conectado el cuadro de luces, y eso lo vimos nosotros estando allí”, explicó uno de los protagonistas de la investigación. Incluso atestiguando visiones de fantasmas ataviados con prendas de monjas o sacerdotes, siempre vigilando desde la oscuridad. Todas estas historias, aunque nunca han sido refrendadas por el propio Museo, han contribuido durante años a crear un aura de misterio alrededor de sus salas. Incluso varios testigos afirmaron haber visto a monjas caminando por uno de los jardines, poco antes de encontrar tres cuerpos de monjas momificadas en la antigua capilla del hospital. Incluso una medium fue más allá, afirmando que había un espíritu de un sacerdote torturado durante la Guerra Civil que se había quedado anclado al edificio.
Pero todos estos hechos paranormales fueron desapareciendo del imaginario colectivo en las décadas posteriores. Quizá porque en las décadas de los 80 y 90 la sociedad era más crédula, o porque realmente nunca existieron tales espíritus y todo se trató de una broma, como afirmó en su momento Jose Guirao, director el Museo durante los años 90. "Lo de Ataúlfo es una vieja broma que alguien se ha tomado en serio". Lo cierto es que uno de los trabajadores llegó incluso a pedir un exorcismo Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid. Un misterio que ha elevado a nivel de leyenda urbana a Ataúlfo, al Museo y a todo lo que rodea la plaza de Juan Goytisolo.
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