Lo de Madrid y el flamenco se remonta al siglo XVII. A lo largo de la historia, la capital ha dado grandes intérpretes como Víctor Monge, Serranito o Ramón Montoya. Ha vibrado con sus sones y ritmos y hasta ha desarrollado su propia variante, la sonanta. Y es ahora, en 2024, después de ser declarado Bien de Interés Cultural, cuando el gobierno autonómico ha decidido celebrar esta tradición artística poniendo en marcha el primer Festival de la Guitarra, un evento que se celebrará en los Teatros del Canal del 30 de abril al 4 de mayo y cuyo objetivo es poner en valor este género de la mano de sus mayores representantes.
Por su programación pasarán los principales artistas de la guitarra de concierto en España, como los veteranos Rafael Riqueni, Gerardo Núñez y Alfredo Lagos o el joven Alejandro Hurtado. Ellos encarnan desde sus propias concepciones estilísticas, desde sus propias tradiciones, la versatilidad de un instrumento a través del cual, como en el baile y el cante, vienen transformando el apasionante universo flamenco. Pero más allá de los conciertos, las mesas redondas y las ponencias que nutrirán este evento de primer nivel, el protagonista absoluto de esta cita cultural será la leyenda madrileña Ramón Montoya.
A Ramón Montoya (1879–1949), cuando era niño, le gustaba observar las manos de los guitarristas, generalmente mendigos ciegos que tocaban por las calles de Madrid. Sin embargo, bastantes años pasarían antes de que tuviera en su poder una guitarra comprada en un mercadillo.
Recibió lecciones del Maestro Malagueño, y algunas de Miguel Borrull. Sus comienzos artísticos tuvieron lugar a los catorce años en un café cantante de la madrileña calle del Pez. Con ocasión de un homenaje a La Mejorana en el Liceo Ríos de Madrid, es descubierto por el empresario del Café de La Marina, uno de los más importantes de la villa y corte, en el cual permaneció durante varias temporadas, revelándose como la gran figura de su tiempo, pues entre los años 1896 y 1904 alterna con artistas como Juan Breva, Salud Rodríguez, Antonio de Bilbao y La Macarrona, y desde 1912 a 1926 como tocaor fijo de don Antonio Chacón.
En septiembre de 1936 empezó una brillante carrera internacional, impulsada por un antiguo alumno suyo, el artista gráfico Marius de Zayas. Sus giras, entre 1936 y 1938, le llevarían ante los públicos más exigentes de la música clásica, en las salas de conciertos más prestigiosas de Europa y América.
En febrero de 1938 dio un recital privado con La Argentinita para Isabel de Inglaterra. Inició una gira que comenzó en Biarritz y siguió en París, donde ofreció diez conciertos, el primero en la Sala Pleyel. Bruselas y Londres fueron también escenarios de sus éxitos, alternando en los programas con La Argentinita y en otras ocasiones con La Joselito.
Tras su debut, el crítico Juan-Pierre Leroi, publicó la siguiente crítica en Le Jour: "Aconteció, con ocasión del recital de Ramón Montoya, algo que no se da con mucha frecuencia. Este célebre guitarrista español debía dar su concierto en la Sala Chopin. Pues bien: en el último momento fue necesario abrir las puertas de la gran Sala Pleyel, tan grande fue la afluencia de público ante las taquillas. ¡El señor Montoya puede jactarse de haber innovado en la materia! Desde luego su recital fue de un interés cautivador. Fue una evocación calurosa, llena de colores, matizada y vibrante, de fandangos, de cantes gitanos y andaluces. Todos los sortilegios y la langurosidad de aquella España dolorosa y martirizada pero tan viva y querida por los músicos".
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