El historia del Titanic, el transatlántico más famoso de las últimas décadas, no deja de arrojar nuevos datos que nos trasladan a aquel 10 de abril de 1912, cuando el barco partía del puerto inglés de Southampton con destino a Nueva York.
Más de un siglo después de ese momento, sale a la luz la historia de los diez ciudadanos españoles que embarcaron en la nave, procedentes de diferentes regiones del país, como Madrid, Cataluña, Andalucía, Castilla-La Mancha y Asturias.
Cada uno de estos pasajeros, viajaba con una ilusión diferente, desde poner el broche final a una lujosa luna de miel; en busca de oportunidades americanas; hacer escala en el retorno a La Habana o simplemente por trabajo. Razones distintas, todas válidas, que no llevaban a nadie a imaginar el trágico final del viaje. De los diez, siete de lograron sobrevivir al choque con el iceberg en la noche del 14 al 15 de abril.
Para conocer un poco más sobre estos españoles que han pasado a la historia por ir a bordo del transatlántico, el Centro Cultural Eduardo Úrculo, ubicado en distrito de Tetuán acoge hasta el 27 de abril, la exposición 'Los diez del Titanic'.
La muestra acerca al visitante, 112 años después, a los protagonistas españoles del naufragio más famoso de la historia de la navegación, a través de más de 50 fotografías, documentos e infografías, además de vídeos, y las conferencias de los autores del libro 'Los diez del Titanic', de Nacho Montero y Javier Reyero, que se erige como pilar de esta exposición.
Entre los españoles que viajaron en el Titanic se encontraba un matrimonio de la alta sociedad madrileña, formado por Víctor Peñasco y María Josefa Pérez de Soto. Los jóvenes recién casados, quisieron poner broche de oro a una luna de miel de lujo y ensueño por Europa viajando en primera clase en el Titanic. Ella conseguiría salvar la vida en el bote número ocho, pero él falleció en el naufragio y su cuerpo jamás fue hallada entre las frías aguas del océano Atlántico.
Por su parte, Fermina Oliva, doncella de los Peñasco y nacida en Uclés (Cuenca), que también viajaba con ellos, se trasladó muy joven a Madrid. Tenía 38 años cuando subió a bordo del Titanic, acompañando a María Josefa Pérez de Soto, y con ella se salvaría en el mismo bote número ocho.
Encarnación Reynaldo (Marbella, 1881), es otra de las pasajeras españolas, cuya historia viene suscitando mayor expectación debido a la escasa información que se ha conseguido recabar sobre su vida. Embarcó sola en el Titanic con un billete de segunda clase y defenderse en inglés le ayudó a seguir las instrucciones que se fueron facilitando durante el naufragio y convertirse en una de las supervivientes.
Además de las anteriores supervivientes, también estaba a bordo, Julián Padró (Can Tiret, 1885), de origen payés, un joven emprendedor con aspiraciones propias de un hombre de negocios que le llevaron a trasladarse a Barcelona, donde conoció a la que se convertiría en su esposa, Florentina Durán, natural de San Adriá. Con el tiempo Julián y Emilio Pallás, oriundo del pueblecito leridano de Basturs, con quien había trabado una buena amistad, decidieron vender sus negocios de Barcelona para establecerse en La Habana acompañados por Florentina Durán y su hermana Asunción Durán.
Julián y Emilio, que por aquel entonces se sentían empresarios, compraron cuatro billetes de segunda clase del Titanic en tránsito hacia La Habana. Tras el choque con el iceberg, Florentina y Asunción subieron al bote de salvamento número 12, pero, como a muchos de los hombres del barco, a Julián y Emilio se les impidió el acceso. Aun así y, tras muchas peripecias, lograron ser rescatados, al igual que ellas por el navío RMS Carpathia.
Otro de los pasajeros españoles fue el asturiano Servando Ovies, importante hombre de negocios dedicado a la industria textil, que embarcó en la primera clase del Titanic para retornar a La Habana donde era emigrante y le esperaba su esposa, embarazada de su primer hijo.
Ovies no sobrevivió al naufragio y su cuerpo no apareció. Tras el suceso, un poderoso despacho de abogados neoyorquino interpuso una demanda contra la naviera White Star Line, propietaria del Titanic, solicitando una indemnización millonaria por la pérdida de sus pertenencias.
La muestra ‘Los diez del Titanic’ reconstruye como colofón la historia, hasta ahora inédita, del único miembro español de la tripulación del transatlántico, el barcelonés Juan Monros, contratado como ayudante de camarero del restaurante a la carta del Titanic, exclusivo para pasajeros de primera clase.
La noche del naufragio, tras atender una cena especial en honor al Capitán Edward Smith, Monros y todo el personal del restaurante quedaron atrapados en un largo corredor de tercera clase donde otros miembros de la tripulación les impidieron acceder a la cubierta de botes. Todos, excepto tres, murieron. Una semana después, el cadáver de Juan Monros fue rescatado del Atlántico Norte.
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