Humilde y de aprovechamiento, así es la torrija, una receta típica de Semana Santa, y de Navidad en lugares como Cantabria, que puede presumir de tener una familia enorme repartida por todo el mundo porque sus ingredientes, pan, leche y huevos, se han encontrado, históricamente, en casi todos las culturas.
Como cualquier receta popular, hablar del origen, del lugar y el día del nacimiento de la torrija es cuanto menos complicado, y más tratándose de una elaboración que nace de aprovechar el pan duro para convertirlo, tras mojarlo en leche o vino, en una masa esponjosa.
La primera aparición documentada de la torrija aparece durante los siglos IV y V, cuando el gastrónomo romano Marco Gavio Apicio reflejó en su obra un producto muy parecido, a pesar de prescindir del huevo como ingrediente y ser sumergida solamente en leche.
Un bocado que, antes de convertirse en un popular postre que ya se consume en cualquier época del año, los expertos apuntan que su asociación a la Semana Santa se debe al aprovechamiento de pan sobrante en una época donde no se permitía comer carne.
Y es precisamente la sencillez de sus ingredientes lo que obra la magia de que se puedan encontrar en muchas pastelerías del mundo, como así sucede estos días en la madrileña Formentor, quien tras ganar el premio a la Mejor Torrija Tradicional de Madrid 2024, saca de su obrador unas 7.000 unidades al día, según han contado a EFE.
Pese a que torrija es el nombre más común, en el territorio español en Galicia o Menorca también se las conoce como 'torradas de parida' o 'sopes de Menorca' dado que esta receta se consideraba un bocado de alto valor energético para los enfermos o las mujeres embarazadas.
Tanto es así que hay referencias escultóricas a este plato, como la del retablo de la iglesia de Santa María de Pontevedra (s. XVII), donde al lado de una mujer que amamanta a un niño hay otra que vierte leche de su pecho en lo que podría ser un pan.
Cantabria y País Vasco comparten la denominación de 'tostadas' cuando se habla de torrijas, pero es en la primera donde esta es una receta navideña, y no de Semana Santa.
Aunque con algunas variaciones en su elaboración, este pan bañado en leche y cubierto en huevo para freírse y cubrirlo con azúcar, tiene también paisanos fuera de nuestras fronteras, como sucede en Francia, donde su versión de nuestra torrija es el 'pain perdú' (pan perdido).
En Portugal y Brasil, por su parte, optan por llamarlas 'rabanadas' o 'fatias de parida' (también haciendo referencia a su función de chute energético).
Desde tierras británicas nos llega el 'eggy bread', una versión salada de nuestra ilustre torrija, o el 'poor knights of Windsor', que sí que es casi idéntica a nuestra receta.
En Alemania, Dinamarca o Suecia cuentan con el 'arme ritter', que, al igual que en muchas recetas de torrijas usan el pan brioche; y en Rusia tienen el 'grenki', otra versión que comen, sobre todo, en los desayunos.
La lista de familiares continúa en Suiza con sus 'fotzelschnitten' o en los Países Bajos con sus 'wentelteefjes', que al igual que en el resto de países europeos no están relacionadas con la Semana Santa, sino con desayunos y meriendas.
Si cruzamos el charco nos encontramos con las famosas 'french toast' que inmortalizó una conocida escena de 'Kramer contra Kramer', una torrija donde predomina la mantequilla.
En El Salvador, y otros países latinos como México, la diferencia se encuentra solo en una letra, la e, porque aquí se les llaman 'torrejas', y también se comen en Semana Santa. Además, esta versión cambia el azúcar final por miel o melaza.
Otra manera de nombrar a la protagonista de esta crónica en países como Chile, Ecuador, Perú o Colombia es 'tostadas francesas'.
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