Si nos ponemos a simplificar, 'La sociedad de la nieve' es esa película que narra la historia real de un grupo de uruguayos que, tras sufrir un accidente aéreo en Los Andes, se vieron obligados a alimentarse de los cadáveres de sus compañeros para sobrevivir. Eso sucedió tal cual, sí. Pero detrás de esta sinopsis de brocha gorda hay una tragedia, puede que de las más extremas de la historia reciente, en la que unos veinteañeros que encajaban en el estereotipo de 'niños bien' entendieron que, si querían salir de esa cordillera en la que estuvieron atrapados 72 días, debían firmar un pacto.
La colisión dejó trece bajas. De los 45 pasajeros y tripulantes que subieron a este vuelo chárter que les llevaba de Montevideo a Santiago de Chile quedaron 32. La primera noche, dentro de ese fuselaje partido en dos del Fairchild FH-227D de la Fuerza Aérea Uruguaya en el que viajaban, murieron cuatro más. Dos aludes, el paso de los días y unas condiciones (casi) inhabitables hicieron el resto para que el 22 de diciembre de 1972, día en que les rescataron, tan solo quedasen 16.
29 no volvieron a casa. 29 de 16. Y ellos, esos héroes que se quedaron a las puertas de ser supervivientes, son los protagonistas de esta producción dirigida por J. A. Bayona que, después de un breve paso por las salas, llega a Netflix. El protagonista de esta cinta que pelea por hacerse un hueco en los Oscar es Numa Turcatti, el último en morir antes de que se obrase el milagro. Y es su experiencia, encarnada por el actor Enzo Vogrincic, la que nos hace entender que, para que hubiesen vivos, tenían que haber muertos. De otra forma, esa sociedad que construyeron en la montaña no se habría podido sostener.
A lo largo de las 2 horas y 24 minutos de metraje, el espectador experimenta los gélidos -30ºC de Los Andes. Escucha el crac de la nieve al poner un pie en ella. Palpa el inevitable terror que produce la incertidumbre, lo desconocido. Sufre el dolor físico y emocional de una cuenta regresiva en la que cada vez son más los que no están. Siente la sed. El hambre insoportable. El aburrimiento. La desazón de comprobar que ese limbo en el que estaban incrustados se postergaba hasta el infinito. Pero también se adentra en "una especie de laboratorio" con el que investigar cómo se desarrolla la bondad en condiciones extremas.
Así lo define Pablo Vierci, autor del libro que se ha adaptado a la gran pantalla, en conversaciones con la web de Informativos Telecinco. Antes de escritor, era amigo, compañero de clase, vecino y conocido de prácticamente todos los miembros de ese equipo de rugby que soñaban con disputar el partido de sus vidas. Y después de su ansiada victoria, volver a casa con los suyos. La realidad fue diferente. Y él fue quien se comprometió con los 16 que regresaron para contar su experiencia en un entorno seguro.
Fue así como treinta años después del accidente se empezó a fraguar 'La sociedad de la nieve', todavía en versión papel. Una historia que, de no tener pruebas de que ocurrió, parecería ficción. Seguramente una ficción poco creíble. Hasta cursi. Y esto, lo sobrehumano, 'lo imposible' de que saliese adelante, es lo que empujó a Bayona a querer llevarla al cine. Los que aún recuerden '¡Viven!', esa película de Frank Marshall en la que estrellas como Ethan Hawke daban vida a los supervivientes, comprobarán que en esta ocasión los héroes son todos. Los que quedaron y los que no. Y entenderán por qué, gracias a ella, todos los que sufrieron directa e indirectamente este trauma han logrado "cerrar una herida" que parecía que nunca terminaba de sanar.
Daniel Fernández Strauch, uno de los que tuvieron la fortuna de volver a casa, lo define así en una entrevista para esta misma web. "Verla fue como volver a estar en el avión. Es muy real. Salí exhausto de la sala. Me veía en el accidente, me veía en el alud, me veía en todo. Entiendo que 72 días no se pueden comprimir en poco más de dos horas, pero creo que quien la vea se va a dar cuenta de lo que pasamos y de cómo lo pasamos", nos explica.
Fue hace meses, cuando Bayona organizó una proyección privada en Montevideo, cuando la pregunta de 'por qué volver a contar la misma historia' se respondió sola para todos los que se encontraban en esa sala. "Para mí fue brutal. Ahí estábamos nosotros, pero también las familias de los que no volvieron. Honestamente, yo tenía mis dudas de lo que iba a pasar ahí. Sin embargo, cuando terminó la película, sucedió una cosa impresionante: todos nos abrazamos como si fuésemos una sola cosa", recuerda.
Daniel lleva cincuenta años teniendo que justificar ese 'pacto de vida' al que llegaron para seguir adelante. Él, junto a sus primos Fito y Eduardo, se encargó de preparar personalmente los cuerpos de sus compañeros para surtir de alimento al resto del grupo. Y cuando volvió a la 'sociedad real', le tocó repetir por activa y por pasiva que "esa era la comida y punto". Que no les quedaba otra. Que lo que allí se creó era mucho más importante que eso.
Ahora, gracias a 'La sociedad de la nieve', no solo celebra que el debate esté centrado en otros valores. También que quien la ve, incluido él mismo, rápidamente entiende que tanto sufrimiento terminó teniendo sentido. "Que a la gente no le tenga que pasar esto para darse cuenta del valor que tienen las cosas. Que con ver la película o escucharme a mí les sea suficiente. Que vean que lo único importante es tener fe y amigos. Que lo demás es todo cháchara", desea que suceda.
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